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El contencioso, entre Israel y los árabes / 2

Apreciada la importancia del contencioso árabe-israelí desde una óptica razonable, nos ocuparemos de fundamentar la prospectiva de ese contencioso. Y en esta línea, nada mejor que analizar la reciente trayectoria de los nueve, reflejada en la declaración de Venecia de junio último, en las declaraciones de lord Carrington en noviembre pasado y el comunicado de la reunión de los nueve en Luxemburgo en diciembre de 1980. El examen de estos tres documentos acredita que la «iniciativa europea » sobre el Oriente Próximo lleva camino de ser voluntariamente enterrada en medio de la indif...

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Apreciada la importancia del contencioso árabe-israelí desde una óptica razonable, nos ocuparemos de fundamentar la prospectiva de ese contencioso. Y en esta línea, nada mejor que analizar la reciente trayectoria de los nueve, reflejada en la declaración de Venecia de junio último, en las declaraciones de lord Carrington en noviembre pasado y el comunicado de la reunión de los nueve en Luxemburgo en diciembre de 1980. El examen de estos tres documentos acredita que la «iniciativa europea » sobre el Oriente Próximo lleva camino de ser voluntariamente enterrada en medio de la indiferencia general de los países afectados.Esta declaración, con la que se pone de largo la postura de los nueve respecto al contencioso árabe-israelí, representa la pleamar de las posiciones favorables a los árabes palestinos, e incluso a la OLP, entre las democracias industriales, exceptuada España. Nace en virtud de los esfuerzos de Giscard d'Estaing y de su ministro J. François Poncet.

Comienza recalcando la necesidad y gran urgencia de una solución global al conflicto árabe-israelí. Pero esto puede mirarse como un tópico. Sus extremos más importantes abarcan:

1. Los nueve consideran que el problema de los árabes palestinos no debe mirarse como una cuestión de refugiados. El pueblo árabe palestino debería ser puesto en condiciones de ejercer con plenitud su derecho a la autodeterminación (pese a los intentos franceses, se evitó la mención a un Estado palestino).

2. Los nueve consideran que la posible puesta en marcha de su plan exige que se cuente con el pueblo palestino y con la OLP, la cual debería asociarse al proceso de negociación (se evitó reconocer a la OLP como el único representante de los palestinos y, además, la palabra «asociar» no garantiza una situación similar a la de los Estados de la zona).

3. Como vía de acción inmediata, los nueve decidieron tomar contactos con todas, las partes interesadas a fin de calibrar su respuesta al plan comunitario y a fin de determinar iniciativas ulteriores -presumiblemente en las Naciones Unidas- (este párrafo que omite una acción inmediata en la ONU se ha revelado como el único operativo d e la declaración, ya que los contactos tuvieron lugar a través de una misión encabezada por M. Thorn).

4. Además, los nueve indican que su postura tiene como fundamento, entre otras bases, las resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU (pese a las presiones francesas, se renunció a la propuesta de una modificación de esas resoluciones).

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Una de las pretensiones, de esta declaración es, según los nueve, cuidarle equilibrio entre el reconocimiento del derecho de Israel a la seguridad y el derecho de los árabes palestinos a la autodeterminación.

Pero -recalcamos- las raíces de este acuerdo de los nueve se encuentran en los impulsos franceses, muy por delante de sus socios. Tales impulsos provenían de la creencia gala de que con la «iniciativa» europea de los nueve se apuntaban a una carta que tenía grandes posibilidades de salir ganadora y que favorecería la concertación entre los países europeos y los países productores de petróleo. El empuje galo cobró nuevos bríos una vez que Giscard contempló la campaña lanzada contra él por Estados Unidos a raíz del encuentro que el presidente francés celebró en Varsovia con Breznev. Era «necesario» para Francia mantener la cabeza erguida frente a Estados Unidos, afirmando que la Europa de los nueve tenía un papel prppio que jugar en el establecimientco de la paz en el Oriente Próximo. La grandeur.

Lord Carrington ajusta las posiciones de los "nueve"

Al retorno de la misión Thom al Oriente Próximo tiene lugar el triunfo electoral de los republicanos de EE UU. Con excesivo apresuramiento, Le Monde, en su columna «Desafío a Europa», manifestaba la irritada opinión de que los europeos (?), a ate las posiciones duramente extreriistas expresadas por Reagan, se verían obligados a continuar el camino iniciado en Venecia.

Entre el silencio, el desdén, la confusión y la constemación, hay que esperar a que lord Carrington, en sus declaraciones de noviembre al Herald Tribune, arroje alguna luz por dónde van los tiros. El ministro británico señalaba:

1. La nueva política estadounidense respecto al Oriente Próximo representaba una incógnita total para él. M. Carrington no podía desechar la hipótesis de que los europeos tuviesen que reajustar completamente sus propuestas, después de la gran derrota de M. Carter, de los senadores liberales y del establishment afín a los europeos, y estimaba que los tiempos no eran muy adecuados para que la CEE lanzase nuevas iniciativas gobre el conflicto árabe-israelí.

2. Además, la guerra entre Irak e Irán ha restado urgencia a la disputa árabe-israelí. La guerra ha acentuado las divisiones en el mundo árabe, aumentando sus incompatibilidades internas, y ha fortalecido a Israel como bastión a toda prueba.

3. Consecuentemente, Carrington se mostró partidario de suspender toda iniciativa sustancial de la CEE en el Oriente Próximo y anunció que el Gobiemo británico se opondría en los meses próximos a cualquier propuesta en el ámbito de la CEE que pretendiera dar pisos significativos en este asunto.

Poco después se volvían a reunir los nueve en Luxemburgo. Además de la sombra Reagan, los países de la CEE encaraban con temor el peligro de invasión soviética de Polonia, y comprobaban que las decisiones del Kremlin apenas tomaban en consideración las posibles reacciones europeas, aunque sí las americanas. En tal asunto el enfoque de París de «existir a través de la oposición a Washington» se hacía insostenible.

Tales ingredientes, unidos a la posición británica, se hicieron notar en la reunión. El ímpetu y la ilusión de Venecia desaparecieron.

Y todo se redujo a promover contactos e informes. Veamos:

1. Los nueve aprobaron un informe preparado por los ministros de Asuntos Exteriores que clarificaba y concretizaba los principios de Viena, abarcando los extremos siguientes: evacuación de los territorios ocupados, autodeterminación de los árabes palestinos, seguridad de todos los Estados de la zona y situación de Jerusalén.

2. Los nueve decidieron continuar sus reflexiones internas sobre el problema y enviar una segunda misión al Oriente Próximo, encabezada esta vez por M. Van der Klaauv, que estableciera nuevos contactos con el fin de fomentar un clima más favorable a las negociaciones.

3. Los nueve invitaron a sus ministros de Asuntos Exteriores a que tras las nuevas reflexiones elaboraran un segundo informe.

Ante tales despliegues milimétricos, M. Carrington entendió que los nueve se abstenían de lanzar iniciativas sustanciales. Mientras tanto, los franceses entendieron que el programa de acción europeo sobre el Oriente Próximo había evitado un impasse y, desde luego, su paralización definitiva.

Dejamos a los nueve en un magma de reflexiones, de profundización, de misiones y de informes. Poco después, M. Kissinger, en su reciente viaje por el Oriente Próximo, declaraba que la iniciativa europea no constituía una alternativa válida al proceso de paz iniciado en Camp David.

Mauricio Hatchwell Toledano es empresario y presidente de la Federación Sefardí de España y fue presidente de la Comunidad Judía en España: Antonio Nieto, economista, es becado del Banco Mundial.

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