Reportaje:El pronunciamiento del 23 de febrero

Los generales Armada y Milans del Bosch eran los jefe de la conspiracion del 23 de febrero, según Tejero

Los generales Armada y Milans del Bosch eran los jefes del golpe de Estado que se intentó en España el 23 de febrero, según se desprende de las declaraciones al juez instructor efectuadas por el teniente coronel Tejero y filtradas a la Prensa para intentar verter responsabilidades sobre altas instancias del Estado.El teniente coronel Tejero nunca creyó que le hubieran dejado solo en el Congreso, según consta en su declaración que instruye el sumario, «otros que se habían comprometido con él». De hecho, el general Armada le dijo que no sabía lo que podrían decir otras personas en el sumario, «p...

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Los generales Armada y Milans del Bosch eran los jefes del golpe de Estado que se intentó en España el 23 de febrero, según se desprende de las declaraciones al juez instructor efectuadas por el teniente coronel Tejero y filtradas a la Prensa para intentar verter responsabilidades sobre altas instancias del Estado.El teniente coronel Tejero nunca creyó que le hubieran dejado solo en el Congreso, según consta en su declaración que instruye el sumario, «otros que se habían comprometido con él». De hecho, el general Armada le dijo que no sabía lo que podrían decir otras personas en el sumario, «pero, por lo que me ha manifestado la operación era de carácter nacional».

A la pregunta de si alguna otra autoridad militar le había comunicado que dicha operación era de carácter nacional, Tejero dijo textualmente lo siguiente: «Que precisamente a su entrada en el Congreso el general Armada dijo que él era el jefe que tenía en Madrid y que, excepto las capitanías generales IX y 1, estaban en marcha en el resto, y que las insulares estaban dudosas».

El jefe de las fuerzas golpistas que entraron en el palacio de la carrera de San Jerónimo declaró que sí se contaba con la División Acorazada de la I Región Militar. «En la reunión a la que asistí el 18 de enero de 1981, invitado por el general Milans del Bosch, me encontré con el general Torres Rojas, el cual llegó tarde, y, al excusarse, le comunicó al general que venía de estar con el coronel San Martín y que estaba en una disposición estupenda y que le prepararía la división para ponerla bajo el mando del general Torres Rojas, y que el general Juste había dado su conformidad, pero que se marcharía de Madrid en esas fechas».

Tejero declaró también que en la reunión citada no estuvo el general Armada, por ser domingo, y por la posibilidad de que el Rey podría desplazarse a Baqueira y, por tanto, tendría que quedarse en Lérida. Informó también que en esa reunión estuvo el teniente coronel Mas, ayudante del general Milans del Bosch, «pero que no participó en la reunión». Según Tejero, la cita tuvo lugar en un piso de la madrileña calle del General Cabrera, aunque señaló que se trataba de un piso habitado, «sin que se pueda decir que perteneciera a alguno de los asistentes».

El teniente coronel Tejero asegura que el teniente general Milans del Bosch le dijo que «es necesaria la operación con un detonante preciso, ya que el Rey lo había intentado por medio de él a cuatro o cinco capitanes generales con mando, y hacerlo a la turca, pero que no se había efectuado dicha reunión, que la Monarquía estaba tambaleándose y que detrás de este Gobierno de UCD tenía como seguro que vendría otro marxista y que en una conversación del general Armada con el Rey y con la Reina, en Baqueira, vieron la necesidad de hacerlo así, diciéndome que la Reina había despedido a Armada con la frase de "Tú eres el único, Alfonso, que nos puede salvar».

Tejero prosigue afirmando que le comunicó a Milans del Bosch que él no era monárquico. A lo que éste le dijo «que él lo era visceral y que la única solución para España en esos momentos era fortalecer al Rey para que él, sentado atrás y mandando, pusiera las cosas en su sitio. Que no se iba a abolir la Constitución, pero que sí se iba a reformar algo y que iba a seguir la democracia, pero bien llevada».

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Tejero matizó que él no estaba de acuerdo con esos puntos, «aunque le hice notar que una de mis mayores preocupaciones era el terrorismo y el marxismo». A lo que Milans le respondió que «se acabaría con los terroristas y se congelaría el marxismo». Tejero continúa relatando que en ese momento entró el general Torres Rojas, pidiendo excusas por su tardanza, aunque diciendo que había estado con el coronel San Martín, y que era muy importante lo que había acordado. El coronel San Martín, siempre según la declaración del teniente coronel Tejero, veía la necesidad de la operación y se unía a la misma, y que él prepararía todo lo necesario en la División Acorazada, de la que es jefe de Estado Mayor. Así podría hacerse cargo de la misma el general Torres Rojas.

Según el teniente coronel golpista, el general Juste estaba también de acuerdo, pero prefería tomar las decisiones el citado general Torres Rojas. Juste se marcharía fuera de Madrid el día D. En la reunión se habló de la neutralización de los medios de comunicación y « al hablar de RTVE le dije al general Milans del Bosch que, si era necesario, quizá podría distraer algo de fuerza y tomarla», a lo que me contestó que de eso se encargaba el regimiento de la red permanente.

El general Torres Rojas le dijo que ese regimiento estaba mandado por el coronel Iñiguez, que era liberal y no de confianza, «cosa en la que le abundé yo mismo. Que quien la ocuparía sería el Regimiento de Villaviciosa, que al decirle que estaba mandado por el coronel Valencia, del que también tenía malas voces. En este aspecto me contestó contundentemente Milans del Bosch: es nuestro, y punto».

Tejero le hizo una exposición a Milans del Bosch sobre la preparación de la toma del Congreso. Este último le dio el visto bueno y le indicó que la operación se congelaría hasta tanto no fuera nombrado el general Armada segundo jefe de Estado Mayor, cosa que el Rey esperaba y poder vencer la rabiosa oposición del presidente Suárez.

El teniente coronel Tejero se encontraba en libertad después de la fallida operación Galaxia, desde el mes de mayo de 1980, y confesaba hallarse preocupado por la situación por la que atravesaba España. No obstante, procuraba mantener contactos, según confiesa, con personas militares en exclusiva, «que tengan una preocupación semejante a la mía». El general Milans del Bosch es el que se le señala a Tejero como el más preocupado de los capitanes generales, «ya que yo le había felicitado con motivo de algunas fiestas y patronas».

El teniente coronel Mas le asegura a Tejero que es difícil resolver la situación del país, «pero que, si nos unimos todos los que tenemos esta preocupación bajo el mando le un general como el mío, quizá hubiera arreglo».

