Cartas al director

Austeridad ciudadana y austeridad oficial

Desde que el señor Villar Mir, ministro de Hacienda del primer Gobierno de la Monarquía, nos informó sin rodeos en su discutido discurso ante las Cortes, de la malísima situación económica en que se encontraba España -como consecuencia de muchos años de despilfarro triunfalista- todos esperábamos unas severas medidas económicas encaminadas a remediar, por lo menos en parte, ésa situación. En consecuencia, no creo que a nadie le hayan sorprendido las medidas adoptadas por el actual Gobierno, y que de forma tan paternalista nos expuso el señor Osorio hace unas noches por televisión.Si los gobern...

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Desde que el señor Villar Mir, ministro de Hacienda del primer Gobierno de la Monarquía, nos informó sin rodeos en su discutido discurso ante las Cortes, de la malísima situación económica en que se encontraba España -como consecuencia de muchos años de despilfarro triunfalista- todos esperábamos unas severas medidas económicas encaminadas a remediar, por lo menos en parte, ésa situación. En consecuencia, no creo que a nadie le hayan sorprendido las medidas adoptadas por el actual Gobierno, y que de forma tan paternalista nos expuso el señor Osorio hace unas noches por televisión.Si los gobernantes nos piden -y nos obligan- a los ciudadanos corrientes a que «nos apretemos el cinturón», lo primero que han de hacer ellos es predicar con el ejemplo. Por de pronto, podrían suprimir algunos gastos superfluos, que sumados, redundarían en ahorros de cierta consideración y que, sobre todo, les darían fuerza moral para pedir que los demás nos sacrifiquemos en bien de la comunidad.

Por no hacer la lista excesivamente larga, me limitaré a hacer algunas sugerencias que ni siquiera requieren un comentario:

Reducir el uso -y abuso- de los coches oficiales, tanto del Gobierno como de los tres ejércitos.

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Que los aviones Mystére de la Subsecretaría de Aviación Civil no sean utilizados más que por la Familia Real, salvo en casos de auténtica emergencia. Nunca. por supuesto, para que un ministro se vaya de vacaciones.

Que los funcionarios públicos en viaje oficial -a excepción, quizá, de los ministros- vayan en clase turista en los aviones.

Que los ministros que se trasladen en misión oficial reduzcan al mínimo su séquito, y que la relación de las personas que lo compongan se publique en la prensa. Con esta medida informativa se evitarían rumores callejeros, más o menos fundados, como el que recientemente ha circulado en cuanto a que un ministro en viaje al otro lado del Atlántico ha ido acompañado de más de 60 personas, superando, de ser esto cierto, los peores casos del despilfarro franquista.

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