El 10% de los niños nacidos en 1979 murieron en el transcurso del año

Doce de los 122 millones de niños nacidos en el mundo el pasado año 1979 han muerto ya a causa de la pobreza que ensombrece la vida de una quinta parte de la población mundial. Estos escalofriantes datos corresponden al informe elaborado por la Unicef sobre «Estado mundial de la infancia en 1980». Los datos revelan también la complejidad del problema, ya que la producción mundial de alimentos se ha triplicado sin que este esplendor alimenticio haya repercutido prácticamente en la situación de desnutrición que afecta a más de diez millones de niños en el mundo.

Una de las zonas que más g...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Doce de los 122 millones de niños nacidos en el mundo el pasado año 1979 han muerto ya a causa de la pobreza que ensombrece la vida de una quinta parte de la población mundial. Estos escalofriantes datos corresponden al informe elaborado por la Unicef sobre «Estado mundial de la infancia en 1980». Los datos revelan también la complejidad del problema, ya que la producción mundial de alimentos se ha triplicado sin que este esplendor alimenticio haya repercutido prácticamente en la situación de desnutrición que afecta a más de diez millones de niños en el mundo.

Una de las zonas que más gravemente sufre estos problemas es Asia, que alberga la mitad de la población hambrienta mundial y donde en el último año -Año Internacional del Niño- murieron ocho millones de niños menores de cinco años, si bien el informe de Unicef precisa que los casos de pobreza y situaciones más desesperadas se producen en el África subsahariana, donde uno de cada dos niños está subalimentado y uno de cada cinco muere antes de cumplir los cinco años.Las causas de esta mortandad infantil hay que buscarlas, en primer lugar, en esa escasez alimenticia que, sin embargo, en cifras absolutas podría ser paliada, ya que, según señala el informe, «el mundo produce un volumen suficiente de alimentos para suministrar a cada persona una dieta adecuada, y puede continuar haciéndolo, a pesar del crecimiento proyectado de la población durante los próximos veinte años. Son los mecanismos de distribución los que fallan».

Pero unida a esta primera razón hay varias otras esenciales. De los niños capaces de sobrevivir en el primer año de vida, sólo uno de cada diez será vacunado contra enfermedades que en los países desarrollados han perdido su carga terrorífica, pero que siguen teniéndola en los del Tercer Mundo; este es el caso de la difteria, el tétanos, la tuberculosis, el sarampión, la tos ferina y, por supuesto, la poliomielitis.

La falta de abastecimientos fijos de agua potable, que afecta a las tres cuartas partes de los niños habitantes de áreas rurales y de establecimiento sanitarios, cerrará este círculo maléfico en torno a esta infancia desfavorecida que desaparece poco después de nacer.

Y, sin embargo, ejemplos como el de la República Popular de China citado por Unicef demuestran que la existencia de una red eficaz de asistencia médica primaria evitaría un gran número de estas muertes infantiles. La presencia en China de 1,6 millones de médicos descalzos ha cambiado el cuadro de la salud en el país, ya que el 80% de las enfermedades existentes en los países en vías de desarrollo están ligadas también a esa naturaleza elemental de la vida y desaparecerían con el control riguroso de un asistente sanitario, una mejora en los abastecimientos de agua, una campaña inmunológica adecuada y, por supuesto, una mejora en la alimentación.

La enseñanza, fuente de salud

El Informe de Unicef señala cómo las zonas del mundo deprimidas económicamente son también las que ofrecen cifras más bajas de escolarización infantil; en el caso de Asia, por ejemplo, hay 77 millones de niños entre los seis y los once años sin escolarizar. Y aunque existen honrosos ejemplos, como el de Campuchea, o el Estado de Kerala, en la India, y Sri Lanka, con un PNB per cápita de 135 dólares anuales, en el primer caso se ha conseguido escolarizar al 50% de los niños comprendidos entre los seis y los once años, lo cierto es que el derecho a la educación, «tercera fuerza en la trilogía del desarrollo humano» tal como la define el informe, es todavía patrimonio de pocos, a pesar del increíble esfuerzo realizado por los países en desarrollo entre 1960 y 1975, que consiguieron doblar su tasa de escolarización.No obstante, y a pesar de la importancia a todos los niveles que representa la ayuda a la enseñanza primaria, reconocida incluso por estudios del Banco Mundial, que revelan un importante aumento de la productividad en campesinos con estudios básicos, los países del Tercer Mundo parecen dedicar una mayor atención económica a la enseñanza superior, salvo en algunos casos, corno el ya citado del Estado de Kerala. Pero el aumento en las tasas de escolarización infantil no lo es todo. La necesidad de ayuda en los trabajos agrícolas hace que muchos de estos niños pertenecientes a familias pobres no acudan más a la escuela después del primer año. En Brasil, por ejemplo, y aunque las cifras hablan de un 46% de niños escolarizados entre los seis y los once años, lo cierto es que casi las dos terceras partes de estos pequeños alumnos abandonan la escuela antes de haber concluido el segundo curso.

Conseguir que los niños y niñas del mundo tengan acceso a una educación de por lo menos cuatro años antes de fin de siglo, que desaparezca el hambre, y la mortalidad infantil descienda a un 50%, creciendo la esperanza de vida por encima de los sesenta años antes del año 2000, son las ambiciones de Unicef. Sin embargo, la cifra necesaria para obtener los recursos externos adicionales que necesitan los países de bajos ingresos para satisfacer las necesidades básicas de la población total a finales de este siglo, se sitúa entre los 12.000 y los 20.000 millones de dólares anuales. Una cantidad importante que representa no mucho más del gasto mundial en armamentos cada diez días.

Un examen superficial de las desigualdades internacionales es suficiente para comprobar la necesidad apuntada por Unicef de ese nuevo orden económico que el informe Brandt perfiló a comienzos del año que ahora termina. Mientras casi el 80% del incremento anual de la riqueza mundial revierta sobre los países ricos más industrializados, que sólo tienen un 15% de la población total como actualmente sucede, las zonas de pobreza endémica permanecerán sometidas a esta situación.

Esta es indiscutiblemente la razón de que el progreso y los bienes que el desarrollo asegura cada vez a una capa más extensa de población en los países ricos, no repercuta en la situación de vida infrahumana de muchas zonas de la Tierra. «En esos países», señala el informe Unicef, «en desarrollo que se sienten hoy casi igual de dependientes que en los días de plena dominación colonial. El precio de venta de las materias primas, el valor de las divisas extranjeras que deben utilizar, el coste de los productos industriales que importan, las condiciones de ayuda e inversión exterior que necesitan y el tipo de tecnología disponible están todos ellos determinados por fuerzas ajenas a su control, sobre las que apenas tienen influencia».

A pesar de abogar ardientemente por el establecimiento de ese nuevo orden económico internacional, el informe de Unicef reconoce que, para el año 2000, y a pesar de todos los esfuerzos y ayudas a los países en desarrollo, la desigualdad económica entre éstos y los países ricos se ampliará aún más.

Archivado En