Editorial:

Un Gobierno de reconciliación

A medida que pasan las horas crece el convencimiento de que una confabulación ha puesto en marcha, en nuestro país, la técnica de un golpe de Estado. No estamos ante unos exaltados de la política, sino ante una historia de conspiradores con ramificaciones internacionales. Los objetivos son evidentes: incitar a la rebelión al estamento castrense; atemorizar a la población civil; exasperar a la Oposición empujándola a la acción impaciente o la protesta desordenada, e impedir así la celebración de unas elecciones democráticas en este país.Ante la técnica del golpe de Estado, sólo cabe una respues...

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A medida que pasan las horas crece el convencimiento de que una confabulación ha puesto en marcha, en nuestro país, la técnica de un golpe de Estado. No estamos ante unos exaltados de la política, sino ante una historia de conspiradores con ramificaciones internacionales. Los objetivos son evidentes: incitar a la rebelión al estamento castrense; atemorizar a la población civil; exasperar a la Oposición empujándola a la acción impaciente o la protesta desordenada, e impedir así la celebración de unas elecciones democráticas en este país.Ante la técnica del golpe de Estado, sólo cabe una respuesta posible: el contragolpe del poder. Para eso son necesarios do! tipos de medidas: medidas políticas, y medidas de autoridad. En la página 8 de este número, en sendos comentarios editoriales, explicamos cuál es nuestro juicio sobre el papel del Gobierno, en el mantenimiento del orden público y sobre el papel del Ejército. Queremos adelantar aquí nuestro convencimiento de que sólo si el presidente Suárez pone en marcha una operación política de altura podrá superar el Gobierno y quizás el Régimen, la crisis profunda que se ha abierto.

Decíamos ayer que el Gobierno no debe caer. Lo repetimos hoy, pero añadimos que parte del Gobierno sí debe caer. Este Gabinete tal como es, no puede presidir unas elecciones generales libres. Suárez sí podrá hacerlo, como presidente, si se rodea de ministros que representen la realidad social y política de las fuerzas de nuestro país. De otro modo, habrá que decir que muchas de sus propuestas no serán creíbles por una opinión pública que desconfía de que el Gobierno controle el poder que ha recibido y ante el deterioro de imagen de los responsables de la seguridad.

Un Gobierno de reconciliación nacional es lo que está necesitando nuestro país. Con Suárez a la cabeza y con inclusión de representantes de los partidos políticos, a derecha e izquierda, que estén dispuestos a un compromiso con el poder y a no combatirlo desde fuera, sino a defenderlo desde dentro. Un Gobierno en el que participen desde los oriundos del franquismo histórico hasta los miembros de los partidos de la izquierda real. En el que depongan sus actitudes los viejos contendientes de la guerra civil y demuestren a la opinión su disposición de no admitir el chantaje de los profesionales del disparo. Un Gobierno así exige la capacidad de olvido de sus mismos componentes. El abandono de toda prepotencia en los colaboradores del franquismo y el pedigree democrático que la Oposición quiere establecer. El reconocimiento de que hay un enemigo común que está dentro de casa: el enemigo de la democracia.

Ese Gobierno, con el amparo de la Corona y el respeto común a la institución monárquica, que debe salir garante de las libertades democráticas, sí puede hacer frente a la situación. Puede ejercer el poder, mantener el orden, perseguir la rebelión, tranquilizar las conciencias y contar con un consenso de apoyo popular.

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