Después de la pesadilla

La antorcha de la estatua de la Libertad fue encendida para celebrar la salida de los rehenes

«¿Libres? No puedo creerlo», exclamó Bonnie Graves, madre de uno de los 52 rehenes norteamericanos liberados por los iraníes después de 444 días de cautiverio. Incredulidad, emoción, lágrimas, risas, abrazos, canciones y champaña fueron las constantes de las reacciones de los familiares de los ex cautivos cuando, después del anuncio presidencial de que los rehenes habían sido liberados, la noticia esperada durante más de catorce meses fue confirmada por teléfono desde el Departamento de Estado a cada familia.

La emoción estalló cuando la televisión argelina transmitió en directo a todos...

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«¿Libres? No puedo creerlo», exclamó Bonnie Graves, madre de uno de los 52 rehenes norteamericanos liberados por los iraníes después de 444 días de cautiverio. Incredulidad, emoción, lágrimas, risas, abrazos, canciones y champaña fueron las constantes de las reacciones de los familiares de los ex cautivos cuando, después del anuncio presidencial de que los rehenes habían sido liberados, la noticia esperada durante más de catorce meses fue confirmada por teléfono desde el Departamento de Estado a cada familia.

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La emoción estalló cuando la televisión argelina transmitió en directo a todos los hogares norteamericanos las imágenes de la llegada de los liberados al aeropuerto Huari Bumedian, en Argel. Eran las 20.30 horas, hora de Washington (2.30 horas del miércoles, hora de Madrid), cuando empezó el emotivo momento del descenso de los ex rehenes, con imágenes intercaladas por clamores de llanto y risas de las familias en Estados Unidos, que reconocían al padre, la madre, el hijo o el hermano liberado, sonriente y con buen aspecto físico.Durante tres, cuartos de hora, el hilo umbilical de la televisión dio las primeras imágenes de los liberados desde Argelia. Horas después, en la madrugada de ayer, los ex rehenes aparecían de nuevo en la pequeña pantalla desde el aeropuerto militar de Francfort.

«Libres, libres al fin», era el comentario generalizado de las familias en Estados Unidos. El presidente Ronald Reagan -que tuvo el privilegio de anunciar la noticia a la nación media hora después de haber jurado su cargo- iba dando detalles de la operación de liberación, mientras visitaba cada uno de los nueve bailes de gala que cerraban en Washington cuatro días de festividades por la toma de posesión de Reagan como 40º presidente de Estados Unidos.

La antorcha de la estatua de la Libertad, en Nueva York, fue encendida por primera vez desde la celebración del segundo centenario de la fundación de Estados Unidos, conmemorado en 1976. En Los Angeles, fue la antorcha olímpica, apagada desde 1932, la que brilló otra vez en honor de los rehenes. Sirenas, campanas, cintas amarillas, banderas nacionales y la última peregrinación de decenas de washingtonianos, con velas encendidas ante la desierta sede de la Embajada de Irán en Estados Unidos, fueron algunos de los miles de símbolos más representativos.

Es probable que el próximo domingo los 52 ciudadanos liberados lleguen a Estados Unidos; inmediatamente serán trasladados a un «lugar tranquilo», dijeron en el Departamento de Estado, para que puedan tener un primer contacto íntimo con sus familiares más próximos.

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Homenaje nacional

Sólo después de otros dos o tres días de programa de «descompresión», los liberados serán homenajeados, con un recibimiento que puede predecirse como clamoroso, en la capital federal de Estados Unidos. El presidente Ronald Reagan, liberado también de un conflicto importante, recibirá oficialmente a los ex rehenes.

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