Editorial:

La caída de la peseta

LA PESETA está registrando una continuada depreciación desde comienzos de año respecto al dólar. La caída se ha concentrado en los meses de febrero y marzo, precisamente cuando los tipos de interés del dólar se elevaban hacia cotas superiores al 18%. Las demás monedas convertibles en conjunto se comportaron de manera semejante a la peseta. En abril, sin embargo, la peseta mostró una mayor firmeza y en su segunda quincena se apuntó ya una pequeña apreciación coincidiendo con una ligera caída de los tipos de interés del mercado americano. Tomando como base las últimas cotizaciones de 1979, la pe...

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LA PESETA está registrando una continuada depreciación desde comienzos de año respecto al dólar. La caída se ha concentrado en los meses de febrero y marzo, precisamente cuando los tipos de interés del dólar se elevaban hacia cotas superiores al 18%. Las demás monedas convertibles en conjunto se comportaron de manera semejante a la peseta. En abril, sin embargo, la peseta mostró una mayor firmeza y en su segunda quincena se apuntó ya una pequeña apreciación coincidiendo con una ligera caída de los tipos de interés del mercado americano. Tomando como base las últimas cotizaciones de 1979, la peseta ha mantenido una ligerísima apreciación respecto al conjunto de monedas que integran el sistema moneta rio europeo. La gran excepción, pero fuera del SME, ha sido la libra esterlina, que desde finesdel pasadoañose ha apreciado respecto de la peseta en algo más de un 6%.El juego de altas y bajas de los tipos de cambio constituye, sin ninguna duda, al menos a corto plazo, un buen galimatías para los «expertos», y sobre todo para los profanos que profesan alguna fe en las arcanas leyes económicas. Estados Unidos e Inglaterra presentan una situacion economica menos presentable que la de otros países industriales y la mejora actual de la cotización de sus monedas parecería una paradoja. Pero esta apreciación de algún modo está pasajerarnente indicando que las autoridades han tomado una serie de medidas correctivas, fundamental mente monetarias, qtie han sido aceptadas por los mercados monetarios como correctas. Claro que si a medio plazo la inflación inglesa o americana continúa superando a la de sus competidores, o si los resultados de sus ingresos y pagos con el exterior son negativos, las mejoras se desvanecerán y se producirá una depreciación de la libra y del dólar.

La peseta está, por supuesto, sujeta a las mismas reglas. Su tipo de cambio, en el supuesto de que no hubiese movimientos de capital, debería situarse en un nivel en que el valor de las exportaciones, de mercancías y servicios, incluido el turismo, igualase al valor de esas importaciones. El pasado año, y al tipo medio de un dólar igual. a 67,13 pesetas, el resultado ha sido aproximadamente el de un equilibrio entre ingresos y pagos corrientes. El aumento de las reservas en 3.100 millones de dólares en 1979 es explicable en alguna medida por las transferencias de los emigrantes que todavía residen en el extranjero y, sobre todo, al saldo positivo de la balanza de capitales. Pero los satisfactorios resultados de 1979 han mostrado un perfil descendente. En el primer semestre el sector exterior ha tenido un superávit y en la segunda mitad urí déficit. Por decirlo de otro modo, las exportaciones han reducido su marcha y las importaciones se han acelerado. Los resultados obtenidos en el primer trimestre de este año 1980 mostraban ya cómo el crecimiento de las importaciones dobla al de las exportaciones. Su traducción en la balanza de caja del Banco de España se reflejaba en, un déficit corriente de 1.350 millones de dólares entre las compras de mercancías extranjeras y las ventas de productos y servicios turísticos españoles, que contrasta con un ligero superávit en el primer trimestre de 1979. Como además el saldo neto entre entradas y salidas de capital en el primer trimestre se ha reducido a casi la mitad, se ha producido una pérdida de reservas de unos mil millones de dólares frente a un aumento equivalente en el año anterior. El tipo de cambio entre el 1 de marzo y el 1 de ábril pa,sa de 67,5 pesetas dólar a 73,4 pesetas.

Detrás de estos resultados se esconde una continua pérdida de compptitividad de nuestra economía -las compras de productos extranjeros adelantan a las ventas de productos españoles- así como una disminución de las perspectivas de beneficios para los capitales internaciohales y nacionales, que buscan una rentabilidad y una mayor incertidumbre sobre la dirección de una polítíca económica que, a pesar de registrar una de las tasas de desempleo más elevadas de la economía occidental, con las únicas excepciones de Portugal y Turquía, sigue arrastrando una legislación laboral paternalista por miedo a un incremento del paro.

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Los resultados más inmediatos respecto al deterioro.de nuestra situación exterior responde a la caída en el ritmo de las exportaciones de mercancías y venta de servicios turísticos. como consecuencia de una inflación interna que hace más atractivo el mercado doméstico que el exterior. Las perspectivas para el resto del año son bastante pesimistas y, por supuesto, señalan que a través del sector exterior no se conseguirá incrementar el número de personas empleadas. Actualmente hay menos personas ocupadas en la industria que a comienzos de 1976 y esta evolución no es previsible que se invierta de modo que las posibilidades de detener la depreciación de la peseta a lo largo de 1980 son más bien remotas, mientras contínúe la pérdida de competitividad de nuestra industria. Los servicios Y, concretamente, el turismo, no presentan tampoco un 'panorama optimista de cara al exterior y cuando, por ejemplo, se conoce que el sector de hostelería de Cataluña ha cerrado felizmente su convenío con un aumento de salarios del 17%, habrá que preguntarse cómo quedará la competitividad del gremio frente a los turistas extranjeros, a menos que se produzca una reducción importante de la cotización de la peseta. En definitiva, si los salarios y los precios españoles crecen por encima de los de nuestros competidores y el resultado de las compras y ventas, frente al exterior, se traduce en un déficit continuado y creciente, las posibilidades de depreciación no pueden ser una sorpresa para nadie.

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