Miles de personas regresan a sus hogares junto a la central nuclear de Harrisburg

Desaparecido el peligro de una explosión de gases en la central atómica de Harrisburg, los ingenieros nucleares se esfuerzan ahora en conseguir un enfriamiento progresivo del reactor. Mientras tanto, decenas de millares de personas regresan a sus hogares y la normalidad vuelve, paulatinamente, al estado de Pennsylvania.

Muchas escuelas situadas en las cercanías de la planta atómica abrieron sus puertas ayer y el gobernador del estado, Dick Thornburgh, declaró que «la amenaza de una catástrofe ha cesado». Sin embargo, se mantendrán en vigor los planes de evacuación de la zona y todavía n...

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Desaparecido el peligro de una explosión de gases en la central atómica de Harrisburg, los ingenieros nucleares se esfuerzan ahora en conseguir un enfriamiento progresivo del reactor. Mientras tanto, decenas de millares de personas regresan a sus hogares y la normalidad vuelve, paulatinamente, al estado de Pennsylvania.

Muchas escuelas situadas en las cercanías de la planta atómica abrieron sus puertas ayer y el gobernador del estado, Dick Thornburgh, declaró que «la amenaza de una catástrofe ha cesado». Sin embargo, se mantendrán en vigor los planes de evacuación de la zona y todavía no se ha ordenado el regreso de las mujeres embarazadas y niños en edad preescolar que vivían en un radio de ocho kilómetros.Las últimas informaciones indican que el núcleo del reactor está a una temperatura todavía bastante superior a la necesaria para proceder a la paralización absoluta del reactor. En los próximos días, y sin que nadie sepa cuánto tardará este proceso, los ingenieros nucleares intentarán que la temperatura disminuya hasta llegar por debajo de los cien grados centígrados. Al mismo tiempo, se reducirá la presión en el interior del reactor, con muchas precauciones para que no se produzcan nuevas fugas de vapores radiactivos.

Las muestras de yodo- 131 detectadas en los productos lácteos de la zona no suponen ningún peligro, según aseguró un funcionarios de la Comisión Reguladora Nuclear. Es más, durante los próximos días los habitantes de las poblaciones más cercanas recibirán radiaciones de muy bajo nivel, que tampoco se consideran peligrosas.

En los momentos más graves de la situación, el pasado fin de semana, se trasladaron a la zona miles de botellines de yodo potásico, según se supo ayer. Este producto, que contrarresta los efectos en el tiroides de la radiación, habría sido administrado dos veces diarias a todas las personas evacuadas del área.

Los informes sobre el futuro de la planta atómica son tan contradictorios como los que se difundieron durante la crisis. Para algunos, la central no podrá ser descontaminada y tendrá que abandonarse. Para otros, la operación de limpieza costará «sólo» cuarenta niillones de dólares.

El Congreso celebró ayer su primera audiencia sobre el accidente y diversos senadores anuncian que propondrán legislación para detener la concesión de licencias de nuevas plantas atómicas.

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