El Movimiento, reticente contra el Gobierno y su reforma

El Consejo Nacional del Movimiento aprobó ayer, por 80 votos contra 13 y seis abstenciones, un informe no vinculante sobre la reforma política muy restrictivo respecto al proyecto del Gobierno Suárez. A propuesta del señor Fernández de la Mora se aprobaron también varias modificaciones en sentido aún más continuista, en especial la que obtuvo 63 votos a favor frente a 18 en contra y 18 abstenciones, por la que se solicita del Gobierno que los intereses orgánicos queden representados en el Senado. La sesión plenaria, la última del órgano colegiado del Movimiento en opinión de algunos consejeros...

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El Consejo Nacional del Movimiento aprobó ayer, por 80 votos contra 13 y seis abstenciones, un informe no vinculante sobre la reforma política muy restrictivo respecto al proyecto del Gobierno Suárez. A propuesta del señor Fernández de la Mora se aprobaron también varias modificaciones en sentido aún más continuista, en especial la que obtuvo 63 votos a favor frente a 18 en contra y 18 abstenciones, por la que se solicita del Gobierno que los intereses orgánicos queden representados en el Senado. La sesión plenaria, la última del órgano colegiado del Movimiento en opinión de algunos consejeros, mostró el deseo de los sectores más inmovilistas del Régimen, por perpetuar la situación de privilegio político en que han vivido durante cuarenta años.

La sesión del Consejo Nacional se inició con una impresionante puntualidad, en el marco del palacio del antiguo Senado, y con el Gobierno sentado en el banco azul mientras la presidencia del salón era ocupada por el presidente del Gobierno y del Consejo, Adolfo Suárez. acompañado del ministro secretario general y vicepresidente del Consejo Nacional, Ignacio García López, Y del secretario primero, Baldomero Palomares. A sus espaldas, tres bustos: del Rey don Juan Carlos, en el centro: de Franco, a su derecha, y de José Antonio, a su izquierda.

Los grandes del Régimen se encontraban en el salón de sesiones, en el que el gran ausente -con ausencia no excusada oficialmente- era el presidente del Consejo del Reino y de las Cortes: Torcuato Fernández-Miranda. En cambio, numerosos ex ministros y tenientes generales, franquistas de siempre todos ellos, asistían a la histórica sesión.

El doblemente presidente Suárez abrió la sesión con un discurso bien modulado, pronunciado con su característico estilo de modestia y decisión, tan lejano de la teatralidad mucho más espectacular del anterior presidente, señor Arias Navarro, también presente. Cuando Suárez aseguraba que «la mayoría del pueblo español apoya» los esfuerzos del Gobierno, una sonrisa irónica se deslizó en el rostro del consejero nacional Blas Piñar. Los rostros imperturbables de Pinilla, a su derecha, y Mónica Plaza, a su izquierda, dejaron a mitad de camino la sonrisa del consejero designado por Franco.

El discurso de Suárez -que se ofrece resumido en esta misma página- mostró a los consejeros la decidida voluntad de llevar adelante la reforma política de su Gobierno. A su final. algo cambiaba en aquel ámbito tan poco innovador: no hubo aplauso al bipresidente. El conato de aplauso a cargo de Garicano, dejó tal vez en mayor evidencia la ausencia de cortesía de los consejeros nacionales.

Y el aplauso sistemático con mayores o menores intensidades o decibelios, a los restantes oradores, mostró claramente que Suárez no es santo de la devoción de la mayoría de los consejeros nacionales. La simpatía parece recíproca. El presidente Suárez, con el pretexto de administrar los asuntos comunitarios cotidianos, abandonó el pleno del Consejo Nacional a continuación de su discurso, seguido de casi todo el Gobierno. Sólo los ministros-consejeros (Oreja, por Guipúzcoa; Pita da Veiga, por designación de Franco; Martín Villa, por León) continuaron hasta el término de la sesión, y hubieron de sufrir la pequeña censura al Gobierno de un aplauso cerrado a Gonzalo Fernández de la Mora, cuando éste afeaba al Gabinete que no hubiera estado presente en toda la sesión, por lo menos a título de despedida.

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Durante el descanso que siguió a la intervención de Adolfo Suárez, los consejeros aprovecharon para saludarse entre sí. Blas Piñar se desplazó hacia el sillón de donde Girón no se movió en toda la mañana -excepto para levantarse y votar no al informe aprobado- y asimismo varios consejeros saludaron al viejo león de Fuengirola, en una especie de peregrinación política y amistosa: Iniesta Cano, Pérez Viñeta, Rodríguez de Valcárcel. De la Iglesia, Gías...

