Tribuna:SPLEEN DE MADRID

No

Escribí una columna, inaugurada la rentrée, lamentando la indecisión de Felipe González en el tema OTAN. Ese vergonzante/ vergonzoso «de entrada No». Remitía yo la indecisión del slogan -un slogan puede serlo todo, menos indeciso- a la más grave y honda indecisión raigal del PSOE, que quizá le viene de no haberse forjado durante cuarenta años en la clandestinidad/ resistencia, sino de haberse improvisado, en cierta medida, como relevo urgente y necesario de los históricos.Todos comprendimos que con los históricos, con los hombres de la guerra (ambos bandos) iba a ser difícil hacer una d...

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Escribí una columna, inaugurada la rentrée, lamentando la indecisión de Felipe González en el tema OTAN. Ese vergonzante/ vergonzoso «de entrada No». Remitía yo la indecisión del slogan -un slogan puede serlo todo, menos indeciso- a la más grave y honda indecisión raigal del PSOE, que quizá le viene de no haberse forjado durante cuarenta años en la clandestinidad/ resistencia, sino de haberse improvisado, en cierta medida, como relevo urgente y necesario de los históricos.Todos comprendimos que con los históricos, con los hombres de la guerra (ambos bandos) iba a ser difícil hacer una democracia. España y el mundo se felicitaron de que nuestra Monarquía parlamentaria tuviese los políticos más jóvenes de Occidente. En contrapartida, a otros bandos históricos se les ha reprochado la persistencia de los fósiles, de las momias, de las carrozas, de las reinonas: Carrillo, Girón y así. Uno, que ya va para reinona, sabe en su corporeidad moral y rosa (y así se lo he dicho en carta a Antonio Ordóñez), que las carrozas somos ideológicamente correosos, resistentes, que tenemos las ideas claras y puntuales, como las estrellas en el cielo (y ruego al robot, cuerpo, del periódico, que respete esta aparente incoherencia de géneros gramaticales, porque sólo quienes no saben de dónde viene el cheli -hay hasta quien dice que viene de la cárcel- utiliza carroza en masculino). Lo más responsablemente correoso que tenía el PSOE, Llopis y Marx, lo escondieron en el armario con un cadáver policiado de Simenon.

Lo cual que, como consecuencia de tanto metesaca, cada vez que me honro hablando en un Ayuntamiento PSOE/PCE, los ingenuos barbados socialistas se me presentan con la pegatina indecisa «De entrada No», sobre la viscosilla del niky, a modo de provocación. Varias señoras que aman a Felipe me han escrito decepcionadas de mí y decepcionadas, «de entrada», de Felipe, si comprueban que es verdad lo que cuento. Enrique Llovet me dice que va a abrir salón en su casa, a la manera proustiana:

-Es que, si no, la única manera de ver a los amigos es atropellarles. Después va uno a verles a la clínica.

Su mujer me asegura que en el salón de los Llovet no voy a tener frío, este invierno,. y me alegro, entre otras cosas, de encontrar la ocasión para charlar despacio con un socialista intelectual y correoso. Soy el que más lamenta en España que la única alternativa progresista con que contamos -la alternativa PSOE- pueda no salir adelante por la crisis de identidad de que nació este partido. En la colza, como en la OTAN, Felipe sigue haciendo concesiones, atriciones, moderaciones que la derecha no le agradece, sino que interpreta, cínicamente -ah, el cinismo de la derecha- como miedo a los guardias, pactos secretos con el Gobierno o estrategia electoralista. Aunque hoy lo sociológico prima sobre lo psicológico (y así lo afirman de mis libros-algunos estudiosos), yo, respecto del caso PSOE, que es un caso hamletiano, creo más en la explicación psicológica. Por debajo del electoralismo del PSOE (tan legítimo, de cualquier manera), me interesa la crisis de identidad de Felipe y sus juventudes socialistas, que son casi todo el partido. Felipe, la única esperanza posibilista del progresismo (hay una reserva espiritual más a la izquierda) no sabe quién es él mismo.

Felipe quiere salvar la democracia mediante la moderación y decepciona a toda la España que se debate entre la colza y la tele. Hay que saber dónde la moderación se confunde ya con la complicidad. Ester Vilar acaba de publicar un libro contra la farsa administrativa de «la tercera edad». Los viejos necesitan libertad y no aspirina. Felipe ya no puede recuperar a los correosos. Esperemos que él mismo se vuelva correoso.

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