Cartas al director

La inefable TVE

Resulta aburrido insistir en que TVE bien pudiera ser calificada de casa de las tinieblas, la incompetencia y el sopor. Pero lo cierto es que, salvo las honrosas excepciones de siempre (así, La clave, que por añadidura tiene que vérselas con los eternos censores, horripilados ante la grave amenaza de la libre circulación de ideas), nuestro inefable monopolio estatal de las imágenes sigue haciéndose acreedor a dichos epítetos en difícil pugna cotidiana de «colmos».Hoy, quién sabe por qué -me lo debe pedir el cuerpo- quiero abundar sobre el tema, trayendo a colación una divertida y pequeña muest...

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Resulta aburrido insistir en que TVE bien pudiera ser calificada de casa de las tinieblas, la incompetencia y el sopor. Pero lo cierto es que, salvo las honrosas excepciones de siempre (así, La clave, que por añadidura tiene que vérselas con los eternos censores, horripilados ante la grave amenaza de la libre circulación de ideas), nuestro inefable monopolio estatal de las imágenes sigue haciéndose acreedor a dichos epítetos en difícil pugna cotidiana de «colmos».Hoy, quién sabe por qué -me lo debe pedir el cuerpo- quiero abundar sobre el tema, trayendo a colación una divertida y pequeña muestra de lo anterior, pasando por alto alguna otra jocosa perla, como la de aquel locutor que hablaba de la izquierda aberlache... Me refiero al telediario del mediodía del pasado 18 de octubre. La emisión recogió íntegro el improvisado discurso del Papa en su visita al hospital Policlínico de Roma. Seguramente para hacerlo más comprensible a los espectadores, la emisión incluía una voz en off que traducía las palabras al castellano; bueno, es un decir, porque la empresa se acometió con un grado tal de amateurismo que más hubiera valido no apostillar con insufribles disparates las sencillas palabras del antiguo cardenal de Cracovia.

Yo, que sólo chapurreo italiano de oídas, no habiéndolo estudiado nunca en serio, destacaré los siguiente ejemplos: en primer lugar, cuando Juan Pablo II indicó que había ido a la clínica a visitar a «il mio amico, vescovo ... », o sea, «a mi amigo, el obispo ... », la brillante versión castellana espetó que se trataba de «mi amigo Véscovo»; en segundo lugar, cuando Karol Wojtyla se dirigía «a 1 professori, a i medici ... » («a los profesores, a los médicos ... »), la muy segura de sí misma voz en off salmodiaba «hay profesores, hay médicos ... ».

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