Tribuna

Los socialistas franceses se permiten el lujo de "invitar" a los comunistas

El fracaso político a veces también puede conducir al Gobierno. Esta paradoja simplista, por una vez, no es sólo una caricatura, sino el flash que ilustra con detalle todos los meandros del fracaso que, desde ayer, han incluido al Partido Comunista francés (PCF) en el ranking del éxito, es decir, en el Gobierno. Si el desastre electoral del PCF no hubiese sido tan abultado, su dirección se encontraría en posición exigente frente a Mitterrand a la hora de concluir un pacto gubernamental, y el presidente, con toda probabilidad, en la medida de sus posibilidades en la Asamblea Nacional, ha...

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El fracaso político a veces también puede conducir al Gobierno. Esta paradoja simplista, por una vez, no es sólo una caricatura, sino el flash que ilustra con detalle todos los meandros del fracaso que, desde ayer, han incluido al Partido Comunista francés (PCF) en el ranking del éxito, es decir, en el Gobierno. Si el desastre electoral del PCF no hubiese sido tan abultado, su dirección se encontraría en posición exigente frente a Mitterrand a la hora de concluir un pacto gubernamental, y el presidente, con toda probabilidad, en la medida de sus posibilidades en la Asamblea Nacional, habría formado una mayoría sin los comunistas, con el fin de no erosionar desde el principio la imagen reformista que le ha colocado a la cabeza del Estado. Pero la realidad es otra: Mitterrand, al disponer de la mayoría absoluta socialista en la Asamblea, puede gobernar sin los comunistas. Y por ello se ha permitido ese lujo de ofrecerle una parcelita de poder al PCF. En primer lugar, porque es un regalo que podía no hacer. En segundo lugar, porque así realiza de alguna manera "la unión de la izquierda", en la que él invirtió todo su capital político desde que en 1965 se lanzó al asalto del palacio del Elíseo contra el general De Gaulle. Y en tercer lugar, porque ese regalo al PCF es una especie de desafío al mundo occidental, a los norteamericanos en particular y también a los países moderados árabes, todos ellos más o menos escandalizados por la presencia de ministros comunistas en un Gobierno democrático.Pero la razón fundamental de esa presencia insólita es un fracaso histórico, por añadidura, no reconocido. El domingo último, en un momento del debate organizado por el primer canal de la televisión francesa, tras conocerse los resultados de los comicios legislativos, el secretario general del PCF, Georges Marchais, refiriéndose a lo ocurrido en Francia desde hace dos meses, exclamó: "Para mí y para mi partido es una victoria". El medio millar de personas presentes estalló en carcajadas.

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Impresionante derrota del PCF

El balance de ese fracaso que ha hecho ministros a los comunistas es impresionante. A lo largo de los últimos veinte años, el PCF ha conseguido regularmente en todas las elecciones alrededor del 20% del electorado, es decir, no ha con vencido con sus ideas ni a un solo francés. Este fracaso ideológico, enmascarado por tácticas y estrategias puntuales, quedó al descubierto en el momento precisamente en que la sociedad francesa manifestó su evolución hacia la izquierda. En las elecciones presidenciales del pasado mayo perdió el 5% de sus electores, y en las legislativas de los dos últimos domingos ese declive quedó confirmado. La política del fracaso, encarnada por Marchais, se desarrolló claramente desde que en 1977 el PCF decidió romper "la unión de la izquierda". Las razones oficiales de los comunistas fueron condensadas en un lema que se hizo célebre: El PS ha girado a la derecha. Los hechos probarían que los, comunistas se distanciaron de los socialistas porque la "unión" era de provecho electoral para estos últimos, y por razones de alineamiento con Moscú en materia diplomática.

La consecuencia de la llamada estrategia del fracaso fue que el PCF no sólo no ganó votos, sino que favoreció el mayor éxito en la historia de los socialistas. El programa común, caballo de batalla de los comunistas, ha desaparecido. Todo el estado mayor del PCF, defensor de la línea Marchais, fue decapitado en las legislativas, excepto el secretario general. La desafección de militantes se manifestó de manera tangible durante las últimas campañas electorales. La Prensa del partido pierde, lectores de manera alarmante.

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Paralelamente, el sindicato de tendencia comunista Confederación General de Trabajadores (CGT), el más potente del país, con sus dos millones de afiliados, sufre las consecuencias de la catástrofe política del PCF. Esta política ha desembocado en el declive de los comunistas, que hoy, tras los múltiples giros brutales efectuados en los últimos años, se enfrentan a una interrogante fundamental: ¿cuál es la identidad del PCF en la sociedad francesa?. Mitterrand, al incluirlos en el Gobierno, ha salvado momentáneamente a los responsables de un fracaso que a medio plazo condenará al partido a una revisión o a un declive más acentuado.

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