Editorial:

Galicia

CON MALAS predicciones meteorológicas y previsiones todavía peores en lo que concierne a la participación en las urnas, se celebra mañana el referéndum sobre el Estatuto de Autonomía de Galicia. Las características de las consultas populares acogidas al artículo 151, que exigen la mayoría de los votos emitidos, y no de los sufragios sobre el censo, convierten en una posibilidad muy remota el rechazo del texto. Sólo el nacionalismo radical ha hecho campaña en favor del no, en tanto que los partidos con representación parlamentaria y las formaciones nacionalistas moderadas se han p...

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CON MALAS predicciones meteorológicas y previsiones todavía peores en lo que concierne a la participación en las urnas, se celebra mañana el referéndum sobre el Estatuto de Autonomía de Galicia. Las características de las consultas populares acogidas al artículo 151, que exigen la mayoría de los votos emitidos, y no de los sufragios sobre el censo, convierten en una posibilidad muy remota el rechazo del texto. Sólo el nacionalismo radical ha hecho campaña en favor del no, en tanto que los partidos con representación parlamentaria y las formaciones nacionalistas moderadas se han pronunciado por el sí. Sin embargo, el espectro de la abstención ronda de forma tan obsesiva esta consulta que los abogados del voto afirmativo se han apresurado a dar por descontado una masiva deserción de las umas.El abstencionismo en Galicia ha sido muy elevado desde el restablecimiento de la democracia en España. El Gobierno aduce, como una de las razones explicativas del fenómeno, los errores inflacionistas del censo, que mantienen indebidamente en los registros a ciudadanos fallecidos o definitivamente ausentes y que duplican las inscripciones. Parece imprescindible señalar que las autoridades han tenido ya tiempo suficiente para rectificar esas deficiencias desde 1976 hasta la fecha. En este país los ordenadores electrónicos son de uso corriente en la Administración pública, las nóminas estatales se hallan repletas de funcionarios subutilizados y los fondos públicos no se hallan tan agotados como para que resulte imposible encontrar el dinero preciso para actualizar el censo. Un Estado moderno no puede seguir sorprendiendo a la opinión pública, en vísperas de cada consulta electoral, con resignadas y fatalistas reflexiones acerca de la inflación de los censos, como si se tratara de un accidente orográfico del paisaje, y no de un persistente y culpable fallo administrativo.

Pero no se trata sólo de que el abstencionismo técnico sea en nuestro país muy superior, por incapacidad gubernamental, al de otros sistemas democráticos. La estructura social de Galicia, con circuitos mercantiles tan estrechos que en algunas zonas rurales se aproximan a la economía de subsistencia, la dispersión geográfica de los núcleos con escasa población y las malas comunicaciones contribuyen a que la participación electoral sea en esa región más parecida a un país subdesarrollado quea una sociedad europea. Esta constelación de factores constituirían, así, las bases de un abstencionismo natural, que sólo podría ser mermado por las transformacione s sociales, el desarrollo económico, la urbanización y la mejora de la infraestructura de las comunicaciones. Es de temer que, al lado de esa dimensión técnica y natural de la deserción de las urnas, juegue también un papel nada desdeñable el abstencionismo propiamente político, cuya existencia sería detectable, sobre todo en las ciudades.

La campaña de los partidos en favor de la participación y del voto afirmativo ha sido realizada con escasos medios. No es fácil, sin embargo, echar todas las culpas de la falta de calor y receptividad popular a la pobreza de recursos de los partidos o a la tacañería de la propaganda institucional. Aun sin darse esas circunstancias, los ciudadanos seguramente hubieran mostrado también cierto recelo y desconfianza arte un Estatuto denostado hasta hace pocas semanas como una alternativa del diablo, pero que, tras unos retoques que afectan fundamentalmente a cuestiones de procedimiento y de régimen electoral, es presentado ahora por los partidos de izquierda como la antesala del paraíso. Bastantes dificultades ofrece a los ciudadanos la comprensión de la aritmética constitucional del 143 y el 151, y bastantes problemas reviste el ajuste de la oferta autonómica a las desmesuradas expectativas que la demagogia de algunos grupos ha asociado con las instituciones de autogobierno, Para que los partidos añadan la propina de la estrategia de acelerón-frenazo-marcha atrás en la negociación de los textos de los estatutos.

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Deseamos, en cualquier caso, que los gallegos acudan a las urnas y voten afirmativamente el Estatuto de Autonomía que se les somete a consulta. Un idioma como el gallego, que fue el primer vehículo romance de cultura en la Península y que es hoy el instrumento predominante de comunicación popular en las zonas rurales, debe ser protegido y fomentado con idénticos derechos que el catalán y el vasco. Y las instituciones de autogobierno de Galicia van a ser las primeras, a las que se brinde la oportunidad de demostrar la eficacia de esa forma de distribución territorial del poder para mejorar los niveles de vida y aumentar la creación de riqueza en una comunidad azotada por la emigración, la pobreza y el subdesarrollo.

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