Milans

propone la toma del Congreso

Tejero continúa informando que viajó a Valencia en varias ocasiones y por distintas formas, que recibió noticias del general Milans, que culmina diciéndole que era necesario, para que tuviera un buen fin la operación, un detonante de gran magnitud; que pensara en una operación del alcance de la toma de la Moncloa o del Congreso de los Diputados. «Estudié ambas», prosigue Tejero, «y vi mucho más difícil y de peores resultados la toma de la Moncloa que la del Congreso ». «se lo comuniqué así y me ordenó la preparación de la toma del Congreso. Yo consulté algunas cosas y le dije que tenía que ser una operación formada al completo, de uniforme y armamento. Y al consultarle la manera de trasladar la fuerza al Congreso, que no debía ser en autobús reglamentario para la sorpresa, base del éxito de la operación, me indicó que esos son detalles que los dejaba a mi elección». Antonio Tejero señala que a finales de diciembre compró seis autobuses de tercera mano, así como gabardinas para la fuerza, con el fin de que se la echasen sobre los hombros en el trayecto. También señala que hizo fotografías desde innumerables sitios y esquinas del Parlamento y consiguió información de las medidas de seguridad del local, y que se lo comunicó al general Milans del Bosch, el cual citó la referida fecha del 18 de enero pasado en un piso de la calle del General Cabrera. El teniente coronel golpista hace referencia al Congreso de UCD en Palma de Mallorca y a que seguramente «los marxistas del Congreso» le presentarían (a Suárez) una moción de censura «de la cual no podría salir, y entonces estaba el peligro del Gobierno socialista». En la reunión se habló de que acudirían a la sesión la totalidad de los diputados y de que sería el momento apropiado para tomar el Congreso.

«Se disuelve la reunión, pero ocurre, sin esperarlo yo», continúa Tejero, «la dimisión del presidente Suárez, y entonces entra la preocupación de si esto cambiaría algo las cosas».

Le comunican a Tejero que hay que esperar acontecimientos. Se acerca la investidura y el teniente coronel de la Guardia Civil sigue manteniendo sus contactos con Valencia. Desde allí le comunican que esta ocasión es también como la moción de censura, «y a dos fe- Pasa a página 12

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chas de la votación del viernes se me dice si podría hacerse entonces. Yo le pongo la pega de que el viernes por la tarde se da permiso de fin de semana a la fuerza y no sé las que yo podría reunir». Tejero insiste en que, si es necesario, lo intenta, aunque le comunican que, con toda seguridad, la votación se repetirá el lunes 23. Que lo tenga todo dispuesto para el lunes por la tarde y que recibirá órdenes más concretas en la madrugada del día 20.

En la declaración del teniente coronel Tejero se hace una amplia referencia al comandante Cortina, del Cesid, con quien se reunió en una calle del parque de las Avenidas y, posteriormente, en el domicilio de éste. Cortina le indica que conoce al dedillo la operación de la que el general Armada es el jefe y, al decirle Tejero que creía que el mando estaba en manos del general Milans del Bosch, le contestó el comandante que «el mando es bicéfalo, pero la cabeza del águila del general Armada es mayor que la de Milans del Bosch; que el Rey apoya esta operación, de la que (Armada) es el verdadero jefe ».

El comandante Cortina le comunica que todo va a salir bien, que los socialistas no van a dar la menor guerra, ya que, si oyen una frase similar a «el elefante está aquí» o «ha llegado», aceptarán lo que proponga el que lo dice. Los socialistas del Congreso son más bien socialdemócratas y ven también la necesidad de un golpe de Timón. Le refiere, asimismo, que tendrían que estar aproximadamente dos horas sólos en el Congreso y que entonces llegaría la autoridad militar y que serían relevados.

Tejero afirma que el general Milans del Bosch le dijo que el comandante Cortina era de absoluta confianza y que obedecería las órdenes del general Armada. Hay una cita con el comandante Cortina en una cafetería del hotel Cuzco y, posteriormente, en la calle del Pintor Juan Gris, número 5, en el tercer piso. Allí estaba el general Armada. «Yo le digo que sí, que estoy dispuesto para tomar el Congreso, el lunes por la tarde, sobre las seis y cuarto o seis y media». Armada me responde: «A las 18.10, que en estas operaciones cuentan hasta los segundos». Se quedó en que, una vez que hubiéramos entrado en el palacio de la carrera de San Jerónimo se gritaría: «¡Viva el Rey!» Y «¡Viva España!» y que, en todo momento, se haría saber a los diputados que estaban a las órdenes del Rey, que éste estaba plenamente convencido de la necesidad de esta acción y que la apoyaba. Tejero afirma también en su declaración que el puesto de mando del general Armada a partir de la toma del Congreso estaría en la Zarzuela, junto al Rey, porque, dice el propio Tejero, el Monarca es algo voluble, y que la entrada de las fuerzas en la Cámara era en favor de España, de la Corona y de la democracia. También indica que le pidió un teléfono a Armada donde pudiera comunicarle lo que fuera necesario, diciéndole (Armada) que sólo en caso muy grave lo hiciera allí (la Zarzuela), y que para ' esas cuestiones tácticas se enlazara con el general Milans del Bosch.

La conexión de Milans con Tejero

Los tenientes coroneles Tejero y Mas se vieron en dos ocasiones en Madrid entre junio y mayo de 1980. Aunque se reunieron a almorzar en un restaurante-taberna de la capital de España, las prinpales conversaciones las celebraban paseando por la calle. El lugar y de cita era la plaza de Roma. La a comunicación Tejero-Milans del Bosch se hacía principalmente a través del teniente coronel Mas, ayudante del ex capitán general de Valencia, aunque entre ambos se cruzaban también comunicaciones o por escrito, principalmente cartas, a pero sin rúbrica.

En opinión del teniente coronel golpista, no había ningún paisano entre los guardias civiles que secundaron su acción del Congreso, aunque reconoce que la persona que vestía anorak verde y pantalón vaquero era un cabo de la Guardia Civil.. Precisamente, este y cabo, al parecer llamado Patxi, se 1 encontraba en la tarde del 23 de febrero visitando a sus compañeros del Escuadrón de Caballería de la Guardia Civil, ya que él está destinado en la Guardia Real, y, al ponerse en marcha la operación de asalto, se unió a los que la llevaron a cabo.

Según Tejero, él no conserva ni fotografías ni ninguna otra prueba de la información que fue recogiendo sobre el palacio del Congreso de los Diputados con antelación al 23 de febrero, y afirma que esta información la obtuvo recorriendo las inmediaciones y frecuentando los bares de la zona de la Carrera de San Jerónimo, en los que conversaba en la barra con conserjes y policías nacionales habitualmente en el interior de las Cortes.

