Cartas al director

Los buenos, los malos y la LOAPA

He leído con sumo interés el editorial titulado La LOAPA de nunca acabar, publicado por el diario de su dirección el día 31 de julio; contiene dicho editorial varias afirmacíones importantes, pero hay también, a mi juicio, interpretaciones erróneas.En primer lugar, el análisis del editorialista acerca de los motivos que han dado lugar a la LOAPA se centra en la existencia de una etapa de disparates e insensateces en la elaboración inicial del entramado autonómico, es decir, lo que se ha dado en llamar el desmadre autonómico; hasta aquí, todos de acuerdo.

Sin embargo, el artículo defiend...

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He leído con sumo interés el editorial titulado La LOAPA de nunca acabar, publicado por el diario de su dirección el día 31 de julio; contiene dicho editorial varias afirmacíones importantes, pero hay también, a mi juicio, interpretaciones erróneas.En primer lugar, el análisis del editorialista acerca de los motivos que han dado lugar a la LOAPA se centra en la existencia de una etapa de disparates e insensateces en la elaboración inicial del entramado autonómico, es decir, lo que se ha dado en llamar el desmadre autonómico; hasta aquí, todos de acuerdo.

Sin embargo, el artículo defiende la tesis de que dicho desmadre vino originado por el intento, por parte de las demás regiones de España, de alcanzar las cotas de autogobierno logradas por Catalufía y el País Vasco, y no por los excesos autonomistas de ambas comunidades: sería, pues, estúpido, en opinión del autor, que la solución del problema pasara por un castigo hacia estas últimas, que es como él interpreta la LOAPA. Este análisis es, sin embargo, supeficial y parcialmente falso.

Es cierto que, efectivamente, ha habido una fiebre autonómica exagerada y sin correspondencia con la realidad social de diversas regiones españolas; pero no lo es menos que argumentar razones históricas para justificar los diversos grados de autogobierno no deja de ser, en el fondo, una forma cómoda y de difícil mensurabilidad para adornar lo que, bajo un prisma neutral, podría parecer, pura y simplemente, una discriminación.

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Pero es que, además -y esto es más importante-, no se -puede afirmar que las experiencias autonómicas, catalana y vasca no hayan contribuido a la conflictividad en la que nos encontramos: las aportaciones de todo tipo de las comunidades vasca y catalana a la historia y grandeza de España son tan importantes y conocidas que sería estúpido por mi parte detenerme en ellas; de la misma forma, está fuera de toda duda la problemática en sus peculiaridades sociales, culturales e históricas -que conozco bien en el caso catalán, por haber residido allí cierto tiempo- y la necesidad de que sean escrupulosamente respetadas; ahora bien, no han faltado numerosas situaciones, en los últimos tiempos, que, hasta el más cerrado de inteligencia, interpretaría como auténticos excesos insolidarios por parte de los Gobiernos de ambas comunidades: ejemplos como el concerniente a las denuncias sobre claras discriminaciones de la cultura y de la docencia castellano-parlantes, las actitudes tan dudosamente constitucionales y escasamente solidarias de algunos de los dirigentes de.esas comunidades, o el frecuente incumplimiento del artículo 4.2 de la Constitución, relativo a la obligación de que la bandera española ondee en los centros oficiales junto a la autonómica, y otros muchos que podrían hacer pensar que no es defendible la pretensión de que las ,autonomías vasca y catalana son los buenos de la película, mientras que los malos son las restantes comunidades españolas. /

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