Un escenario goyesco

La plaza Mayor de Madrid formaba, en el siglo XVII, un conjunto arquitectónico que proporcionaba un perfecto escenario para fiestas y actos públicos. Esta plaza conoció su última gran conmemoración con las corridas de toros los días 16, 17 y 18 de octubre de 1846, con motivo de las bodas de Isabel II y de la infanta María Luisa Fernanda.A propósito de cada fiesta, y en especial de las corridas de toros, los balcones de las casas de la Plaza Mayor tenían que ser cedidos por sus propietarios a los ocasionales espectadores que los ocupaban, siendo distribuidos por riguroso orden de jerarquía y et...

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La plaza Mayor de Madrid formaba, en el siglo XVII, un conjunto arquitectónico que proporcionaba un perfecto escenario para fiestas y actos públicos. Esta plaza conoció su última gran conmemoración con las corridas de toros los días 16, 17 y 18 de octubre de 1846, con motivo de las bodas de Isabel II y de la infanta María Luisa Fernanda.A propósito de cada fiesta, y en especial de las corridas de toros, los balcones de las casas de la Plaza Mayor tenían que ser cedidos por sus propietarios a los ocasionales espectadores que los ocupaban, siendo distribuidos por riguroso orden de jerarquía y etiqueta. Aparte de las localidades de los balcones, se instalaban tablados en todos sus lados hasta la altura del primer piso, ocultando los soportales, excepto los de la Casa de la Panadería, delante de los que se colocaban los granaderos de la Guardia Real, que, con sus picas, resistían a los toros, formando a pie firme una erizada barrera defensiva. Estos soldados tenían derecho a la res, si la mataban. Las maderas de los tablados se guardaban de una vez para otra en los sótanos de la Casa de la Panadería.

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