El militar golpista confirma sus referencias de la calle del General Cabrera, donde se celebró la reunión entre Milans, Torres Rojas, Mas y Tejero, situándola en las proximidades de la calle de Orense, entre General Yagüe y Mártires de Paracuellos.

En cuanto al llamado Diego, Tejero dice: «Creo que se refiere al coronel de Estado Mayor de la Capitanía General (Valencia), porque creo que es con el que habló el teniente coronel Alcalá Galiano desde el Congreso».

Asimismo señaló que cuando habló desde el Congreso con el coronel Diego Ibáñez, a través del teléfono, éste le comunicó: «Deténlo», -refiriéndose al coronel Alcalá Galiano, jefe de la Policía Nacional de Madrid. Tejero le pasó el teléfono al propio Alcalá Galiano, quien, al escuchar al coronel Diego Ibáñez, manifestó: «Está loco».

Tejero indica también en su versión de los hechos que fue el coronel del Estado Mayor de la II Región Militar quien le comunicó que la operación de asalto al Congreso era posible. El teniente coronel golpista precisa también que le pareció mucho el plazo de dos horas fijado desde la Capitanía General de Valencia para que hiciera acto de presencia «la autoridad militar» que se esperaba, por lo que señaló desde un principio que llegaría a los veinte minutos, «con el propósito de ir prolongando el plazo».

Posteriormente se refiere a las reuniones de la calle del Pintor Juan Gris, expresando que a ellas acudían los militares convocados de paisano y nunca con uniforme militar. También afirma que, además del comandante Cortina, fue Pardo de Santayana otra de las personas que le puso en su conocimiento que el general Armada estaba al tanto de los preparativos del golpe.

En cuanto a la finalidad política de la operación, dijo: «Pusimos las directrices principales que nos habían hecho tomar parte en la operación en un comunicado que

se redactó en el Palacio del Congreso». El borrador lo hizo Tejero y fue pasado a limpio por otra persona. Este fue enviado a una agencia de noticias, que fue la encargada de distribuirlo. Como se recordará, esta agencia fue Europa Press.

A pesar de ser consciente de la importancia de su misión, Tejero se sintió siempre un subordinado. Por eso, en su conocida conversación telefónica con el periodista Juan Pla, último director de El Imparcial, le indicó que estaba a las órdenes del Rey y del general Milans del Bosch, y que estaban esperando a la autoridad militar competente.

El teniente coronel golpista, a esas alturas, ya estaba convencido de que los argumentos que le habían expuesto Armada, Milans del Bosch y Torres Rojas para Justificar la acción eran precisamente los que él sostenía con respecto a la situación del país. Aunque no conocía los nombres de las personas que podrían formar parte del hipotético y futuro Gobierno, sus ideales de erradicación del terrorismo, ¡legalización del marxismo, orden y paz estaban recogidos en el proyecto al que se había unido.

Estos argumentos fueron los que produjeron sorpresa a Tejero ,cuando oyó, de labios del propio general Armada, cuando éste penetró en el Congreso, que se había producido un cambio de planes. Tejero creyó que el cambio se debía a que el Rey, a quien desde el principio él situaba en el vértice de la operación, estaba amenazado o secuestrado.

Tejero acusa

Siempre según las declaraciones del teniente coronel Tejero, el sentido de la disciplina fue el que le llevó, en última instancia, a sacar la pistola de que disponía en el momento del asalto al Congreso ante la presencia de su director, el general Aramburu. Pero el propio Tejero estaba convencido de que la pistola en cuestión estaba encasquillada a partir del momento en que se produjo el tiroteo en el hemiciclo.

Es más, el propio Tejero llegó a pensar, en el momento en que el general Aramburu le pidió que se rindiera, en que éste podría estar implicado en el intento golpista. Para él, la actitud con que le exigió su rendición y la de sus guardias no fue lo suficientemente firme, sobre todo en consonancia con los hechos que se desarrollaban en aquel momento.

Para la operación de toma del Congreso, Tejero quería mantener intacto el factor sorpresa. Como era necesario contar con medios de transporte suficientes, el teniente coronel pensó en alquilar algunos autobuses. Esto se producía unas semanas antes de finalizar el año.

En el ínterin, una personal probablemente su anterior abogado, advirtió a Tejero de la existencia de seis autobuses fuera de servicio, pero que aún funcionaban. Después de asegurarse del estado mecánico de los vehículos, el teniente coronel dio la orden de que se compraran, y que la compra se hiciera a nombre de su esposa, Carmen Díaz Pereira.

El abogado de Tejero necesitó documentos personales de la compradora, y para que ésta no se enterara de los pormenores de la operación engañó a su mujer para que otorgara un poder a nombre del letrado de Gregorio, con el argumento de que iba a comprar una pequeña finca en Velilla de San Antonio. Carmen Díaz Pereira firmó el poder.

Para el pago de los autobuses, Tejero dice que sólo disponía de cuatro de sus pagas adelantadas, más algunos ahorros procedentes de la herencia de un familiar. La operación se redondeó en tres millones de pesetas, que Tejero abonó en metálico. Los seis autobuses que luego se utilizarían para el transporte de los guardias civiles permanecieron durante mes y medio en Fuenlabrada, donde estaban, hasta que el propio teniente coronel alquiló un garaje más apropiado para la finalidad perseguida.

Otro aspecto en el que Tejero insiste es que conoció al general Torres Rojas en la prisión de Alcalá de Henares, donde el primero estaba recluido por su implicación en la operación Galaxia. Al coronel San Martín no llegó a conocerle hasta el mismo día de la ocupación del Congreso.

Tejero afirma que el general Torres Rojas formaba parte de la operación cuando el general Armada, al final de la conversación celebrada en la calle del Pintor Juan Gris, el 20 de febrero de este año, le dijo: «El puño de La Coruña ya está en vuelo para acá».

A pesar de tener casi completamente diseñada la operación de asalto al Congreso de los Diputados, Tejero no informó de ella al coronel Manchado hasta las once de la mañana del mismo día 23, fecha del golpe. Esa mañana intentó convencer al coronel de que necesitaba de una fuerza de guardias civiles para poder realizar un servicio muy especial, a las órdenes de los generales Milans del Bosch v Armada, ordenado por el Rey que sería la salvación de España, la Corona y la democracia.

El coronel Manchado no estaba muy convencido de lo que Tejero le decía y se mostró remiso desde un primer momento, a hacer lo que el teniente coronel le pedía. Sin embargo, sí pudo Tejero convencer al coronel para que convocara una revista de armamento, para unos trescientos guardias civiles, a las 16.30 de la tarde del lunes 23.

