La URSS se mantiene al margen en la polémica entre Europa y Estados Unidos a causa del gasoducto

Con aire algo triunfal Moscú asegura que sus dientes europeos comenzarán a recibir en la fecha prevista -enero de 1984- el gas siberiano, que será transportado a través del gasoducto Urengoi-Uzhgorod, de más de 4.500 kilómetros de longitud. Mientras, el Kremlin contempla con gran distancia las polémicas entabladas entre Europa y Estados Unidos sobre el embargo tecnológico dictado por Washington para tratar de impedir que se ponga en práctica el llamado contrato del siglo: tecnología y créditos europeos a cambio de cuarenta millones de metros cúbicos anuales de gas de Siberia. Moscú parece quer...

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Con aire algo triunfal Moscú asegura que sus dientes europeos comenzarán a recibir en la fecha prevista -enero de 1984- el gas siberiano, que será transportado a través del gasoducto Urengoi-Uzhgorod, de más de 4.500 kilómetros de longitud. Mientras, el Kremlin contempla con gran distancia las polémicas entabladas entre Europa y Estados Unidos sobre el embargo tecnológico dictado por Washington para tratar de impedir que se ponga en práctica el llamado contrato del siglo: tecnología y créditos europeos a cambio de cuarenta millones de metros cúbicos anuales de gas de Siberia. Moscú parece querer mantenerse id margen de la polémica euronorteamericana.

La Prensa de la URSS casi no informa sobre este tema -que ocupa páginas enteras en los diarios occidentales- y cuando le dedica alguna mínima atención lo hace con sus más templados tonos.En cambio, todo son loores cuando se describe cómo marchan las obras de construcción de los seis gasoductos previstos por el actual plan quinquenal 1981-1986. Hace escasos días, el ministro encargado de la construcción de maquinaría para la extracción de petróleo y gas, Boris Shcherbina, afirmaba que podrían ser siete -en lugar de seis- los nuevos gasoductos puestos en marcha antes de que finalice 1986.

El plan estrella de este lustro es, precisamente, el de la construcción de esos seis gasoductos, que completarán la extensa red de cerca de 200.000 kilómetros que la URSS tiene ya en funcionamiento. La casi totalidad de la energía empleada en la siderurgia o en la fabricación de fertilizantes soviéticos procedían del gas natural aun antes del inicio del actual quinquenio.

Pero de los seis gasoductos planeados es el Urengoi-Uzhgorod el que, sin duda, atrae mayor atención. El miércoles, el editorial de Pravda afirmaba que, a mediados del presente mes, ya habían sido soldados 2.700 kilómetros de tuberías y que 250 más estaban colocados sobre los lugares en que habrían de ser definitivamente ajustados.

Pravda sacaba su propia moraleja del asunto: el hecho de que los norteamericanos no hayan enviado los tractores-instaladores de tubos previstos no ha frenado el ritmo de las obras. Los soviéticos sólo cuentan con unas pocas máquinas de este tipo, servidas anteriormente por Estados Unidos a modo de muestras, pero, según Pravda, "la industria de construcción mecánica de la URSS ha organizado en los mejores plazos de tiempo la producción en serie de máquinas concebidas por ingenieros soviéticos".

Estos días los telespectadores de la URSS contemplan -como cada año- los supuestos progresos de una cosecha de grano que los observadores occidentales estiman será tan insuficiente como la de 1981. Junto a esas imágenes se puede ver también como se trabaja en la construcción de los gasoductos. Entre reportaje y reportaje de máquinas y obreros sonrientes colocando y soldando tubos la propaganda hace públicos frecuentes comunicados de colectivos de trabajadores, que animan a sus camaradas del gas y se comprometen también a sobrecumplir los planes.

Nuevos prototipos

En el mayor secreto, en la fábrica leningradense de Nevsky Zavod, se última, al parecer, la fabricación en serie de dos prototipos de compresores de veinticinco kilowatios que podrían substituir al material, cuya venta Washington trata de impedir a Europa. Ningún periodista extranjero ha podido visitar aún dicha factoría. Lo mismo ha sucedido con los yacimientos de gas de Urengoi, a los que ningún corresponsal logró acceder.

Poco se sabe, pues, de estos nuevos compresores soviéticos de veinticinco kilowatios. Lo que sí se conoce es el funcionamiento del modelo precedente de diez kilowatios, puesto en práctica en los prer cedentes gasoductos de la URSS. Este modelo necesita una mayor frecuencia de mantenimiento que sus homólogos occidentales, teniendo que ser revisados cada mes, en vez de cada tres años, como sucede con los compresores construidos por empresas capitalistas.

Además de ser más pesados el diseño de este tipo de máquinas soviéticas hace más difícil su transporte y desmontaje: para reemplazar algunas de sus piezas vitales el compresor ha de ser desconectado.

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