Cartas al director

A clase por obligación

Desde los tiempos en que la profesión de bachiller era algo digno y la universidad un lugar de conocimiento y cultura ha llovido mucho hasta nuestros días. Y digo esto porque nada, absolutamente nada, tiene que ver la idea de universidad con lo que en este país se llaman facultades -no sabemos para qué- o licenciaturas.Vamos a poner un ejemplo entre los miles que podemos relatar: la mal denominada facultad de Geografía e Historia. Sin ir más lejos, como España, no vamos a entrar, precisamente por no ir más lejos en el hecho, siempre insignificante, de que el edificio se esté cayendo desde que ...

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Desde los tiempos en que la profesión de bachiller era algo digno y la universidad un lugar de conocimiento y cultura ha llovido mucho hasta nuestros días. Y digo esto porque nada, absolutamente nada, tiene que ver la idea de universidad con lo que en este país se llaman facultades -no sabemos para qué- o licenciaturas.Vamos a poner un ejemplo entre los miles que podemos relatar: la mal denominada facultad de Geografía e Historia. Sin ir más lejos, como España, no vamos a entrar, precisamente por no ir más lejos en el hecho, siempre insignificante, de que el edificio se esté cayendo desde que el arquitecto pensara en realizar el proyecto; al fin y al cabo, él estudió, posiblemente, en la universidad española. Pero sí nos vamos a referir al alto desnivel pseudointelectual del profesorado.

Este, siempre propenso a creerse sabedor de los más variados temas que se refieren a los que él mismo llama pomposamente su materia, obliga a los alumnos a asistir a clase, con cuyo acto de presencia ganan además el bien merecido aprobado, porque de no existir asistencia se verían solos y desamparados, con un excedente insospechado de conocimientos que habrían de llevarse con ellos al otro mundo. Desde la anterior decana hasta quien se permite el lujo de asegurar concienzudamente que júnior viene del inglés, aunque se leyera en un texto medieval, pasando por curas y novicias, alcanzan diariamente el gozo supremo al comprobar que, con un simple aprobado general, sus clases son de las más concurridas y pacíficas, teniendo en cuenta que lo lógico.ante este tipo de martirio chino es dedicarse a leer libros o jugar a los barquitos -qué le vamos a hacer, nuestro alumnado entiende que no es posible aprovechar el tiempo deotra forma.

Así podríamos seguir casi eternamente, pero confío, señor Cebrián, en que comprenda que he de abandonar la máquina para, con mi asistencia, poder convertirme algún díaen un buen profesor de facultad, única salida que me dejan, a imagen y semejanza de quienes han hecho de mí un verdadero universitario, preparado para la vida moderna y con un increíble deseo de investigar los orígenes del conocimiento histórico y la capacidad humana necesaria para entender la historia sin conocerla. A imagen y semejanza, vamos./

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