Editorial:

Los Reyes

LA IMAGEN de la Reina expresando con un apretado abrazo su dolor y su solidaridad a los familiares de las víctimas del atentado etarra en la misma mañana del jueves conmovió profundamente a millones de españoles que contemplaban el programa informativo de Televisión. La emoción contenida de doña Sofía y el tremendo patetismo de la escena llegaron a las capas más profundas de la sensibilidad popular por su veracidad y autenticidad infalsificables. Las posteriores apariciones del Rey en la capilla ardiente y en las honras fúnebres, calaron igualmente en la receptividad emocional de una so...

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LA IMAGEN de la Reina expresando con un apretado abrazo su dolor y su solidaridad a los familiares de las víctimas del atentado etarra en la misma mañana del jueves conmovió profundamente a millones de españoles que contemplaban el programa informativo de Televisión. La emoción contenida de doña Sofía y el tremendo patetismo de la escena llegaron a las capas más profundas de la sensibilidad popular por su veracidad y autenticidad infalsificables. Las posteriores apariciones del Rey en la capilla ardiente y en las honras fúnebres, calaron igualmente en la receptividad emocional de una sociedad dotada, como la española, de una refinada cultura de los sentimientos.El temor a una interpretación maliciosa de las palabras de elogio hatia las personas de los Reyes no debe, sin embargo, bloquear su exteriorización. En nuestro país hay una vieja tradición de halagos al Poder, adulación cortesana y plumas palaciegas, contrarrestada por otra no menos antigua de dignidad exagerada y sentido patológico del ridículo que regatea o niega cualquier expresión admirativa hacia quienes están arriba. Frente a esas dos actitudes, y en unos momentos en los que el terrorismo acaba de golpear a la Guardia Real y la ultraderecha -incluida la de sangre azul- injuria y calumnia a los Reyes con un lenguaje que sacaría los colores al empedrado de cualquier barrio chino, parece obligado dejar constancia de que la sociedad española puede estar orgullosa de don Juan Carlos y doña Sofía, en cuyas emociones y actitudes la mayoría de los ciudadanos se han reconocido en estos crispados días.

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