En un momento determinado, y viendo que no podía conseguir de su superior la colaboración que esperaba, Antonio Tejero se puso la pistola al cinto y, en tonos melodramáticos, aseguró que él se iría sólo al Congreso, porque a él nadie le diría nunca que había traicionado a alguien o no había cumplido con lo que los demás esperaban de él. La discusión terminó con la marcha de los contertulios al garaje, donde estaban formados los guardias civiles que habían sido convocados a la revista de armamento.

El coronel Manchado y el capitán Abad aseguraron a sus guardias que lo que iban a hacer era por España, por la Corona y por la democracia. Todos preparados ya, comenzó el embarque de los guardias en los autobuses que ya habían sido comprados con antelación.

Tras el recorrido por Madrid, los autobuses, y con ellos sus ocupantes, llegaron al palacio del Congreso. Una vez allí, Tejero se bajó en marcha del que ocupaba y entró, sin mirar para atrás, para asegurarse de que le seguían sus guardias, en el edificio.

Ante él se encontró con un buen número de policías de escolta, a los que intimidó con el grito de: «Al suelo». Inmediatamente se dirigió al hemiciclo, desde el que, ordenando inmovilidad a los diputados, dio comienzo el día más largo vivido por la democracia española.

Tejero insistió en la redacción de un documento de rendición en el que se recogiera, entre otras cosas, la forma en la que se efectuara su salida y la de la fuerza que mandaba en el Congreso. Es más: para asegurarse de que tales condiciones llegarían a cumplirse en su momento consiguió que el general Sáenz de Santamaría leyera ante los micrófonos de la radio el documento final, firmado, como estaba, por el general Armada.

Cuando ya los parlamentarios habían abandonado el edificio -después de que Landelino Lavilla le pidiera permiso: «Señor teniente coronel, si le parece, irán abandonando el hemiciclo en el orden acostumbrado-, Tejero formó a los guardias que todavía quedaban dentro del Congreso y le dio novedades al capitán de navío Menéndez, la máxima autoridad militar que en ese momento se encontraba todavía en el edifico. Una vez cumplido el protocolo militar, los guardias desfilaron camino de los autobuses que les esperaban a la puerta.

Armada establece relaciones internacionales

En la prisión militar de La Palma, en que se haya recluido Antonio Tejero, sigue manteniendo que lo que él llama el «mando de la operación» golpista tenía convicciones monárquicas e incluso recuerda que en las conversaciones mantenidas con los implicados había una coincidencia casi general en admitir que la democracia era irreversible, pero tenía que ser otro tipo de democracia. «Esta democracia es un padecimiento», piensa Tejero. También recuerda el coronel sedicioso que alguno de los integrados en el «mando de la operación» había dicho que tanto el Gobierno norteamericano como el Vaticano habían sido sondeados por indicación del general Armada, y que ambos habían dicho que se trataba de un asunto interno de España, aunque se mostraban conformes con la Monarquía constitucional. El Departamento de Estado desmintió ayer que hubiera existido el menor contacto con los golpistas. «Estados Unidos», dijo un portavoz, «ha sostenido y sostiene firmemente el rnantenimiento de la democracia en España».

En la película retrospectiva que tantas veces se ha pasado a sí mismo desde aquel 23-24 de febrero, Tejero busca pretextos para justificar la actuación de «sus guardias» en el Congreso de los Diputados. Dice que no recuerda quiénes, en concreto, fueron los que pusieron las manos encima al teniente general Gutiérrez Mellado. «Si lo hicieron», afirma, «es porque yo les ordené desde la tribuna que lo tiraran al suelo». Tejero todavía va más en su actitud exculpatoria para con los agresores del general Gutiérrez Mellado: « Es cuando veo que no se atreven a tirarlo al suelo cuando yo intento ponerle la zancadilla». Recalca, eso sí, que él tuvo buen cuidado en apartar la mano derecha para evitar que la pistola se disparara en el forcejeo. Niega haber apuntado con la pistola al presidente del Congreso. «La orden clara era no derramar sangre», afirma.

Recuerda Tejero las visitas que tuvo en la larga noche del 23 al 24. Entre ellas la del coronel Juan Castillejos, duque de Montealegre, gran amigo del marqués de Villaverde, que dio una vuelta por el palacio de la Carrera de San Jerónimo vestido de paisano, hecho que le valió un arresto de dos meses, impuesto por el capitán general de la III Región Militar, Antonio Pacual, Galmes, que sucedió a Milans del Bosch en la Capitanía General de Valencia. Al parecer, el arresto le fue impuesto por ausentarse de su destino sin el debido permiso. Tejero afirma que se trata de una visita innecesaria, pues si bien le conoce desde hace tiempo, ni es amigo suyo ni estaba implicado en la operación.

Muy otra fue su reacción ante los comisarlos Ballesteros y Fernández Dopico, que la semana anterior habían dimitido de sus cargos como jefe de la Comisaría General de Información y director general de la Policía, respectivamente, como reacción al caso del terrorista Arregui, muerto en la prisión de Carabanchel después de haber salido en grave estado de los calabozos policiales. «Sois unos tíos cojonudos», les dijo Tejero al verlos, y les dejó circular libremente por el interior del palacio del Congreso. Tanto Ballesteros como Dopico fueron enviados por Laína, según se ha sabido después, para que obtuvieran confirmación precisa para desbaratar la intentona.

Respecto a las llamadas telefónicas el coronel sedicioso no se explica cómo se ha podido decir que le llamó el general Sabino Fernández Campo, invitándole a que depusiera su actitud, si no habló para nada con él. La primera llamada que hizo Tejero fue al general Milans del Bosch, para comunicarle que el objetivo había sido alcanzado, lo del anuncio de que en dos horas llegaría la autoridad militar y el momento en que se produciría el relevo por parte de la División Acorazada y el regimiento Pavía, que, por cierto, no pertenece a esta división.

Insiste Tejero en que no sabía quién iba a ser la autoridad militar que tenía que personarse en el Congreso. Sólo sabía que quien fuera tenía que decir la contraseña «Duque de Ahumada», que, de acuerdo con lo convenido, le abría paso hasta el hemiciclo para dirigirse a los diputados. El general Armada, en su primera visita utilizó la contraseña, pero Tejero da a entender que no lo hizo en los términos convenidos, pues lo hizo para acceder al Congreso -no para acceder al hemiciclo-. Entiende Tejero que tratándose de Armada, «el jefe de la operación», no tenía por qué haber utilizado la contra seña para acceder al Congreso. Tal vez por esa razón no le dejó dirigirse a los diputados. En cambio, afirma que si en el momento de entrar, Armada le hubiera dicho que le sustituía por otra fuerza y le asignara una misión distinta, incluso fuera del Congreso, le hubiera obedecido sin vacilar. Sin embargo, la conversación con Armada fue decepcionante para él.

