Tribuna:SPLEEN DE MADRID

El toque

Los mods, los del pop/rock madrileño de los 80, con gafas/antifaz y moto de mucha cilindrada, por las calles de Madrid, con camisa de cuadros y con un toque, el toque, no sé, hay que tener el toque, un algo, o sacarle la lengua al personal, besándose en Carolina con pantalones de cuadros, Los Elegantes en El Sol de Gastón, Los flequillos, Quadrophenia con insignias y playeros, gabardinas de Bogart y pictogramas sexuales, Los Nocturnos de negro y pelo corto, los monaguillos con una chica en medio, tirándole besos a Alaska en el Martín, fiestas mod con chaqueta...

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Los mods, los del pop/rock madrileño de los 80, con gafas/antifaz y moto de mucha cilindrada, por las calles de Madrid, con camisa de cuadros y con un toque, el toque, no sé, hay que tener el toque, un algo, o sacarle la lengua al personal, besándose en Carolina con pantalones de cuadros, Los Elegantes en El Sol de Gastón, Los flequillos, Quadrophenia con insignias y playeros, gabardinas de Bogart y pictogramas sexuales, Los Nocturnos de negro y pelo corto, los monaguillos con una chica en medio, tirándole besos a Alaska en el Martín, fiestas mod con chaquetas de tres botones abrochados, muchachas de escalera con botas cherokees, bajorrelieve juvenil contra el ladrillo de Chamberí, el rock en Ventas, el besazo en RockIOla, los punkys con sus chicas vestidas irónicamente de criada, Juan Carlos, Juan Antonio, Francisco, camisetas y pantalones de tigre, el día de las hornadas irritantes, los lavabos sangrando, imperdibles, collares masculinos, toca el pito, en un momentito a tu lado estaré, tías metiéndose mano, una generación orínante, parálisis permanente en el jardín, pulseras como collares de perro dogo, Pedro, más imperdibles, negativos en Marquee, Isabel, de mohín y cuero, Los Bólidos, Eloy con cadena al cuello y pelos verticales de un spray de hormigón, pelvis/turmix, la despeinada chica sin peinar, Amador haciendo una necesidad en Cuatro Caminos, la uvi, Yolanda, seria y de grandes muslos, leprosos medievales (chico/chica) arrimándose material, Pablo a tope, Marta y Bruja en los urinarios de caballeros, el buga, Claudio y el pelado al cero, danones siderales con boina de marineros, la camaradería de los espejos, el cañaveral de pelos punky en la alta noche, Alaska otra vez y siempre, la fumata, Pilar piernas de malla, Ana ex polvo de brujas, pegamoidad y unos hermosos muslos de muchacha.Son la generación/80, los que tienen el toque, manigua de discotecas nocturnas, criadores de perros violentos, de dálmatas malditos en los viejos cafés, los conversacionales del Barbieri, toda una juventud urbana que se ha extendido de Malasaña a Huertas y Lavapiés, los que se resisten al empadronamiento lóbrego en el paro, el curro triste y malo o el anonimato, el no ser nadie. Lo tengo escrito otras veces: hay un Rimbaud y un Lautréamont eucarísticos y diluidos, generales y generacionales, en estas mocedades que quieren singularizarse, que no se resignan a la despersonalización que imponen las sociedades modernas Este/ Oeste. Lo que en el siglo pasado era singularización, dandismo, satanismo, la rebeldía del uno contra el innominado "hombre de las multitudes" de Poe, en nuestro fin de siglo es narcisismo colectivo: el narcisismo también se ha colectivizado. Hace unos cincuenta mil años, el individuo se desgaja del grupo gracias al arma individual primera: el arco y la flecha. Hay un hombre que ya puede cazar solo, luchar solo, vivir solo. Desde entonces, el grupo viene queriendo reintegrar al individuo, como el Estado quiere reintegrar a todos los grupos y el Imperio a todos los Estados. Los jóvenes arqueros de hoy no vuelven al arco y la flecha, sino a la guitarra, la batería, el tocata. El tocata es su arco, la herramienta y el lujo de su individualidad. Socialidad sería una igualdad ilustrada de individualidades. El paro, el trabajo impersonal, el ocio impersonal, la serialización de la libertad misma, encuentran la res puesta rimbaudiana de varias generaciones -beat, hippies, 68, underground, rockeros, punks, ácratas, pasotas- que se fabrican entre todos un canto colectivo y rebelde, aun sin haber leído Los Cantos de Maldoror. Lo dice Sartre respecto de Baudelaire: cuando al poeta le abandonan los príncipes (Romanticismo), decide ser él el príncipe de sí mismo. A nuestros pequeños príncipes de la intemperie les ha abandonado ni siquiera un príncipe. Mucho más hortera: un ministro de Trabajo.

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