Tribuna:SPLEEN DE MADRID

Los retratos

Lo cierto es que el personal se sigue acordando de este manco tercero y último de las letras españolas, el menos lúcido de los tres, con mucho, pero el único vivo, y estar vivo, parece que no, pero es una pequeña ventaja. Me llaman de la presidencia de las Cortes, un suponer, para invitarme a uno de los grandes debates pasados y venideros. Me invitan a un cóctel con el rey Juan Carlos y, sobre todo, Lapayese y Manrique de Lara me piden mis retratos para exponerlos en Bellas Artes, en una antológica de retratos de escritores presidida por el ya sacramental Pombo de d...

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Lo cierto es que el personal se sigue acordando de este manco tercero y último de las letras españolas, el menos lúcido de los tres, con mucho, pero el único vivo, y estar vivo, parece que no, pero es una pequeña ventaja. Me llaman de la presidencia de las Cortes, un suponer, para invitarme a uno de los grandes debates pasados y venideros. Me invitan a un cóctel con el rey Juan Carlos y, sobre todo, Lapayese y Manrique de Lara me piden mis retratos para exponerlos en Bellas Artes, en una antológica de retratos de escritores presidida por el ya sacramental Pombo de don José Gutiérrez Solana, a quien Augusto Assia, si ustedes se recuerdan, quería hacer agente del KGB como otros agentes querian nombrarle tal a Juan Luis Cebrián, o sea, mi señorito, que le dimos una cena una noche de estas, y esta vez porque sí.Mis retratos importantes son dos. Uno que me hizo Martínez Novillo, duro y tierno maestro de la escuela de Vallecas, paisajista esencial, que, por tanto, me hizo un retrato/ paisaje, mediados los sesenta, donde tengo la calidad terrosa y llorosa del joven letraherido, dispuesto a escribir algo contra la censura que pasase bien la censura. El otro retrato importante me lo hizo, años más tarde, Alvaro Delgado, que está entre Buffet y Goya en esto del retratismo, y que me sacó ya de maldito futurible, entre la poética y la política, un poco deshecho, desertizado, erosionado por muchos años de lucha y prosa contra la cosa, o sea, el régimen. Esta mañana se han llevado de Macarrón los dos retratos, para exponerlos, y ahora miro los muros de la patria mía, y me encuentro como sin pasado, como sin respaldo, como sin imagen, sin la pequeña imagen personal que me habían acuñado, como las dos caras de una moneda, entre estos dos grandes pintores. Yo era una modesta, pero definida acuñación española contra el españolismo convencional y ritual de Franco.

Yo tenía mi gesto de los sesenta, que era interiorizado, concéntrico y obstinado, y tenía mi gesto de los setenta, que era descarado, esperanzado y -¡ay!- amargado. Ahora caigo en que me he quedado sin gesto. Así, la mayoría de los españoles, que hicimos de la resistencia una manera de estar en el mundo, y por eso todos tentamos un buen retrato aunque no a todos se lo hicieran. ¿Qué gesto tenemos hoy, qué cara ponemos, qué semblante ofrecer a un futuro que no existe o, al menos, no existe como futuro? Necesito que me devuelvan mis dos cuadros para saber el que yo era, el que yo he sido, pues ahora no sé quién soy, ya que no somos sino la creación de nuestra adversidad y nos hemos quedado incluso sin adversidad, perdidos en la electoralidad. De momento, y sin retratos, Pepín Galerías me manda mi retrato psicoastral, Proarte me recuerda lo fácil que es sacar España de España, vaciar España de cuadros y contenidos, porque mis retratos viajan sólo hasta la calle de Alcalá, pero otros muchos más ilustres y valiosos se van y no vuelven nunca. Per el contrario, es muy difícil meter España en España, meter un lienzo español en el gran lienzo nacional, porque nuestro galdosiano sistema aduanero siempre lo impide!

Ansón ha colgado en Pueblo la lista de adhesiones a su proyecto de Prensa, y han firmado tres, uno de ellos, «Mariano José de Larra». Martín Villa dice en privé que Fraga fue el ministro de Gobernación más débil. Ahora puede ser el más fuerte. El International Herald Tribune dice que soy el Tom Wolfe español, y se lo agradezco, pero eso no me devuelve mi identidad perdida, la identidad que hemos perdido todos al perderla Suárez. Con Franco por lo menos conocíamos al deuteragonista, y eso se ve en la cara que pongo en mis dos retratos. Ahora, el enemigo no tiene cara y, simétricamente, los españoles nos hemos quedado sin gesto, sin tono. Atónitos.

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