Editorial:

La agricultura española, en la encrucijada/y 2

Los TEMAS pendientes del campo español se arrastran de forma desesperante desde hace muchos años. Los parches de la política de precios se han utilizado en agricultura con mayor prodigalidad aún que en otros sectores, sin que ello haya significado más que un pequeño respiro para los sucesivos equipos ministeriales. Y que no se diga que los agricultores sólo están interesados en subir los precios porque no es verdad. Están interesados, como cualquier otro empresario, en que subsista la empresa, y para ello exigen precios remuneradores de su trabajo; pero también solicitan medidas de mucho mayor...

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Los TEMAS pendientes del campo español se arrastran de forma desesperante desde hace muchos años. Los parches de la política de precios se han utilizado en agricultura con mayor prodigalidad aún que en otros sectores, sin que ello haya significado más que un pequeño respiro para los sucesivos equipos ministeriales. Y que no se diga que los agricultores sólo están interesados en subir los precios porque no es verdad. Están interesados, como cualquier otro empresario, en que subsista la empresa, y para ello exigen precios remuneradores de su trabajo; pero también solicitan medidas de mucho mayor alcance con las que se acometa de verdad el problema de fondo: la distancia entre mundo rural y mundo urbano no ha hecho sino agrandarse desde tiempos inmemoriales.Entre los temas pendientes a corto plazo destacan -además del de los precios remuneradores- el paro de las zonas agrícolas del sur, la regularización de la vida sindical, la plena igualación de la seguridad social agraria al régimen general, la implantación de seguros de cosecha eficaces y la reforma y regionalización del crédito agrario. Además, existen leyes de la etapa anterior que permiten actuaciones inmediatas en cuanto a la expropiación de tierras mal explotadas que podrían resultar algo más que simbólicas para afrontar los problemas de paro en zonas concretas. Ya sabemos que no hay muchas fincas mal explotadas, pero algunas sí.

Llamamos problemas a medio y largo plazo aquellos que no admiten soluciones inmediatas, porque sería peor el remedio que la enfermedad. Pero ello no quita que sean urgentes y que exijan una acción decidida desde hoy mismo.

Entre los temas a medio plazo está, en primer lugar, la reforma de los canales de comercialización de los productos del campo, que ha de combinarse con un control riguroso de los monopolios que transforman gran parte de los productos que todos los españoles compramos en el supermercado. Paralelo al caos comercial se encuentra un entramado burocrático que es urgente desenmarañar; la reforma administrativa de los diversos organismos agrarios consistente en una definición clara de funciones y una simplificación de trámites contribuiría al mejor funcionamiento del sector. Otros temas que esperan su resolución a medio plazo son, a saber, el del asociacionismo y cooperativismo, donde la ausencia de nuevas experiencias y de imaginación es aplastante; el de una política ganadera y de oleaginosas que sanee la balanza ,exterior agraria; el de una política de producción forestal que combine conservación de la naturaleza y demanda de madera al alza; el de una reforma fiscal que grave rentas realmente percibidas y fomente la inversión con promesas de desgravaciones que sean algo más que papel mojado: el del envejecimiento de la población rural con mecanismos de jubilación anticipada y de ayuda al joven agricultor similares a los de otros países europeos. Y. por último, parece indispensable atajar el alza del precio de la tierra, que gravita de forma insoportable sobre la modernización y reestructuración de la empresa agraria.

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En cuanto al largo plazo destaca, desde luego, el planteamiento de una política de ordenación del espacio rural que permita un equilibrio entre sectores y regiones del país; el fomento de la movilidad del factor trabajo sobre el eje norte-sur contribuiría a paliar el paro crónico en Andalucía y Extremadura y a impulsar el gran potencial agrícola y ganadero de las Castillas. Y es que un país moderno precisa una acción de ordenación territorial continuada, y España ni la ha tenido ni la tiene.

Junto a este gran tema se encuentran la mejora del hábitat rural con los servicios correspondientes a una sociedad de consumo, la realización de un inventario de recursos y un estudio de potencialidad, la programación interregional de aprovechamientos y cultivos, la reforma de la estructura de .la propiedad de la tierra y el impulso definitivo a la in investigación y extensión. Todo ello desde la perspectiva de integración en Europa, donde hay muchas conquistas agrícolas que imitar, aunque se hayan cometido errores que evitar.

No estamos pidiendo magos que resuelvan de una vez problemas de decenios. Pero si exigimos voluntad e imaginación siquiera para plantearlos a debate.

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