Cartas al director

El caso Vaamonde

Cual costumbre cotidiana, acabo de adquirir su diario. Una página, la número catorce, escrita por Francisco Gor, me ha distraído del resto del contenido. Su título no puede pasar inadvertido: La situación de las cárceles y el aumento de la delincuencia, pesadilla del Ministerio de Justicia de la actual legislatura.A través del articulista recordamos lo que ya era conocido: que en tres años y medio tres personali dades diferentes han ocupado la cartera, que juega con los ciudadanos (y no los súbditos), con sus vidas, con su expresión libre, con su libertad... (los señores Cavero, Ordóñez...

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Cual costumbre cotidiana, acabo de adquirir su diario. Una página, la número catorce, escrita por Francisco Gor, me ha distraído del resto del contenido. Su título no puede pasar inadvertido: La situación de las cárceles y el aumento de la delincuencia, pesadilla del Ministerio de Justicia de la actual legislatura.A través del articulista recordamos lo que ya era conocido: que en tres años y medio tres personali dades diferentes han ocupado la cartera, que juega con los ciudadanos (y no los súbditos), con sus vidas, con su expresión libre, con su libertad... (los señores Cavero, Ordóñez y Pío Cabanillas).

Lo que escribe la madre de Suso Vaamonde, defraudada por la justicia de los hombres, tendió su mano al delegado del Gobierno gallego y al presidente de la Xunta de Galicia. Fue cordialmente recibida. Se la promete, ante la claridad de los hechos, interceder ante el señor ministro de Justicia. Todo ha sido en vano. Al señor Pío Cabanillas, tan lleno de pesadillas, en su Ministerio, no le causa pesadilla presentarse como candidato número uno en Orense en las próximas convocatorias nacionales, ciudad donde reside una mujer de veintiocho años y un hijo de cinco años, esposa e hijo de un gallego por excelencia, condenado a seis años y un día de prisión mayor por rasguear en su guitarra las notas de una canción popular gallega

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con más de cincuenta años de existencia, y que a los jueces y fiscales del Supremo, se les demostró con pruebas escritas que se conoce la misma frase, tan polémica, en el idioma valenciano. Y sin olvidar que en la sala de Pontevedra el señor Azuara, teniente denunciante, afirmó que no lo había oído, sino intuido.

Señor Pío Cabanillas. Escuche al pueblo llano; si su Ministerio se lo permite, que no deja de preguntarse, en cualquiera de sus ideologías, cual lo hizo el señor Adrio o el señor Rodríguez Mourullo en sus magistrales defensas, cómo puede existir un código con unas penas tan graves ante un hecho tan intrascendente. (Pontevedra).

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