Hubo un momento en que Armada le dijo: «Yo amo a España más que nada». A lo que Tejero replicó: «No me haga reir, mi general. El último de mis guardias la ama más que usted».

Los generales Armada y Milans del Bosch eran los jefes del golpe de Estado que se intentó en España el 23 de febrero, según se desprende de las declaraciones al juez instructor efectuadas por el teniente coronel Tejero y filtradas a la Prensa para intentar verter responsabilidades sobre altas instancias del Estado.

El teniente coronel Tejero nunca creyó que le hubieran dejado solo en el Congreso, según consta en su declaración que instruye el sumario, «otros que se habían comprometido con él». De hecho, el general Armada le dijo que no sabía lo que podrían decir otras personas en el sumario, «pero, por lo que me ha manifestado la operación era de carácter nacional».

A la pregunta de si alguna otra autoridad militar le había comunicado que dicha operación era de carácter nacional, Tejero dijo textualmente lo siguiente: «Que precisamente a su entrada en el Congreso el general Armada dijo que él era el jefe que tenía en Madrid y que, excepto las capitanías generales IX y 1, estaban en marcha en el resto, y que las insulares estaban dudosas».

El jefe de las fuerzas golpistas que entraron en el palacio de la carrera de San Jerónimo declaró que sí se contaba con la División Acorazada de la I Región Militar. «En la reunión a la que asistí el 18 de enero de 1981, invitado por el general Milans del Bosch, me encontré con el general Torres Rojas, el cual llegó tarde, y, al excusarse, le comunicó al general que venía de estar con el coronel San Martín y que estaba en una disposición estupenda y que le prepararía la división para ponerla bajo el mando del general Torres Rojas, y que el general Juste había dado su conformidad, pero que se marcharía de Madrid en esas fechas».

Tejero declaró también que en la reunión citada no estuvo el general Armada, por ser domingo, y por la posibilidad de que el Rey podría desplazarse a Baqueira y, por tanto, tendría que quedarse en Lérida. Informó también que en esa reunión estuvo el teniente coronel Mas, ayudante del general Milans del Bosch, «pero que no participó en la reunión». Según Tejero, la cita tuvo lugar en un piso de la madrileña calle del General Cabrera, aunque señaló que se trataba de un piso habitado, «sin que se pueda decir que perteneciera a alguno de los asistentes».

El teniente coronel Tejero asegura que el teniente general Milans del Bosch le dijo que «es necesaria la operación con un detonante preciso, ya que el Rey lo había intentado por medio de él a cuatro o cinco capitanes generales con mando, y hacerlo a la turca, pero que no se había efectuado dicha reunión, que la Monarquía estaba tambaleándose y que detrás de este Gobierno de UCD tenía como seguro que vendría otro marxista y que en una conversación del general Armada con el Rey y con la Reina, en Baqueira, vieron la necesidad de hacerlo así, diciéndome que la Reina había despedido a Armada con la frase de "Tú eres el único, Alfonso, que nos puede salvar».

Tejero prosigue afirmando que le comunicó a Milans del Bosch que él no era monárquico. A lo que éste le dijo «que él lo era visceral y que la única solución para España en esos momentos era fortalecer al Rey para que él, sentado atrás y mandando, pusiera las cosas en su sitio. Que no se iba a abolir la Constitución, pero que sí se iba a reformar algo y que iba a seguir la democracia, pero bien llevada».

Tejero matizó que él no estaba de acuerdo con esos puntos, «aunque le hice notar que una de mis mayores preocupaciones era el terrorismo y el marxismo». A lo que Milans le respondió que «se acabaría con los terroristas y se congelaría el marxismo». Tejero continúa relatando que en ese momento entró el general Torres Rojas, pidiendo excusas por su tardanza, aunque diciendo que había estado con el coronel San Martín, y que era muy importante lo que había acordado. El coronel San Martín, siempre según la declaración del teniente coronel Tejero, veía la necesidad de la operación y se unía a la misma, y que él prepararía todo lo necesario en la División Acorazada, de la que es jefe de Estado Mayor. Así podría hacerse cargo de la misma el general Torres Rojas.

Según el teniente coronel golpista, el general Juste estaba también de acuerdo, pero prefería tomar las decisiones el citado general Torres Rojas. Juste se marcharía fuera de Madrid el día D. En la reunión se habló de la neutralización de los medios de comunicación y « al hablar de RTVE le dije al general Milans del Bosch que, si era necesario, quizá podría distraer algo de fuerza y tomarla», a lo que me contestó que de eso se encargaba el regimiento de la red permanente.

El general Torres Rojas le dijo que ese regimiento estaba mandado por el coronel Iñiguez, que era liberal y no de confianza, «cosa en la que le abundé yo mismo. Que quien la ocuparía sería el Regimiento de Villaviciosa, que al decirle que estaba mandado por el coronel Valencia, del que también tenía malas voces. En este aspecto me contestó contundentemente Milans del Bosch: es nuestro, y punto».

Tejero le hizo una exposición a Milans del Bosch sobre la preparación de la toma del Congreso. Este último le dio el visto bueno y le indicó que la operación se congelaría hasta tanto no fuera nombrado el general Armada segundo jefe de Estado Mayor, cosa que el Rey esperaba y poder vencer la rabiosa oposición del presidente Suárez.

El teniente coronel Tejero se encontraba en libertad después de la fallida operación Galaxia, desde el mes de mayo de 1980, y confesaba hallarse preocupado por la situación por la que atravesaba España. No obstante, procuraba mantener contactos, según confiesa, con personas militares en exclusiva, «que tengan una preocupación semejante a la mía». El general Milans del Bosch es el que se le señala a Tejero como el más preocupado de los capitanes generales, «ya que yo le había felicitado con motivo de algunas fiestas y patronas».

El teniente coronel Mas le asegura a Tejero que es difícil resolver la situación del país, «pero que, si nos unimos todos los que tenemos esta preocupación bajo el mando le un general como el mío, quizá hubiera arreglo».

