Editorial:

Los reflejos de Suárez

SI RECTIFICAR es de sabios habría que otorgarle el tratamiento al presidente del Gobierno después de su breve intervención de ayer que cerró el debate sobre la explicación de la reciente crisis ministerial y el cumplimiento de los pactos de la Moncloa. Bien es verdad que sus palabras no tenían ni la importancia ni la trascendencia del discurso político que pronunciara el miércoles; pero la capacidad de reflejos e improvisación que puso de relieve en su intervención final lograron devolverle en mucho su perdida imagen. Si el señor Suárez hubiera demostrado menos inseguridad y más arrojo en su d...

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SI RECTIFICAR es de sabios habría que otorgarle el tratamiento al presidente del Gobierno después de su breve intervención de ayer que cerró el debate sobre la explicación de la reciente crisis ministerial y el cumplimiento de los pactos de la Moncloa. Bien es verdad que sus palabras no tenían ni la importancia ni la trascendencia del discurso político que pronunciara el miércoles; pero la capacidad de reflejos e improvisación que puso de relieve en su intervención final lograron devolverle en mucho su perdida imagen. Si el señor Suárez hubiera demostrado menos inseguridad y más arrojo en su discurso de anteayer, si el contenido político de sus palabras hubiera sido más interesante hoy, el Gobierno se habría visto mucho más fortalecido. Las interrogantes de fondo siguen, por desgracia, planteadas, pero al menos la figura del presidente se ha levantado por sus propios medios, del K. O. técnico en el que su mala disertación del miércoles le dejó.Por lo demás, ojalá sirva esta aparente pérdida del temor habitual que Suárez demostraba para intervenir en público para que suba a la tribuna con frecuencia a explicar los problemas del país y para que también se someta a una rueda de prensa en regla. Cosas todas ellas que debería haber hecho hace casi un año. Pero ya reza el refrán que nunca es tarde si la dicha es buena.

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