Un error de óptica centralista

«El pasado domingo, el periódico madrileño EL PAIS publicó un editorial con el título «El Estatuto de Cataluña» que revela una vez más las ya conocidas suspicacias del matutino ante el tema de la autonomía catalana.Su argumentación para negar el derecho al Estatuto de 1932 es tan débil que no se comprende cómo los responsables del periódico la elevan a la categoría de editorial. Si el lector siente curiosidad puede leer el texto íntegro en esta misma página, pero se encontrará que la idea de EL PAIS se pretende sustentar en tres simples supuestos.

Primero: Que los españoles no catalanes...

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«El pasado domingo, el periódico madrileño EL PAIS publicó un editorial con el título «El Estatuto de Cataluña» que revela una vez más las ya conocidas suspicacias del matutino ante el tema de la autonomía catalana.Su argumentación para negar el derecho al Estatuto de 1932 es tan débil que no se comprende cómo los responsables del periódico la elevan a la categoría de editorial. Si el lector siente curiosidad puede leer el texto íntegro en esta misma página, pero se encontrará que la idea de EL PAIS se pretende sustentar en tres simples supuestos.

Primero: Que los españoles no catalanes pueden «malinterpretar» la reivindicación del Estatuto. Creemos que es aventurado presuponer en el ciudadano español de 1977 menor sentido democrático que el demostrado en 1932, cuando los representantes legítimos de los españoles en el Parlamento aprobaron (aunque recortado) el «Estatut» por un amplio margen de votos. Por el contrario, cabe situar al español de hoy con una más exacta idea de lo que son las nacionalidades de un común Estado español, cuya unidad es intangible. Afortunadamente para gallegos, vascos y catalanes, entre otros, sus reivindicaciones de una cierta autonomía son hoy mejor comprendidas y respetadas por el resto de los españoles, precisamente después de esos cuarenta años de intentar ahogar, inútilmente el ser y sentir de esos pueblos.

Segundo: Para EL PAIS lo legislado en 1932 es anacrónico y no puede tener. vigencia en 1977. Según esa curiosa teoría, todo el armazón jurídico de España se viene abajo. Otorgándole al editorialista un mínimo respeto por el Derecho Romano, base de gran parte de nuestras leyes, la enorme cantidad de nuestra normativa legal que proviene de años muy anteriores a las guerra civil, debería declararse caduca, anulándola. Original sistema de considerar las leyes, midiéndolas por su antigüedad más que por su bondad. Lo que los catalanes pedimos es el Estatut del 32, porque su promulgación fue legal y es un punto de partida. Luego se podrá actualizar cuanto se quiera y pueda, pero la recuperación de un texto que resultó víctima de la guerra es ante todo una restitución históricamente necesaria.

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Tercero: El diario madrileño considera retórica una «catalani dad» que sustenta planteamientos legitimistas. Al margen de que EL PAIS carece de evidente sensibilidad para entender en todo su significado la honda, profunda y entrañable expresión de catalanidad (que escribe entre comillas, dándole un sentido peyorativo) valdría un solo argumento para que reconsiderase su conclusión. La legitimidad con que España reclama Gibraltar nadie la considera prescrita a pesar del tiempo transcurrido. Llevar por parte de los españoles el empeño de recuperar la roca ocupada por los ingleses hasta los últimos extremos legitimistas resultaría, según la tesis de EL PAIS, absurdo. Muy arriesgado nos parece semejante planteamiento.

Pueden estar seguros el resto de nuestros compatriotas que aquí, en Catalunya, al Estatut del 32 se le considera como un vínculo de unión con el resto del Estado. Porque afirmar en textos legales lo que un pueblo siente en su interior es siempre una forma superior de entender la «soberanía popular». Negar derechos, defraudar anhelos es un sistema de represión que consideramos erróneo, además de ilícito.»

11 enero

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