Milans

propone la toma del Congreso

Tejero continúa informando que viajó a Valencia en varias ocasiones y por distintas formas, que recibió noticias del general Milans, que culmina diciéndole que era necesario, para que tuviera un buen fin la operación, un detonante de gran magnitud; que pensara en una operación del alcance de la toma de la Moncloa o del Congreso de los Diputados. «Estudié ambas», prosigue Tejero, «y vi mucho más difícil y de peores resultados la toma de la Moncloa que la del Congreso ». «se lo comuniqué así y me ordenó la preparación de la toma del Congreso. Yo consulté algunas cosas y le dije que tenía que ser una operación formada al completo, de uniforme y armamento. Y al consultarle la manera de trasladar la fuerza al Congreso, que no debía ser en autobús reglamentario para la sorpresa, base del éxito de la operación, me indicó que esos son detalles que los dejaba a mi elección». Antonio Tejero señala que a finales de diciembre compró seis autobuses de tercera mano, así como gabardinas para la fuerza, con el fin de que se la echasen sobre los hombros en el trayecto. También señala que hizo fotografías desde innumerables sitios y esquinas del Parlamento y consiguió información de las medidas de seguridad del local, y que se lo comunicó al general Milans del Bosch, el cual citó la referida fecha del 18 de enero pasado en un piso de la calle del General Cabrera. El teniente coronel golpista hace referencia al Congreso de UCD en Palma de Mallorca y a que seguramente «los marxistas del Congreso» le presentarían (a Suárez) una moción de censura «de la cual no podría salir, y entonces estaba el peligro del Gobierno socialista». En la reunión se habló de que acudirían a la sesión la totalidad de los diputados y de que sería el momento apropiado para tomar el Congreso.

«Se disuelve la reunión, pero ocurre, sin esperarlo yo», continúa Tejero, «la dimisión del presidente Suárez, y entonces entra la preocupación de si esto cambiaría algo las cosas».

Le comunican a Tejero que hay que esperar acontecimientos. Se acerca la investidura y el teniente coronel de la Guardia Civil sigue manteniendo sus contactos con Valencia. Desde allí le comunican que esta ocasión es también como la moción de censura, «y a dos fe- Pasa a página 12

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chas de la votación del viernes se me dice si podría hacerse entonces. Yo le pongo la pega de que el viernes por la tarde se da permiso de fin de semana a la fuerza y no sé las que yo podría reunir». Tejero insiste en que, si es necesario, lo intenta, aunque le comunican que, con toda seguridad, la votación se repetirá el lunes 23. Que lo tenga todo dispuesto para el lunes por la tarde y que recibirá órdenes más concretas en la madrugada del día 20.

En la declaración del teniente coronel Tejero se hace una amplia referencia al comandante Cortina, del Cesid, con quien se reunió en una calle del parque de las Avenidas y, posteriormente, en el domicilio de éste. Cortina le indica que conoce al dedillo la operación de la que el general Armada es el jefe y, al decirle Tejero que creía que el mando estaba en manos del general Milans del Bosch, le contestó el comandante que «el mando es bicéfalo, pero la cabeza del águila del general Armada es mayor que la de Milans del Bosch; que el Rey apoya esta operación, de la que (Armada) es el verdadero jefe ».

El comandante Cortina le comunica que todo va a salir bien, que los socialistas no van a dar la menor guerra, ya que, si oyen una frase similar a «el elefante está aquí» o «ha llegado», aceptarán lo que proponga el que lo dice. Los socialistas del Congreso son más bien socialdemócratas y ven también la necesidad de un golpe de Timón. Le refiere, asimismo, que tendrían que estar aproximadamente dos horas sólos en el Congreso y que entonces llegaría la autoridad militar y que serían relevados.

Tejero afirma que el general Milans del Bosch le dijo que el comandante Cortina era de absoluta confianza y que obedecería las órdenes del general Armada. Hay una cita con el comandante Cortina en una cafetería del hotel Cuzco y, posteriormente, en la calle del Pintor Juan Gris, número 5, en el tercer piso. Allí estaba el general Armada. «Yo le digo que sí, que estoy dispuesto para tomar el Congreso, el lunes por la tarde, sobre las seis y cuarto o seis y media». Armada me responde: «A las 18.10, que en estas operaciones cuentan hasta los segundos». Se quedó en que, una vez que hubiéramos entrado en el palacio de la carrera de San Jerónimo se gritaría: «¡Viva el Rey!» Y «¡Viva España!» y que, en todo momento, se haría saber a los diputados que estaban a las órdenes del Rey, que éste estaba plenamente convencido de la necesidad de esta acción y que la apoyaba. Tejero afirma también en su declaración que el puesto de mando del general Armada a partir de la toma del Congreso estaría en la Zarzuela, junto al Rey, porque, dice el propio Tejero, el Monarca es algo voluble, y que la entrada de las fuerzas en la Cámara era en favor de España, de la Corona y de la democracia. También indica que le pidió un teléfono a Armada donde pudiera comunicarle lo que fuera necesario, diciéndole (Armada) que sólo en caso muy grave lo hiciera allí (la Zarzuela), y que para ' esas cuestiones tácticas se enlazara con el general Milans del Bosch.

La conexión de Milans con Tejero

Los tenientes coroneles Tejero y Mas se vieron en dos ocasiones en Madrid entre junio y mayo de 1980. Aunque se reunieron a almorzar en un restaurante-taberna de la capital de España, las prinpales conversaciones las celebraban paseando por la calle. El lugar y de cita era la plaza de Roma. La a comunicación Tejero-Milans del Bosch se hacía principalmente a través del teniente coronel Mas, ayudante del ex capitán general de Valencia, aunque entre ambos se cruzaban también comunicaciones o por escrito, principalmente cartas, a pero sin rúbrica.

En opinión del teniente coronel golpista, no había ningún paisano entre los guardias civiles que secundaron su acción del Congreso, aunque reconoce que la persona que vestía anorak verde y pantalón vaquero era un cabo de la Guardia Civil.. Precisamente, este y cabo, al parecer llamado Patxi, se 1 encontraba en la tarde del 23 de febrero visitando a sus compañeros del Escuadrón de Caballería de la Guardia Civil, ya que él está destinado en la Guardia Real, y, al ponerse en marcha la operación de asalto, se unió a los que la llevaron a cabo.

Según Tejero, él no conserva ni fotografías ni ninguna otra prueba de la información que fue recogiendo sobre el palacio del Congreso de los Diputados con antelación al 23 de febrero, y afirma que esta información la obtuvo recorriendo las inmediaciones y frecuentando los bares de la zona de la Carrera de San Jerónimo, en los que conversaba en la barra con conserjes y policías nacionales habitualmente en el interior de las Cortes.

El militar golpista confirma sus referencias de la calle del General Cabrera, donde se celebró la reunión entre Milans, Torres Rojas, Mas y Tejero, situándola en las proximidades de la calle de Orense, entre General Yagüe y Mártires de Paracuellos.

En cuanto al llamado Diego, Tejero dice: «Creo que se refiere al coronel de Estado Mayor de la Capitanía General (Valencia), porque creo que es con el que habló el teniente coronel Alcalá Galiano desde el Congreso».

