La magistratura de Milán acusa al banco vaticano de estafa y evasión de divisas

Según la Prensa italiana, las acusaciones que la Magistratura de Milán hace a los altos dirigentes del banco Vaticano, comprendido su presidente, el arzobispo americano Marcinkus, es de "estafa agravada e ilegalidades en evasión de divisas". El hecho de que el Vaticano haya rechazado sin abrirlas siquiera las cartas del magistrado Pier Luigi Dell'Osso en las que se les comunicaba a Marcinkus, Mennini y De Strobel el mandato judicial, ha sido interpretado, no como un desprecio de los jueces italianos por parte de la Secretaría de Estado del Papa, como han hecho filtrar algunos altos eclesiást...

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Según la Prensa italiana, las acusaciones que la Magistratura de Milán hace a los altos dirigentes del banco Vaticano, comprendido su presidente, el arzobispo americano Marcinkus, es de "estafa agravada e ilegalidades en evasión de divisas". El hecho de que el Vaticano haya rechazado sin abrirlas siquiera las cartas del magistrado Pier Luigi Dell'Osso en las que se les comunicaba a Marcinkus, Mennini y De Strobel el mandato judicial, ha sido interpretado, no como un desprecio de los jueces italianos por parte de la Secretaría de Estado del Papa, como han hecho filtrar algunos altos eclesiásticos, sino más bien como un problema de prestigio internacional. El Vaticano no quiere renunciar a sus privilegios de Estado independiente.

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Otros piensan que con este gesto Marcinkus ha querido ganar tiempo para prepararse mejor su defensa. Si no abrió la carta llegada de Milán, afirmaban ayer algunos observadores, esto quiere decir que en el Vaticano estaban ya alertados y que fueron asesorados por algún importante jurista.De hecho, el problema es muy complejo. Se trata de un caso atípico, sobre todo por lo que se refiere a Marcinkus, ciudadano americano con pasaporte vaticano y que entra, como religioso, en las normas de privilegio concordatario.

Los jueces, en Milán, no han querido hacer comentarios. Se han limitado a decir que aún no han recibido devueltas las cartas. Sólo entonces tomarán sus decisiones.

Lo que se comenta en algunos círculos vaticanos es la preocupación ante la alarma que existe en ciertos episcopados, sobre todo aquellos que más dinero envían al Papa, como el de Estados Unidos y Alemania. Ya se amargaron cuando el escándalo Sindona, que fue el primer aldabonazo para el Vaticano y que obligó al papa Juan Pablo II a convocar a Roma a los cardenales más importantes del mundo. A tan poca distancia, otro escándalo de las dimensiones de las del Banco Ambrosiano, con las agravantes de un cadáver y de mandatos judiciales para los dirigentes del banco papal, no ha podido dejar de irritar y alarmar a dichos episcopados.

Graves dificultades financieras

Durante la última reunión de cardenales había sido el mismo Papa quien había confiado a los cardenales de todo el mundo que el Vaticano, por lo que se refiere a sus posibilidades de dinero líquido, estaba en graves dificultades. Los viajes pontificios, el crecimiento de las nunciaturas en el mundo, las ayudas que el Vaticano da a las iglesias del Tercer Mundo y a las del telón de acero han puesto a la Santa Sede en un aprieto.En aquel momento los cardenales de las iglesias más ricas se comprometieron a ayudar al Vaticano, pero a condición de que se cambiara la política de sus finanzas. Querían participar en analizar las cuentas y en saber en qué se gastaba el dinero, ya que el Vaticano es el único Estado del mundo que no hace un balance de cuentas.

¿Y ahora? El hecho que la cumbre que gobierna las finanzas vaticanas haya caído de nuevo en el ojo del ciclón con acusaciones tan graves vuelve a crear nuevos problemas al Papa.

L'Osservatore Romano, hace una semana, había lanzado una catilinaria contra la Prensa italiana, tachándola de acusar antes de tener las pruebas. Ahora le será más difícil lanzar las mismas acusaciones contra los magistrados.

Y lo que ahora todos esperan es la reunión de los cardenales de todo el mundo, convocada por el Papa para noviembre. No cabe duda que en aquella ocasión la Santa Sede tendrá que tomar medidas drásticas.

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