La muerte de Busseif incrementa la incertidumbre en el Magreb

La muerte en accidente aéreo, el pasado domingo, del primer ministro mauritano, Uld Busseif, acogida casi con abatimiento en Marruecos, trajo de nuevo un período de incertidumbre para Mauritania y el Magreb en general, en los momentos quizá más difíciles de la región, y de la existencia de ese país como Estado independiente.

Aunque Rabat no ha reaccionado aún oficialmente, la desaparición del hombre que a partir del 6 de abril último, fecha en que tomara los poderes reales en Nuakchott, había restablecido el viejo clima de afianza entre Marruecos y Mauritania, es considerada aquí como u...

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La muerte en accidente aéreo, el pasado domingo, del primer ministro mauritano, Uld Busseif, acogida casi con abatimiento en Marruecos, trajo de nuevo un período de incertidumbre para Mauritania y el Magreb en general, en los momentos quizá más difíciles de la región, y de la existencia de ese país como Estado independiente.

Aunque Rabat no ha reaccionado aún oficialmente, la desaparición del hombre que a partir del 6 de abril último, fecha en que tomara los poderes reales en Nuakchott, había restablecido el viejo clima de afianza entre Marruecos y Mauritania, es considerada aquí como una auténtica desgracia.La prensa vespertina de ayer saludaba a Uld Busseif como un gran patriota y un destacado nacionalista, a la par que en privado y extraoficialmente se consideraba esta pérdida como una auténtica desgracia. Aunque el poder ha sido asumido interinamente en Nuakchott por el coronel Uld Sidi, uno de los más próximos colaboradores de Uld Busseif, los marroquíes muestran el cansancio de aquellos que probablemente tienen que recomenzarlo todo de nuevo.

Uld Busseif, originario de una influyente tribu del norte de Mauritania, llevaba sobre sus espaldas el peso de una delicada negociación con el Polisario sobre el ejercicio de la autodeterminación de las poblaciones saharauis incluidas en la parte del ex Sahara occidental español que fue atribuida a Mauritania, por los acuerdos de Madrid de 1975. Esta negociación era tanto más delicada cuanto que los dirigentes mauritanos, aun a sabiendas que su decisión de aceptar la autodeterminación de ese territorio, lo cual ponía en apuros a la postura marroquí sobre el mismo tema, se habían propuesto llevarla a cabo sin poner en entredicho su alianza tradicional y su proximidad política con Marruecos, pero al mismo tiempo intentado ganar la confianza de Argelia.

El coronel Uld Sidi, que le sucede interinamente en el poder hasta que el Comité de Salvación Nacional (CMSN) nacido el 6 de abril último decida quién le ha de suceder definitivamente, había declarado en entrevista informal a EL PAÍS, hace menos de un mes, que en su opinión el conflicto del Sahara, en lo que a Argelia y Marruecos concierne, se encuentra más cerca de la guerra que de la conciliación.

Nueva etapa internacional

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En el plano internacional esta muerte ocurre cuando se llevaban a cabo importantes intentos de mediación entre Rabat y Argel, todos ellos efectuados de una manera muy personal y secreta, dada la delicadez de la situación, por hombres como el presidente Al Bakr, de Irak; el rey Jaled, de Arabia Saudita, e incluso el rey Hussein, de Jordania.

Respecto a los asuntos internos de Mauritania, el reciente viaje de Uld Busseif a Francia y España y sus contactos últimos con los medios financieros internacionales, habían permitido obtener para su Gobierno un período de confianza para que demostrase su capacidad personal de hacer salir el conflicto del actual callejón sin salida, al menos en lo que a Mauritania concierne.

Al parecer, el Departamento de Estado norteamericano está preocupado por la unanimidad árabe en contra de Sadat y su acuerdo bilateral de paz con Israel, que puede poner en peligro la política norteamericana en Oriente Próximo. Según se cree en Rabat, los emisarios norteamericanos que visitan el reino tienen la intención de proponer al rey Hassan II un mayor respaldo en el conflicto del Sahara, a cambio de la recíproca marroquí con respecto al presidente Sadat.

Esta intención coloca de nuevo al rey Hassan II ante un dilema, pues su oposición al tratado de paz egipcio-israelí es precisamente lo que le ha permitido ganar puntos, en Irak y Siria y, sobre todo, en el mundo árabe.

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