Reportaje:La China que juzga a Mao / y 3

El gesto del viaje del Rey no es suficiente

Hace poco más de dos años el rey de España Juan Carlos de Borbón colocaba una corona ante la tumba de Mao, en Pekín, y horas después, en el palacio del Pueblo, don Juan Carlos respondía a un discurso de Deng Xiaoping con otro en el que el monarca, ante la sorpresa de sus anfitriones, expresaba la simpatía de nuestro país por la política «antihegemonista» de China. Hoy aún resuenan en los oídos de los funcionarios chinos las palabras audaces de nuestra diplomacia, y todavía, como suele ocurrir tras casi todas las visitas reales, no se ha llenado de contenido la relación potencial entre España y...

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Hace poco más de dos años el rey de España Juan Carlos de Borbón colocaba una corona ante la tumba de Mao, en Pekín, y horas después, en el palacio del Pueblo, don Juan Carlos respondía a un discurso de Deng Xiaoping con otro en el que el monarca, ante la sorpresa de sus anfitriones, expresaba la simpatía de nuestro país por la política «antihegemonista» de China. Hoy aún resuenan en los oídos de los funcionarios chinos las palabras audaces de nuestra diplomacia, y todavía, como suele ocurrir tras casi todas las visitas reales, no se ha llenado de contenido la relación potencial entre España y el país más poblado de la Tierra. El viaje más apoteósico de la historia de nuestras relaciones exteriores contemporáneas parece haberse quedado, veintiocho meses después, en un gesto.Y este vacío no se debe sólo a España. Los diplomáticos de Exteriores todavía aguardan que una personalidad china de primera fila, si no Hua o Deng sí un viceprimer ministro, devuelvan la visita del Rey. Al parecer, el viaje estaba siendo preparado para este otoño, pero la situación interna hará imposible que se realice antes del próximo año. Antes de enero se reunirá probablemente en Madrid la comisión mixta hispano-china. A España es posible que no le interese China, pero lo que está claro es que no va a ser China quien se mueva hacia nuestro país. Alemanes, franceses, ingleses, japoneses y norteamericanos vienen aquí y se esfuerzan por penetrar. Hasta ahora los japoneses y los estadounidenses lo están consiguiendo. Juegan a largo plazo.

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Salvo algunas excepciones, todavía es frecuente el caso del empresario español que viene a China para darse una vuelta por la feria de Canton, a ver lo que recoge, con la idea de que «a mil millones siempre habrá algo que venderles».

Aunque nos movernos en dimensiones muy pequeñas, el salto en los intercambios ha sido bastante: grande en los últimos tres años, pasándose de veinte millones de dólares de importaciones chinas contra cuarenta millones de nuestras exportaciones. en 1977, a unos intercambios, en 1979, de 26,0 millones de dólares en ambos sentidos, con la balanza, casl equilibrada, ligeramente favorable a China. Artículos artesanajes, como ropa de cama y mesa, pieles y carnes son las prinicipales partidas de nuestras compras, mientras que nuestras exportaciones están centradas en los aceros especiales. «Si nos armamos de paciencia, porque es un mercado complicadísimo, aquí las posibilidades claras», sentenció Juan Antonio Garcia Díez, ex ministro de Cornercio, que viajó a China el pasado mes de abril, poco antes de su cese.

Si no nos distinguimos por una política comercial constante con visión a largo plazo, también hay que decir que la infraestructura de que disponemos para tratar con China es prá cticam ente inexistente. Hasta finales del pasado año no se abrió la oficina comercial española en Pekín. Este es un mundo que desconocemos y en el que nunca hemos estado presentes. En Asia, san Francisco Javier sólo llegó hasta Japón, y nuestros conquistadores, hasta Filipinas.

Políticamente, si España vive de espaldas a Africa, por poner un ejemplo, en el caso de Asia el desconocimiento o el desinterés es todavía mayor. En el Ministerio de Asuntos Exteriores, China depende de la Dirección General de Africa, demasiado ocupada con el conflicto del Mogreb. El embajador de España en Pekín, Felipe de la Morena, se quejó a EL PAÍS de las dificultades de hacer comprender en el palacio de Santa Cruz la importancia del mundo asiático y del nuevo eje geopolítico que está naciendo en el Pacífico. Hasta ahora ha sido imposible reunir a los embajadores españoles de la zona, en un mínimo intento de planificar una política coordinada. Hasta hace poco, en todo el ministerio sólo había un diplomático que supiera chino: el cónsul en Hong Kong. Ahora, nadie -excepto un poco el embajador- lo habla o entiende en la embajada en Pekín, a donde acaban de llegar dos jóvenes diplomáticos sin la menor idea de este idioma.

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En el aspecto cultural, el panorama es igualmente desolador. En toda China sólo hay un profesor de español. «Ahora vienen otros dos», confiesa el embajador, que está tratando de estimular los intercambios culturales, «porque», reconoce, «varios países latinoamericanos tienen aquí más presencia cultural que nosotros».

En el plano político, las relaciones bilaterales son buenas, afirma Felipe de la Morena. «Les interesamos por ser europeos, por nuestra posición estratégica y por nuestras relaciones y entendimiento de Latinoamérica y Oriente Próximo».

China mantiene relaciones con todos los partidos políticos españoles, presta cada vez menos apoyo a los grupos maoístas en Europa, por no interesarle en absoluto la subversión en el Viejo Continente, y no entiende muy bien -como pude comprobar- la posición anti-OTAN del PSOE y, especialmente, la del PCE, quien, para los funcionarios chinos, debería mostrar en este tema su independencla frente a la URSS. Se espera una próxima visita de Santiago Carrillo a Pekín, después de la que realizó no hace mucho Manuel Azcárate, responsable de cuestiones internacionales del partido comunista.

Uno de los temas que suscita mayor interés entre los interlocutores chinos es el de nuestras relaciones con la Unión Soviética. En muchas conversaciones era de rigor la pregunta: ¿piensa viajar el Rey a Moscú?

Barcos contra carbón

Este año, las perspectivas comerciales hispano-chinas han dado un salto cualitativo y cuantitativo importante: la venta de barcos y la posible importación de carbón chino. China está comprando buques para reducir su dependencia de las flotas extranjeras en sus importaciones de cereales de Estados Unidos. Recientemente ha adquirido dos barcos españoles de segunda mano y ha encargado otros cuatro, de 36.000 toneladas cada uno, a Astilleros Españoles. En un espacio muy breve de tiempo, China ha comprado en el mercado internacional once bulk-carrier, por un total de 600.000 toneladas.

Un grupo de ingenieros de la Empresa Naciocal Adaro se encontraba en Pekín en agosto para estudiar, a nivel técnico, la explotación conjunta de dos minas de carbón chinas. Si el resultado del estudio es positivo, podríamos importar de China una cuarta parte de nuestras necesidades anuales de carbón.

Hispanoil está realizando también unos estudios sísmicos preexploratorios para sacar petróleo en dos puntos del mar de China. La empresa Asland va a construir en Cantón una planta de cemento con una capacidad de producción de 4.000 toneladas diarias.

España ha concedido a China una línea de crédito de quinientos millones de dólares y van a estudiarse fórmulas de acuerdos interbancarios. Sin embargo, las perspectivas para la balanza comercial son pesimistas este año. En su política de reajuste, las autoridades chinas han ordenado frenar las «alegrías» importadoras provocadas el pasado año al aplicar una política económica más descentralizada. Las importaciones españolas ya están siendo afectadas negativamente por este motivo. La única solución previsible es diversificar nuestro comercio con China.

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