Los líderes socialistas franceses quieren moderar el ardor de sus bases

El congreso socialista que termina hoy en Valence se ha convertido en la antorcha de una hoguera francesa que enfrenta al socialismo, que se pretende irreversible, y a las fuerzas conservadoras políticas y económicas, que anuncian "el comienzo del colectivismo". Tanto el presidente Mitterrand, en un mensaje enviado desde Cancún, como el primer ministro, Mauroy, y el ministro del Plan, Michel Rocard, intentan frenar el ardor revolucionario de la base."O los banqueros, o nosotros". "Nosotros tenemos otra concepción de la alternancia y, si triunfamos, no habrá marcha atrás". "Es menester cort...

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El congreso socialista que termina hoy en Valence se ha convertido en la antorcha de una hoguera francesa que enfrenta al socialismo, que se pretende irreversible, y a las fuerzas conservadoras políticas y económicas, que anuncian "el comienzo del colectivismo". Tanto el presidente Mitterrand, en un mensaje enviado desde Cancún, como el primer ministro, Mauroy, y el ministro del Plan, Michel Rocard, intentan frenar el ardor revolucionario de la base."O los banqueros, o nosotros". "Nosotros tenemos otra concepción de la alternancia y, si triunfamos, no habrá marcha atrás". "Es menester cortar cabezas". "Hay que emplear todos los medios". Estas frases, pronunciadas desde la tribuna del congreso en medio de tempestades de aplausos salidos de una base que quiere "más y más rápidamente", han encendido Francia. La derecha liberal no necesitaba más para gritar, como lo hace desde hace 48 horas: "La guillotina ha vuelto a funcionar"; "el colectivismo, a la vista".

Claude Estier, portavoz del grupo parlamentario socialista, hombre de confianza de Mitterrand, explica que "nuestros militantes han tomado conciencia de que la política económica del Gobierno (nacionalizaciones) choca con una oposición que no repara en medios para condenar al fracaso esa política. Esas fuerzas están dispuestas a liquidar el patrimonio nacional. Lo que ha hecho el grupo financiero Paribas vendiendo su filial suiza, ejemplo que otras empresas nacionalizadas están dispuestas a seguir, es una provocación. Por ello no tenemos más remedio que ser ofensivos".

Ayer el primer ministro, Mauroy, pronunciaba el discurso más importante, y los miles de delegados y militantes socialistas permanecían ceñudos cuando solicitaba prudencia y calma para realizar las reformas económicas y aplaudían con fuerza cuando arengaba: "Quienes creen que Francia es indigna de su dinero (Paribas), son indignos de Francia".

Religiosamente se escuchó el mensaje enviado, desde México, por Mitterrand, también impregnado de moderación. Sus primeras palabras, "sigo siendo socialista en la Presidencia de la República", se ganaron la adhesión del auditorio. "Comprendo la impaciencia, el PS debe reivindicar" pero advirtió acto seguido: "Los socialistas deben saber ganar el desafío que supone el ejercicio del poder".

Este congreso, que hoy reelegirá a Lionel Jospin como primer secretario, marca el comienzo de la hora de la verdad en Francia. De un lado, el socialismo gobernante, integrado por fuerzas radicales y por otras que lo son menos o que no lo son en ninguna medida. Y enfrente, el muro del dinero y la oposición política, dispuestos a todo.

El editorialista del diario progubernamental Le Matin escribía ayer, asustado por el giro que toman los acontecimientos en el país: "Algo se está degradando; no hay que desestimar los riesgos de una radicalización que se dice socialista. Eso representaría la regresión en el interior, el aislamiento en el exterior".

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