Cartas al director

Cultura y Ministerio

No sé lo que don Iñigo Cavero entenderá por cultura; tampoco sé si algún español sabe, lo que don Iñigo entiende por cultura, pero estoy convencido de que alguien deberá saberlo, porque para algo es el ministro competente en la materia.Que la sección hemerográfica de la Biblioteca Nacional parezca la antesala de un dentista, por lo reducido y variopinto de sus fondos, tiene perdón. Al fin y al cabo, es una biblioteca, no una hemeroteca. Sí, don Iñigo, tiene razón, la hemeroteca es algo así como una biblioteca, pero con periódicos y revistas en vez de libros.

Por ello, cuando la cosa uni...

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No sé lo que don Iñigo Cavero entenderá por cultura; tampoco sé si algún español sabe, lo que don Iñigo entiende por cultura, pero estoy convencido de que alguien deberá saberlo, porque para algo es el ministro competente en la materia.Que la sección hemerográfica de la Biblioteca Nacional parezca la antesala de un dentista, por lo reducido y variopinto de sus fondos, tiene perdón. Al fin y al cabo, es una biblioteca, no una hemeroteca. Sí, don Iñigo, tiene razón, la hemeroteca es algo así como una biblioteca, pero con periódicos y revistas en vez de libros.

Por ello, cuando la cosa universitaria me hizo necesitar dos revistas económicas publicadas en noviembre de 1980 (el año pasado, don Iñigo) pensé que lo mejor sería ir a la Hemeroteca Nacional.

En su sede de la calle de San Agustín no tenían ninguna de las dos, según pude averiguar, pese al malhumorado conserje que se sintió capacitado para enfadarse conmigo, y de la señorita funcionaria que me preguntó si sabía leer. Ante

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Cultura y Ministerio

Viene de página 11tanta amabilidad, consideré conveniente trasladarme a la calle de Zurbarán, donde el Ministerio de Cultura, generoso él, tiene otro local de la ya reiterada hemeroteca.

Allí, los correspondientes funcionarios, con exquisita amabilidad, tuvieron a bien asesorarme. Por la fecha de las revistas que yo buscaba, éstas podrían estar en varios sitios: o bien en la imprenta, encuadernándose, o bien en el almacén de la citada imprenta, o bien en cualquier rincón de la Hemeroteca, tiradas por el suelo, por falta de espacio y de estanterías. La última posibilidad la pude comprobar personalmente cuando, distraído con las fichas del archivo, apoyé mi pie derecho sobre un hermoso volumen encuadernado de uno de los periódicos más prestigiosos del país.

Mientras abandonaba aquel centro de cultura imaginé el precioso espacio que debe ocupar el sillón ministerial que da asiento a la oronda persona del ministro. Llegando a la boca de metro pensé que en esta tierra sobran ministros y falta cultura. En fin, no molestó más a don Iñigo, que ya está bien de abusar de su paciencia. Lástima .que él no haga lo mismo con nosotros. / .

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