Fin de la "cumbre" eurocomunista

El enfrentamiento directo con Moscú quedó al margen

Los llamados partidos «eurocomunistas» han acabado por aceptar este término -incluido el Partido Comunista de España-, para adecuarlo a su propia estrategia actual, tal y como el secretario general del Partido Comunista Francés, Georges Marchais, explicó ayer en Madrid. El «eurocomunismo» se establece como una convergencia de los tres partidos en temas que no son nuevos y que ya se establecieron públicamente en la Conferencia de Berlín (junio de 1976), es decir, el respeto a las libertades públicas e individuales, a la alternancia en el poder, al pluralismo político y al sufragio universal.Sin...

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Los llamados partidos «eurocomunistas» han acabado por aceptar este término -incluido el Partido Comunista de España-, para adecuarlo a su propia estrategia actual, tal y como el secretario general del Partido Comunista Francés, Georges Marchais, explicó ayer en Madrid. El «eurocomunismo» se establece como una convergencia de los tres partidos en temas que no son nuevos y que ya se establecieron públicamente en la Conferencia de Berlín (junio de 1976), es decir, el respeto a las libertades públicas e individuales, a la alternancia en el poder, al pluralismo político y al sufragio universal.Sin embargo, y a pesar de todo, el Kremlin puede estar satisfecho, por encima de las palabras del secretario español, Santiago Carrillo, en lo que respecta a la falta de democracia en los países del Este, la decisión de que el «eurocomunismo» no es un «centro internacional» de oposición a terceros es una agradable noticia para Moscú. Asimismo, no puede dejar de agradar a los dirigentes soviéticos la defensa que se ha hecho de su sistema en lo que se refiere a los logros en el terreno de la política económica y exterior.

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Y es en este último aspecto donde las posiciones de los «eurocomunistas» y del bloque soviético no parece que difieran sustancialmente en los momentos actuales. La coexistencia pacífica se ha colocado por encima de una condena clara y rotunda sobre las persecuciones políticas en la Europa del Este. Marchais, Carrillo y Berlinguer no se han referido a ningún caso concreto de disidencia en el Este, ni siquiera a sus camaradas Kriegel, Mlynar y Havel, en Checoslovaquia; Kuron, en Polonia; Havemann en la RDA o Pliuch en lo que respecta a la Unión Soviética. Hay un miedo a la vuelta de la «guerra fría», es natural, los PC occidentales podrían ser de nuevo condenados al ostracismo y los de la Europa oriental sometidos a un aislamiento económico que agravaría aún más sus dificultades económicas.

Si acaso hubo un enfrentamiento con Moscú, se estableció a nivel de terminología. La prensa soviética y la del resto de los países del Este siguen insistiendo sobre el «internacionalismo proletario», los «eurocomunistas», en su cumbre de Madrid, hablaron de «solidaridad internacional», el mismo concepto que se utilizó en Berlín.

Tras la cumbre de Madrid, que darán desilusionados quienes confían en la fuerza del «eurocomunismo», no como imposición de ideas y métodos -Marchais, Carrillo y Berlinguer tienen razón al hablar de condiciones diferentes entre el Occidente capitalista y el Oriente de las llamadas democracias populares-, sino como consecuencia de una política soberana que reclaman para sí estos tres partidos, que no está en contradicción con la defensa concreta de quienes son perseguidos por defender los principios que atesoran los comunistas franceses, italianos y españoles, y nadie negaría que en tal defensa hay una «solidaridad internacional».

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