Sobre "Autonomías y nacionalidades"

Fin de una polémica y comienzo de un diálogo La autodeterminación

Ahí van unas líneas sobre el editorial «Autonomía y nacionalidades», que me ha defraudado sinceramente.Un primer punto de ese editorial habla de «legitimidad». ¿Cuál legitimidad? Pues la oficial pertenece al Gobierno y la popular todavía no la tiene nadie. ¿En base a qué a Tarradellas se le censuran unas "interferencias" que se permiten y aplauden a Gil-Robles, por ejemplo? No será por legitimidad.

Otro punto trata de historia, de «repasar algunas nociones del bachillerato». ¿De qué bachillerato? ¿Del de la historia real, que está en la memoria del pueblo, o de la Historia...

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Ahí van unas líneas sobre el editorial «Autonomía y nacionalidades», que me ha defraudado sinceramente.Un primer punto de ese editorial habla de «legitimidad». ¿Cuál legitimidad? Pues la oficial pertenece al Gobierno y la popular todavía no la tiene nadie. ¿En base a qué a Tarradellas se le censuran unas "interferencias" que se permiten y aplauden a Gil-Robles, por ejemplo? No será por legitimidad.

Otro punto trata de historia, de «repasar algunas nociones del bachillerato». ¿De qué bachillerato? ¿Del de la historia real, que está en la memoria del pueblo, o de la Historia Imperial, presente en los libros de texto? El «Estado español» de hace quinientos años si que era una monarquía patrimonial y en ningún modo un Estado moderno, puesto que seguían vigentes en él las leyes, sino también las Cortes de las distintas «regiones». Cortes posteriormente abolidas por las armas de los Borbones.

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Otra gran mentira -o un ridículo error-: el que ningún Estado haya osado someter a las urnas (¡las urnas!) su integridad; uno, tan «moderno» y tan europeo como Suecia, hace setenta años, no solamente permitió la votación, sino que, perdiéndola, acató la voluntad popular y aceptó el anhelo «separatista» de los noruegos.

Un tercer punto, de democracia pura y simple. El de repartir «autorizaciones» a un derecho tan innegociable (¿O acaso la democracia no consiste en dar la palabra al pueblo?), como el de la autodeterminación, un derecho que sólo se disfruta cuando lo impone la movilización popular. Y el «Ampurdán» no pide «su» autodeterminación, mas, si la pidiera, ¿qué demócrata sincero se la negaría? Otro ejemplo: el Sahara occidental no posee ninguna característica étnica ni geográfica ni tan sólo lingüística que lo separe de Marruecos: desde un punto de vista de derecho puro burgués no cabe hablar de «nación saharaui». Pero existe la decidida voluntad «separatista» de todo un pueblo. Hassan II tiene muchas más razones que el editorial de EL PAIS para hablar de «periferismo disgregador, cantonalista y paleto»; sin embargo, ¿qué demócrata osa negar al Sahara occidental su derecho a la independencia?

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