Cartas al director

Una falacia del Gobierno

En estos mismos momentos el Gobierno se dispone a perpetrar, por enésima vez, una falacia a la que ha cogido gusto y de la que serán victimas los bolsillos de todos los contribuyentes y contribuirá eficazmente a disparar los índices de inflación. Se trata de cuando, justificadamente, aumenta el coste de uno de los componentes de un producto o servicio en un X%, repercutir ese mismo X% al conjunto del producto o servicio. Es decir, cuando los neumáticos de un automóvil suben un 20%, se aumenta el precio total del automóvil en ese mismo 20%.

Este es el caso de la gasolina y otros producto...

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En estos mismos momentos el Gobierno se dispone a perpetrar, por enésima vez, una falacia a la que ha cogido gusto y de la que serán victimas los bolsillos de todos los contribuyentes y contribuirá eficazmente a disparar los índices de inflación. Se trata de cuando, justificadamente, aumenta el coste de uno de los componentes de un producto o servicio en un X%, repercutir ese mismo X% al conjunto del producto o servicio. Es decir, cuando los neumáticos de un automóvil suben un 20%, se aumenta el precio total del automóvil en ese mismo 20%.

Este es el caso de la gasolina y otros productos petrolíferos y energéticos. Ciñéndonos al primero, su precio final tiene cuatro grandes componentes: coste del crudo, coste del refino, coste de comercialización y carga fiscal. La reciente devaluación sólo afecta sensiblemente al primero de dichos costes. Suponiendo, que es mucho suponer, que un litro de la llamada «súper», que costaba 31 pesetas, lleve diez pesetas de crudo, la devaluación de la peseta en un 20% supone un incremento de dos pesetas por litro, a todo tirar. Pero siguiendo la buena costumbre, ese 20% se ha aplicado a las 31 pesetas del precio total, cuando ni al refino, ni a la comercialización, ni al fisco les afecta para nada la mentada devaluación. ¿Con qué autoridad moral puede luego la Administración recomendar o exigir a la iniciativa privada que no practique estas ingeniosas maniobras? (Bien reciente está el caso de esa bebida exótica llamada café..., en que se ha actuado de la misma forma.)

Como paliativo, algún privilegiado cerebro, que en su momento no encontró plaza en nuestras escasas instituciones para subnormales, ideó lo de prohibir la circulación a más de cien km/h, incluso por autopistas. Para que los hipotéticos ahorros de gasolina, «que España no puede pagar», multiplicados por Dios sabe qué factor, los consuman los millones de automóviles extranjeros que cada año nos visitan. Quizá fuera más rentable invitar a los celtíberos a que fuesen a llenar sus depósitos a Andorra, Francia o cualquier otro país que sí puede pagarla y en cualquiera de los cuales será ya más barata que en España.

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