Tribuna:TRIBUNA LIBRE

¿Es eficaz la cooperación internacional de España con Latinoamérica?

JOSE LUIS PARDOS

El primer viaje del Ejecutivo español a Latinoamérica tras la crisis de las Malvinas ha puesto en la palestra de la opinión pública la efectividad de los intentos de cooperación internacional con dicho continente. No parece, por el momento, que puedan reiterarse más declaraciones ni abusar de los viajes de la Corona. Hay que empezar a concretar realizaciones.La puerta está abierta para España, mientras que la mayoría de países de la CEE y otros desarrollados, debido al mal recuerdo dejado después de la guerra del Atlántico sur, deben citar empujándolas con cierta dificu...

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JOSE LUIS PARDOS

El primer viaje del Ejecutivo español a Latinoamérica tras la crisis de las Malvinas ha puesto en la palestra de la opinión pública la efectividad de los intentos de cooperación internacional con dicho continente. No parece, por el momento, que puedan reiterarse más declaraciones ni abusar de los viajes de la Corona. Hay que empezar a concretar realizaciones.La puerta está abierta para España, mientras que la mayoría de países de la CEE y otros desarrollados, debido al mal recuerdo dejado después de la guerra del Atlántico sur, deben citar empujándolas con cierta dificultad.

El arraigo de la cooperación internacional española en Latinoamérica, de acuerdo con las importantes y reiteradas declaraciones de voluntad del Gobierno, requiere una cierta reflexión sobre nuestra apoyatura política y estructural, que evite los fracasos en la práctica, que comienzan, a ser tema de muy seria preocupación.

La primera base de la cooperación internacional es la política, y para ello se precisa una atmósfera de coincidencia de voluntades y esquemas ideopolíticos que la hagan viable. Tras los viajes de los Reyes y sucesivos cruces del Atlántico de innumerables miembros del poder ejecutivo, aprovechando coyunturas que ni siquiera son necesarias para España, estos apoyos parecen estar suficientemente consolidados. Sigue expectante la llegada de la acción creativa y eficaz. Pero, ¿dónde está la piedra filosofal que lo haga posible?, ¿por qué se ha ido avanzando tan ramplonamente en este camino? Posiblemente porque la ejecución, que el poder ejecutivo debe procurar, no ha tenido los medios operativos que debían haber estado paralelamente previstos.

A grandes rasgos, y para resumir el marco de la acción internacional, es preciso distinguir dos grupos de gestiones: la acción política y las de cooperación económica, tecnológica y cultural, De la primera ya hemos esbozado su vigencia. Lo que queda por hacer, al mismo nivel de eficacia, es la segunda. Quizá esta precaria situación se deba a que la cooperación internacional económica, tecnológica y cultural precisa de unos cauces muy determinados, a través de los cuales debe correr el flujo político que la crea e impulsa, en el entendimiento de que la una es causa de la otra y viceversa, siendo muy difícil establecer una exacta dicotomía.

La acción política que se manifiesta, especialmente en declaraciones y discursos de altas personalidades representativas del país y en tomas de posición en organismos multilaterales y comisiones bilaterales, crea expectativas que inexorablemente, en corto espacio de tiempo, se Confirman o se desmienten. Naturalmente estas expectativas deberán reflejarse en acciones de cooperación económica, tecnológica y cultural.

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¿Será, pues, que lo que falta son mecanismos útiles de ejecución de la cooperación, adaptados á la realidad y exigencias de nuestra sociedad?

Duplicidad y confrontación de organismos

Organos y sistemas institucionales de cooperación existen en España, y quizá en demasía, en duplicidad y aun en confrontación. El problema está en haber trasladado viejos esquemas y reproducir estructuras institucionales que ni responden a la dinámica de la política actual ni están impulsados por visiones globales, ágiles y prácticas de ese inmenso caudal de riqueza que, para las relaciones entre los pueblos del área latinoamericana, es la cooperación internacional.