Asimismo señaló que cuando habló desde el Congreso con el coronel Diego Ibáñez, a través del teléfono, éste le comunicó: «Deténlo», -refiriéndose al coronel Alcalá Galiano, jefe de la Policía Nacional de Madrid. Tejero le pasó el teléfono al propio Alcalá Galiano, quien, al escuchar al coronel Diego Ibáñez, manifestó: «Está loco».

Tejero indica también en su versión de los hechos que fue el coronel del Estado Mayor de la II Región Militar quien le comunicó que la operación de asalto al Congreso era posible. El teniente coronel golpista precisa también que le pareció mucho el plazo de dos horas fijado desde la Capitanía General de Valencia para que hiciera acto de presencia «la autoridad militar» que se esperaba, por lo que señaló desde un principio que llegaría a los veinte minutos, «con el propósito de ir prolongando el plazo».

Posteriormente se refiere a las reuniones de la calle del Pintor Juan Gris, expresando que a ellas acudían los militares convocados de paisano y nunca con uniforme militar. También afirma que, además del comandante Cortina, fue Pardo de Santayana otra de las personas que le puso en su conocimiento que el general Armada estaba al tanto de los preparativos del golpe.

En cuanto a la finalidad política de la operación, dijo: «Pusimos las directrices principales que nos habían hecho tomar parte en la operación en un comunicado que

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se redactó en el Palacio del Congreso». El borrador lo hizo Tejero y fue pasado a limpio por otra persona. Este fue enviado a una agencia de noticias, que fue la encargada de distribuirlo. Como se recordará, esta agencia fue Europa Press.

A pesar de ser consciente de la importancia de su misión, Tejero se sintió siempre un subordinado. Por eso, en su conocida conversación telefónica con el periodista Juan Pla, último director de El Imparcial, le indicó que estaba a las órdenes del Rey y del general Milans del Bosch, y que estaban esperando a la autoridad militar competente.

El teniente coronel golpista, a esas alturas, ya estaba convencido de que los argumentos que le habían expuesto Armada, Milans del Bosch y Torres Rojas para Justificar la acción eran precisamente los que él sostenía con respecto a la situación del país. Aunque no conocía los nombres de las personas que podrían formar parte del hipotético y futuro Gobierno, sus ideales de erradicación del terrorismo, ¡legalización del marxismo, orden y paz estaban recogidos en el proyecto al que se había unido.

Estos argumentos fueron los que produjeron sorpresa a Tejero ,cuando oyó, de labios del propio general Armada, cuando éste penetró en el Congreso, que se había producido un cambio de planes. Tejero creyó que el cambio se debía a que el Rey, a quien desde el principio él situaba en el vértice de la operación, estaba amenazado o secuestrado.

Tejero acusa

Siempre según las declaraciones del teniente coronel Tejero, el sentido de la disciplina fue el que le llevó, en última instancia, a sacar la pistola de que disponía en el momento del asalto al Congreso ante la presencia de su director, el general Aramburu. Pero el propio Tejero estaba convencido de que la pistola en cuestión estaba encasquillada a partir del momento en que se produjo el tiroteo en el hemiciclo.

Es más, el propio Tejero llegó a pensar, en el momento en que el general Aramburu le pidió que se rindiera, en que éste podría estar implicado en el intento golpista. Para él, la actitud con que le exigió su rendición y la de sus guardias no fue lo suficientemente firme, sobre todo en consonancia con los hechos que se desarrollaban en aquel momento.

Para la operación de toma del Congreso, Tejero quería mantener intacto el factor sorpresa. Como era necesario contar con medios de transporte suficientes, el teniente coronel pensó en alquilar algunos autobuses. Esto se producía unas semanas antes de finalizar el año.

En el ínterin, una personal probablemente su anterior abogado, advirtió a Tejero de la existencia de seis autobuses fuera de servicio, pero que aún funcionaban. Después de asegurarse del estado mecánico de los vehículos, el teniente coronel dio la orden de que se compraran, y que la compra se hiciera a nombre de su esposa, Carmen Díaz Pereira.

El abogado de Tejero necesitó documentos personales de la compradora, y para que ésta no se enterara de los pormenores de la operación engañó a su mujer para que otorgara un poder a nombre del letrado de Gregorio, con el argumento de que iba a comprar una pequeña finca en Velilla de San Antonio. Carmen Díaz Pereira firmó el poder.

Para el pago de los autobuses, Tejero dice que sólo disponía de cuatro de sus pagas adelantadas, más algunos ahorros procedentes de la herencia de un familiar. La operación se redondeó en tres millones de pesetas, que Tejero abonó en metálico. Los seis autobuses que luego se utilizarían para el transporte de los guardias civiles permanecieron durante mes y medio en Fuenlabrada, donde estaban, hasta que el propio teniente coronel alquiló un garaje más apropiado para la finalidad perseguida.

Otro aspecto en el que Tejero insiste es que conoció al general Torres Rojas en la prisión de Alcalá de Henares, donde el primero estaba recluido por su implicación en la operación Galaxia. Al coronel San Martín no llegó a conocerle hasta el mismo día de la ocupación del Congreso.

Tejero afirma que el general Torres Rojas formaba parte de la operación cuando el general Armada, al final de la conversación celebrada en la calle del Pintor Juan Gris, el 20 de febrero de este año, le dijo: «El puño de La Coruña ya está en vuelo para acá».

A pesar de tener casi completamente diseñada la operación de asalto al Congreso de los Diputados, Tejero no informó de ella al coronel Manchado hasta las once de la mañana del mismo día 23, fecha del golpe. Esa mañana intentó convencer al coronel de que necesitaba de una fuerza de guardias civiles para poder realizar un servicio muy especial, a las órdenes de los generales Milans del Bosch v Armada, ordenado por el Rey que sería la salvación de España, la Corona y la democracia.

El coronel Manchado no estaba muy convencido de lo que Tejero le decía y se mostró remiso desde un primer momento, a hacer lo que el teniente coronel le pedía. Sin embargo, sí pudo Tejero convencer al coronel para que convocara una revista de armamento, para unos trescientos guardias civiles, a las 16.30 de la tarde del lunes 23.

En un momento determinado, y viendo que no podía conseguir de su superior la colaboración que esperaba, Antonio Tejero se puso la pistola al cinto y, en tonos melodramáticos, aseguró que él se iría sólo al Congreso, porque a él nadie le diría nunca que había traicionado a alguien o no había cumplido con lo que los demás esperaban de él. La discusión terminó con la marcha de los contertulios al garaje, donde estaban formados los guardias civiles que habían sido convocados a la revista de armamento.

