Reportaje:

La caza de nazis como oficio

El 11 de mayo de 1960, cuando despertó pocas horas después de ser drogado, Adolf Eichrnarin pregunta sus secuestradores judíos: «¿Quién de vosotros es Tuvia Friedman?»¿Por qué un hombre dedica su vida a la caza de nazis? Tuvia Friedman tenía en su poder una lista con 700 nazis y llegó a localizar a 250. Simón Wiesenthal dirige en Viena el Centro de Documentación Judía, que se dedica a seguir la pista de los criminales de guerra nazis. Con la misma finalidad trabaja Isser Harel en el MOSAD, Servicio Secreto Israelí, del que ha sido jefe desde 1952 hasta 1963.

Eichmann, al pasar los años ...

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El 11 de mayo de 1960, cuando despertó pocas horas después de ser drogado, Adolf Eichrnarin pregunta sus secuestradores judíos: «¿Quién de vosotros es Tuvia Friedman?»¿Por qué un hombre dedica su vida a la caza de nazis? Tuvia Friedman tenía en su poder una lista con 700 nazis y llegó a localizar a 250. Simón Wiesenthal dirige en Viena el Centro de Documentación Judía, que se dedica a seguir la pista de los criminales de guerra nazis. Con la misma finalidad trabaja Isser Harel en el MOSAD, Servicio Secreto Israelí, del que ha sido jefe desde 1952 hasta 1963.

Eichmann, al pasar los años en constante huida por varios países sin lograr ser capturado, llegó a hacerse la ilusión de que sería olvidado. Sin embargo tuvo siempre presente el espectro de su peor enemigo: Tuvia Friedman.

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Judío polaco, sobrevivió en un campo de concentración y dedicó el resto de su vida a una labor de detective muy especial: cazar nazis. Eichmann era la pieza más codiciada para Tuvia Friedman. Se cuenta de él que puede olfatear nazis como un perro policía olfatea el hachis. Su oficio lo aprendió en Danzig, después de ser liberado por los rusos del campo de concentración de Radom. Estuvo al frente de una oficina que supervisaba a otros investigadores dedicados a localizar a los nazis escondidos en el área de Danzig. Consiguió poner a disposición de los tribunales a 5.000 criminales de guerra. Una de las capturas de Friedman fue el coronel de las SS, Kappke, juzgado y ahorcado por los rusos.

En 1946 dimitió de su cargo al considerar que su deber era ayudar a la creación del estado palestino. Se trasladó a Viena en donde tuvo dos misiones principales: espiar la compra de armas por parte de los árabes y continuar la caza de los criminales de guerra.

Después de pasar varios años intentando localizar a Eichmann se trasladó a Israel en 1952. Allí creó el Centro de Documentación de Haifa, con la misión de acumular documentos y pruebas contra los nazis. Al principio lo financiaba personalmente, ayudado por su mujer. Más tarde solicitó la colaboración del Gobierno israelí, que le fue denegada.

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En 1959 entabló contacto con la recién creada «Oficina Central para la persecución de criminales de guerra nazis», con sede en Alemania Occidental. Uno de los métodos usados para recopilar datos era la publicación de anuncios en la prensa israelí: «Si usted estaba en la ciudad de X, entre 1941 y 1945, y puede proporcionar cualquier clase de información sobre crímenes de guerra cometidos durante ese tiempo, póngase en contacto con el Centro de Documentación de Haifa.» Con este método se recibían cientos de cartas, llamadas telefónicas e incluso visitas personales de supervivientes de campos de concentración y ghettos. Todos estos datos eran cuidadosamente seleccionados y enviados a Alemania, a la óficina Central.

La captura de Eichmann

Friedmann continuaba obsesionado con la captura de Eichmann. Pero al no encontrar colaboración en su propio Gobierno, decidió actuar por su cuenta; publicó en la prensa mundial anuncios en los que se ofrecía, a cuenta del Gobierno israelí, 10.000 dólares por cualquier información que condujera a la captura de Adolf Eichmann. En 1959 recibió noticias fidedignas sobre su residencia en Buenos Aires.

La operación de captura fue dirigida por Isser Harel, otro de los profesionales de la caza de nazis. Fue Harel, y no Tuvia Friedrnan, el que estaba delante de Eichmann cuando éste despertó después de ser capturado en Argentina. Un año después era juzgado y ejecutado en Israel.

Una última curiosidad sobre los métodos de Friedman: la fuente más interesante de documentos y pruebas contra los nazis proviene, de los mismos ex oficiales de las SS y de la Gestapo, que intentan de esta manera liberarse de posibles represalias. Simón Wiesenthal, director del Centro de Documentación Judía en Viena, ha dedicado también su vida a la caza de nazis. Hace unos días declaró en la capital austríaca que tenía la certeza de que Josef Mengele, más conocido como el «doctor de la muerte de Auschwitz», vive actualmente en Paraguay, aunque es imposible sacarlo del país para ser juzgado. Sus compatriotas residentes en ese país le protegen y cuentan con gran influencia. Judíos pertenecientes a este Centro de Documentación austríaco han conseguido fotografiar a Mengele paseando por las calles de Asunción. Se sabe con certeza que es un asiduo visitante del Club Alemán de la capital paraguaya. Mengele está acusado por el pueblo polaco de llevar a cabo experimentos considerados como criminales con los internados en los campos de concentración, y de ser responsable de que cientos de judíos fueran enviados a las cámaras de gas en 1943 con el fin de obtener datos para investigaciones médicas.

Norteamericanos sospechosos

Según las autoridades del Departamento de Emigración de los Estados Unidos, hay por lo menos 85 ciudadanos norteamericanos sospechosos de haber participado en las atrocidades antisemitas de la segunda guerra mundial. El más conocido de ellos es Boleslav Maikovskis, que entró en los Estados Unidos en 1951 como apátrida, y que ha sido juzgado in absentia y condenado a muerte por un tribunal soviético en 1965. La Unión Soviética ha pedido su extradición numerosas veces y, se le ha denegado. Las autoridades norteamericanas, sin embargo, después de algunas investigaciones, han procedido a la deportación de varios de estos 85 sospechosos, cuando los cazanazis profesionales han demostrado que habían asumido falsas personalidades para entrar en Estados Unidos y evadir la justicia.

¿Acabará alguna vez la caza y captura de los nazis? Sus perseguidores reconocen que buscar la justicia durante tres décadas se ha convertido para ellos en una venganza obsesiva. «Alguien tiene que hacerlo -dicen- y no se puede olvidar lo sucedido en el pasado mientras exista algún criminal nazi escondido en cualquier rincón del mundo.»

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