Cartas al director

Dañino y perjudicial

Sin ningún ánimo por mi parte de establecer una polémica, y con la sola intención de hacer algunas puntualizaciones, quisiera referirme a la carta del señor Mansera Conde del pasado día 3, que hace referencia a la mía del día 30.En efecto, los «apellidos» árabes no hacen referencia a las madres. Pero yo, en ningún momento, afirmé que la madre de Ibri-Sanchul, Abda, se apellidara Sánchez, entre otras razones, porque en la alta Edad Media no puede hablarse de apellido tal y como los entendemos hoy día. N o obstante, si la madre de Ibii-Sanchul (o Sanchul o Sanchuelo) hubiera de llevar algún apel...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Sin ningún ánimo por mi parte de establecer una polémica, y con la sola intención de hacer algunas puntualizaciones, quisiera referirme a la carta del señor Mansera Conde del pasado día 3, que hace referencia a la mía del día 30.En efecto, los «apellidos» árabes no hacen referencia a las madres. Pero yo, en ningún momento, afirmé que la madre de Ibri-Sanchul, Abda, se apellidara Sánchez, entre otras razones, porque en la alta Edad Media no puede hablarse de apellido tal y como los entendemos hoy día. N o obstante, si la madre de Ibii-Sanchul (o Sanchul o Sanchuelo) hubiera de llevar algún apellido, éste habría de ser Sánchez, puesto que los «apellidos» derivaban del nombre, que no del apellido, del padre, y el padre de Abda se llamaba Sancho, conocido en la historia como Sancho Abarca, rey de Navarra.

Hasta lo que conozco, he de reafirmante en que Abd al-Rahman III era rubio y con los ojos azules.

Abd al-Rahman III era hijo de Muliaminad, heredero frustrado (fue asesinado por su hermano Al-Mutarrif) del emir AbdAllah. La madre del primer califa cordobés fue una franca -y, más probablemente, vascona- de nombre Muzna, siendo su abuela Iñiga, hija a su vez de Iñigo Arista. El Diccionario de la historia de España de Alianza Diccionarios, dirigido por Germán Bhiberg, en su tomo 1, pégina 21, nos hace la siguiente descripción del primero, más grande de los califas andalusíes: «) ... ) Tuvo la tez blanca y algo sonrosada, las facciones regulares y componiendo un rostro atractivo; los ojos azul oscuro y muy vivos, los cabellos rubios tirando a rojizos, que teñía de negro para disimular su brillo leonado».

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Yo, por supuesto, no me considero ni el más agudo, ni el más culto, ni el más científico de los lectores que escriben al director de EL PAÍS. Pero, honradamente, considero que al discrepar, más que hacer uso de la ironía, habría que fundamentar las discrepancias; se evitaría así el riesgo de caerse de espaldas, lo que puede ser dañino y perjudicial./

Archivado En