Tribuna:

La tortuosa historia de un viaje largamente anunciado

Desde diciembre de 1979, en que se informó de la visita de Juan Pablo II a España, hasta ayer, en que por primera vez se anuncia oficialmente el viaje, nunca hubo proyecto de visita papal más accidentado y contradictorio que el de la venida a España.Siempre existió el miedo a que alguien lo instrumentalizara, desde el interés político o el religioso, como reconocía el cardenal Tarancón. Había, pues, que encontrar un motivo neutro. El cuarto centenario teresiano podía serlo. Pero como santa Teresa murió en 1582 y el Papa vendría en 1981, había que hacer una trampita, que decía Tarancón, esto es...

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Desde diciembre de 1979, en que se informó de la visita de Juan Pablo II a España, hasta ayer, en que por primera vez se anuncia oficialmente el viaje, nunca hubo proyecto de visita papal más accidentado y contradictorio que el de la venida a España.Siempre existió el miedo a que alguien lo instrumentalizara, desde el interés político o el religioso, como reconocía el cardenal Tarancón. Había, pues, que encontrar un motivo neutro. El cuarto centenario teresiano podía serlo. Pero como santa Teresa murió en 1582 y el Papa vendría en 1981, había que hacer una trampita, que decía Tarancón, esto es, adelantar en un año la celebración del centenario.

Luego había que resolver el itinerario. Todas las autonomías de España querían tenerlo. Se habló de dos semanas, que luego se redujeron a diez días. Quedaba por solucionar el asunto de la fechas exactas. Se pensé en que llegara el 14 de octubre de 1981, pero el 13 de mayo del mismo año Juan Pablo II caía gravemente herido en la plaza de San Pedro. Había que aplazarlo.

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Comenzaron entonces a manifestarse las especulaciones sobre la posibilidad de una coincidencia con las elecciones generales. Calvo Sotelo fue formal en su visita al Papa, el pasado mes de marzo: "No creo que haya elecciones en otoño, coincidiendo con el viaje del Papa a España. No habrá aplazamiento del viaje papal". Del mismo tenor eran las declaraciones de los obispos hasta antes del verano. La lejanía de esa hipótesis permitía incluso que abundaran en la última Conferencia Episcopal, a principios de verano, declaraciones como .el Papa vendrá aunque se hubieran convocado las elecciones". Lo decía Antonio Montero, portavoz de los obispos, y lo repetía Díaz Merchán.

Hasta que, inopinadamente, Calvo Sotelo convoca el 28 de agosto elecciones para el 28, de octubre, un día después de que se entrevistara con los obispos. Las primeras declaraciones de las altas jerarquías eclesiásticas coincidían plenamente con las del Gobierno, pese al malestar que esa iniciativa política provocó entre los obispos. Puesto que se trataba de una visita pastoral, no había razón para que se alterara el plan previsto. Ya estonces se empezó a oír que: el Gobierno había roto un acuerdo con los obispos, en el sentido de que no coincidiría la visita con la campaña electoral.

Cuando el cardenal Jubany arriesgó la idea de que sería conveniente una reducción del viaje, obligándole a ser de esta suerte una visita eminentemente espiritual, comenzaron. a sumarse votos a favor. El lanzamiento de la idea sirvió para que se manifestara una cascada de opiniones favorables a que el viaje se mantuviera. En cabeza iba el cardenal de Toledo y la nunciatura en Madrid, que en esto coincidían con el Gobierno. Sólo voces aisladas, como la del obispo de Vallecas, se apuntaron a la idea de un aplazamiento.

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Las prevenciones con que Díaz Merchán va a Roma, con ánimo de presentar la propuesta de los obispos españoles, se desbaratan en el Vaticano, cuya experimentada diplomacia entiende bien que lo mejor para todos es aplazar el viaje.

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