El coronel Manchado y el capitán Abad aseguraron a sus guardias que lo que iban a hacer era por España, por la Corona y por la democracia. Todos preparados ya, comenzó el embarque de los guardias en los autobuses que ya habían sido comprados con antelación.

Tras el recorrido por Madrid, los autobuses, y con ellos sus ocupantes, llegaron al palacio del Congreso. Una vez allí, Tejero se bajó en marcha del que ocupaba y entró, sin mirar para atrás, para asegurarse de que le seguían sus guardias, en el edificio.

Ante él se encontró con un buen número de policías de escolta, a los que intimidó con el grito de: «Al suelo». Inmediatamente se dirigió al hemiciclo, desde el que, ordenando inmovilidad a los diputados, dio comienzo el día más largo vivido por la democracia española.

Tejero insistió en la redacción de un documento de rendición en el que se recogiera, entre otras cosas, la forma en la que se efectuara su salida y la de la fuerza que mandaba en el Congreso. Es más: para asegurarse de que tales condiciones llegarían a cumplirse en su momento consiguió que el general Sáenz de Santamaría leyera ante los micrófonos de la radio el documento final, firmado, como estaba, por el general Armada.

Cuando ya los parlamentarios habían abandonado el edificio -después de que Landelino Lavilla le pidiera permiso: «Señor teniente coronel, si le parece, irán abandonando el hemiciclo en el orden acostumbrado-, Tejero formó a los guardias que todavía quedaban dentro del Congreso y le dio novedades al capitán de navío Menéndez, la máxima autoridad militar que en ese momento se encontraba todavía en el edifico. Una vez cumplido el protocolo militar, los guardias desfilaron camino de los autobuses que les esperaban a la puerta.

Armada establece relaciones internacionales

En la prisión militar de La Palma, en que se haya recluido Antonio Tejero, sigue manteniendo que lo que él llama el «mando de la operación» golpista tenía convicciones monárquicas e incluso recuerda que en las conversaciones mantenidas con los implicados había una coincidencia casi general en admitir que la democracia era irreversible, pero tenía que ser otro tipo de democracia. «Esta democracia es un padecimiento», piensa Tejero. También recuerda el coronel sedicioso que alguno de los integrados en el «mando de la operación» había dicho que tanto el Gobierno norteamericano como el Vaticano habían sido sondeados por indicación del general Armada, y que ambos habían dicho que se trataba de un asunto interno de España, aunque se mostraban conformes con la Monarquía constitucional. El Departamento de Estado desmintió ayer que hubiera existido el menor contacto con los golpistas. «Estados Unidos», dijo un portavoz, «ha sostenido y sostiene firmemente el rnantenimiento de la democracia en España».

En la película retrospectiva que tantas veces se ha pasado a sí mismo desde aquel 23-24 de febrero, Tejero busca pretextos para justificar la actuación de «sus guardias» en el Congreso de los Diputados. Dice que no recuerda quiénes, en concreto, fueron los que pusieron las manos encima al teniente general Gutiérrez Mellado. «Si lo hicieron», afirma, «es porque yo les ordené desde la tribuna que lo tiraran al suelo». Tejero todavía va más en su actitud exculpatoria para con los agresores del general Gutiérrez Mellado: « Es cuando veo que no se atreven a tirarlo al suelo cuando yo intento ponerle la zancadilla». Recalca, eso sí, que él tuvo buen cuidado en apartar la mano derecha para evitar que la pistola se disparara en el forcejeo. Niega haber apuntado con la pistola al presidente del Congreso. «La orden clara era no derramar sangre», afirma.

Recuerda Tejero las visitas que tuvo en la larga noche del 23 al 24. Entre ellas la del coronel Juan Castillejos, duque de Montealegre, gran amigo del marqués de Villaverde, que dio una vuelta por el palacio de la Carrera de San Jerónimo vestido de paisano, hecho que le valió un arresto de dos meses, impuesto por el capitán general de la III Región Militar, Antonio Pacual, Galmes, que sucedió a Milans del Bosch en la Capitanía General de Valencia. Al parecer, el arresto le fue impuesto por ausentarse de su destino sin el debido permiso. Tejero afirma que se trata de una visita innecesaria, pues si bien le conoce desde hace tiempo, ni es amigo suyo ni estaba implicado en la operación.

Muy otra fue su reacción ante los comisarlos Ballesteros y Fernández Dopico, que la semana anterior habían dimitido de sus cargos como jefe de la Comisaría General de Información y director general de la Policía, respectivamente, como reacción al caso del terrorista Arregui, muerto en la prisión de Carabanchel después de haber salido en grave estado de los calabozos policiales. «Sois unos tíos cojonudos», les dijo Tejero al verlos, y les dejó circular libremente por el interior del palacio del Congreso. Tanto Ballesteros como Dopico fueron enviados por Laína, según se ha sabido después, para que obtuvieran confirmación precisa para desbaratar la intentona.

Respecto a las llamadas telefónicas el coronel sedicioso no se explica cómo se ha podido decir que le llamó el general Sabino Fernández Campo, invitándole a que depusiera su actitud, si no habló para nada con él. La primera llamada que hizo Tejero fue al general Milans del Bosch, para comunicarle que el objetivo había sido alcanzado, lo del anuncio de que en dos horas llegaría la autoridad militar y el momento en que se produciría el relevo por parte de la División Acorazada y el regimiento Pavía, que, por cierto, no pertenece a esta división.

Insiste Tejero en que no sabía quién iba a ser la autoridad militar que tenía que personarse en el Congreso. Sólo sabía que quien fuera tenía que decir la contraseña «Duque de Ahumada», que, de acuerdo con lo convenido, le abría paso hasta el hemiciclo para dirigirse a los diputados. El general Armada, en su primera visita utilizó la contraseña, pero Tejero da a entender que no lo hizo en los términos convenidos, pues lo hizo para acceder al Congreso -no para acceder al hemiciclo-. Entiende Tejero que tratándose de Armada, «el jefe de la operación», no tenía por qué haber utilizado la contra seña para acceder al Congreso. Tal vez por esa razón no le dejó dirigirse a los diputados. En cambio, afirma que si en el momento de entrar, Armada le hubiera dicho que le sustituía por otra fuerza y le asignara una misión distinta, incluso fuera del Congreso, le hubiera obedecido sin vacilar. Sin embargo, la conversación con Armada fue decepcionante para él.

Hubo un momento en que Armada le dijo: «Yo amo a España más que nada». A lo que Tejero replicó: «No me haga reir, mi general. El último de mis guardias la ama más que usted».

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