La sesión se reanudó con la presentación del informe por el ponente señor Abella. Le siguió la intervención de Gonzalo Fernández de la Mora, quien manifestó que de las cuatro opciones políticas posibles -Inmovilidad, continuidad perfectiva, reforma y ruptura-, él estimaba irreversible la reforma, aunque no fuera su opción preferida.

Al margen de otras disquisiciones de carácter teórico y que sirvieron para mostrar la erudición jurídico-política del señor Fernández de la Mora, el orador expresó su adhesión al informe en lo que se refiere a la aflirmación de la le-Itimidad del 18 de julio; reconocimiento de que la democracia no es un fin, sino un simple medio,aceptación del bicameralismo; criterio de que la distribución del número de diputados también se ajuste al criterio territorial, junto al demográfico; defensa de la solución vigente en materia de elección del presidente de las Cortes, iniciativa de la reforma constitucional y mayoría cualificada para su aprobación y referéndum, y recomendación de que la ley electoral revista rango de ley ordinaria y se funde en el sistema mayoritario para ambas Cámaras.

Estos puntos, en los que resumía sus solidaridades el ex ministro de Obras Públicas -y que, por lo general, se refieren a las principales restricciones acordadas por la Sección primera respecto al proyecto gubernamental de reforma política no bastaron al señor Fernández de la Mora. «Mis discrepancias -dijo- son tan importantes que me impiden votar a favor.»

Se Inició entonces el de las reivindicaciones del citado consejero nacional del grupo de los 40. Lo más importante para él era lograr compenentar la representación inorgánica ya que no impedir ésta con la orgánica. Esto fue lo que más le costó, aunque al final, y tras una votación particular, lo obtuvo.

Pero en principio, tras sucesivas intervenciones del ponentes señor Gutiérrez Rubio y del señor Fernández de la Mora, la propia ponencia -que procuraba cuidadosamente no irritar al bunker, ante el peligro de que fuera rechazado el informe y se obstruyera una vez más la marcha de la reforma política- aceptó como suyos casi todos los puntos solicitados por el dialécticamente combativo consejero.

Así, fue asumido por la ponencia e incorporado al informe que aprobó el pleno, que el sistema bicameral no sólo es de institución única con dos cuerpos colegisladores, sino que ambos se encuentran equiparados en la actividad legisladora. Asimismo, se incorporó que el Consejo del Reino deberá contar en su composición del mismo número de miembros procedentes del Congreso y del Senado, elegidos por las respectivas Cámaras. Por último, se aprobó introducir en el informe que la facultad del Rey de someter directamente al pueblo una opción política de interés nacional -así lo establece el proyecto de ley del Gobierno- se matizara, no sólo con la necesidad, ya establecida por la Sección primera del Consejo, del refrendo y asistencias legales vigentes, sino también con la alusión especial, a la asistencia preceptiva del Consejo del Reino.

No bastaron estas adiciones, y Gonzalo Fernández de la Mora pidió que se añadiera el tema de la democracia orgánica. En el párrafo en que se estima preciso que estén representados en el proceso legislativo y demás funciones de interés general los intereses económicos, sociales, culturales y profesionales, se agregó: «El Consejo Nacional entiende que el Senado, por sus características, debiera ser la Cámara en la que se encontraran representados dichos intereses».

Para aprobar este texto fue preciso una nueva votación, que resultó favorable a la propuesta del señor Fernández de la Mora por 63 votos contra 18 y otras 18 abstenciones.

La eficacia de las intervenciones sucesivas de Gonzalo Fernández de la Mora quitaron interés a las palabras, poco brillantes y mal hilvanadas, del consejero José Martínez Emperador, quien apoyó el informe de la ponencia y la reforma política proyectada por el Gobierno Suárez.

Menos éxito tuvo aún el señor Zamanillo, quien tras su reciente diatriba en las Cortes contra el Gobierno, era esperado con interés. No pudo hablar, porque llegó tarde a la sesión. Las malas lenguas aseguraban que había sido convencido para no estar en su sillón.

Concluido el tema más político del orden del día, el Pleno del Consejo Nacional aprobó varios asuntos administrativos y económicos, relativos al Movimiento-organización.

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