Nuestra acción economico-comercial es más diferenciada y peculiar que la tecnológica o la cultural. Puede y debe haber una acción pública, con propia iniciativa del Estado, que, a su vez, no pierda de vista a la actividad empresarial privada. Este planteamiento ha tenido ciertos atisbos en los últimos dos años del Instituto de Cooperación Iberamericana, pero con matices y reticencias tales, por ciertos sectores de la Administración, que no ha pasado del terreno de las directrices generales o individuales a las estructuras. La acción pública comporta, entre otras muchas cosas, líneas de crédito, conciertos económicos y comerciales, desgravaciones fiscales, facilidades aduaneras promoción a las exportaciones... etcétera, que dependen de la política económica y comercial del Gobierno. Todo ello hay que coordinarlo con los órganos de la cooperación internacional,

Por citar un ejemplo: pensemos tan sólo en el positivo resultado de una acción de Gobierno que apoyara la penetración de nuestras empresas de ingeniería técnica o consulting en el mercado latinoamericano; empresas en precaria situación, por motivos de sobra conocidos, y en posesión de un know-how, sin excesiva sofisticación, pero muy en punta (precisamente el que necesita y pide el continente latinoamericano), que no han recibido el necesario apoyo de la acción pública, porque su actividad no entra en el grupo de los bienes a los que se aplican las normas de la política comercial, con sus apoyos financieros, crediticios o aduaneros a la exportación.

A su vez, la acción privada no sólo es necesaria, sino imprescindible. Hasta ahora, desgraciadamente, se ha ido abriendo camino difícilmente, casi bajo las rutas del esfuerzo de nuestros emigrantes de principios de siglo, que no contaban más que con una fina intuición, calidades humanas y gran espíritu de creatividad. Si a aquéllos les impulsé su situación de marginación en el país, a éstos les empuja el deseo de expansión internacional y el grado de dificultad de la gestión de sus empresas en España. Parece más lógico que el poder ejecutivo apoye este sector privado y cuando sea necesario lo encauce, sin la rigidez de la acción pública, en unos dinámicos esquemas de cooperación. El tema del personal que a eso se dedique merece una especial atención y adecuada regulación, tanto en la acción pública, evitando la burocratización, como en la privada, incentivando y procurando una cierta seguridad.

Por el contrario, la cooperación tecnológica y cultural, que en muchos casos puede ser la vía de penetración de la anterior, requiere un tratamiento diverso. Aquí sí es preciso la inicial y eficaz acción del Estado. Para ello hay que tener capacidad de reflexionar sobre el presente y crear para el futuro los cauces necesarios. Francia acaba de reorganizar sus estructuras, por enésima vez, el pasado mes de julio, y no por un mero afán partidista o coyuntural, sino para continuar y adecuar los importantes mecanismos existentes a la realidad actual.

No es aventurado señalar la necesidad de recrear la estructura. Cabe preguntarse si el Instituto de Cooperación Iberoamericano, como quizá el Instituto Hispano-Arabe, de Cultura, no deberían englobarse -con el volumen y la amplitud prioritaria que requieran y sin perder su propia personalidad-, en un organismo de cooperación internacional. Este organismo debería además responder a unos principios básicos, tan olvidados en nuestra estructura administrativa actual, como son la concentración en la toma de decisión política (muy cercano al ejecutivo, ¿secretaría de estado de cooperación internacional?), y máxima descentralización en la ejecución autónoma de esas decisiones, sea a través de sus propias unidades técnicas, de la Administración, las orgánizaciones no gubernamentales o los particulares, dando asíun amplio espectro a la participación de la población española en la cooperación internacional y abriendo cauces a su capacidad de iniciativa.

Una muy importante atención debe prestarse al personal encargado de llevar a cabo esta cooperación cultural y tecnológica, tanto técnicos (expertos y voluntarios), como administrativos para la gestión del sistema, con una reglamentación adecuada y equilibrada. Sólo el personal administrativo es el que tiene hoy una cierta normativa, aún tan precaria como la del funcionario público, careciendo totalmente de ella el grupo más importante que ejecuta técnicamente la cooperación: los expertos y voluntarios. Laguna fundamental, en donde puede estar otro de los fallos del sistema.

El esquema de una cooperación internacional operativa y eficazse completa con la necesaria financiación que requieren los sectores tecnológico y cultural. Finalmente y Dara agilizar el complemento de nuestra política exterior deberá preverse un último componente: la ayuda coyuntural, catastrófica o humanitaria, en la que pueda verse involucrada España, precisamente por ese carácter práctico que es necesario dar a nuestra política exterior. Las peripecias que se plantearon con la ayuda a Polonia o la debida amplitud y rapidez de Wasistencia a Líbano son ejemplos recientes que demuestran, una vez más, la necesidat de contar con mecanismos competentes y descentralizados, que sean capaces de ejecutar con agilidad la voluntad del Gobierno.

José Luis Pardos es diplomático, subdirector general de Cooperación Técnica y Científica.

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