Entrevista a José María de Areilza (...)

Se ha repetido con insistencia que el secreto de la perduración del régimen del general Franco era la constitución política que había otorgado al país, tan adecuada a la nación española que había subsistido cuarenta años. Pero esa afirmación es una falacia total para cualquiera que conozca la intimidad del sistema fenecido. Las instituciones de Franco estaban concebidas para que el propio Franco fuera jefe del Estado con omnímoda autoridad, que ejercía plenariamente, sin necesidad del concurso activo de esos mecanismos constitucionales, vigentes sobre el papel. Ni el «Movimiento» fue la Falang...

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Se ha repetido con insistencia que el secreto de la perduración del régimen del general Franco era la constitución política que había otorgado al país, tan adecuada a la nación española que había subsistido cuarenta años. Pero esa afirmación es una falacia total para cualquiera que conozca la intimidad del sistema fenecido. Las instituciones de Franco estaban concebidas para que el propio Franco fuera jefe del Estado con omnímoda autoridad, que ejercía plenariamente, sin necesidad del concurso activo de esos mecanismos constitucionales, vigentes sobre el papel. Ni el «Movimiento» fue la Falange o el tradicionalismo o el nacional-sindicalismo; ni las Cortes colegislaban; ni los altos cuerpos consultivos, como el Consejo del Reino o el Consejo Nacional, funcionaron apenas; ni las demás organizaciones eran realmente representativas. Ni siquiera a otros niveles, municipios o diputaciones, por ejemplo, se consideraban, los elegidos o designados, mandatarios de las comunidades locales. El sistema era un montaje hecho -a la medida de una personalidad excepcional que encarnaba físicamente a la nación. Al desaparecer el personaje, lo que subsiste es, por una parte, el Estado como armazón legal administrativo y humano que representa la continuidad de la vida española y que todos están de acuerdo en respetar, y por otra parte, una serie de rodajes constitucionales, irracionales e incoherentes, pues pertenecen a una època periclitada que se hallaba concebida sobre la base de una hipótesis hoy inexistente: la de que el generalísimo Franco siga ejerciendo el supremo poder.Mientras no se aclare rotundamente este punto de partida no se allanará el obstáculo fundamental para la democratización política.

Habrá amenazas y bloqueos y maniobras de camarilla de inspiración franquista que se elevarán una y otra vez desde la sombra, invocando lo utópico, en una especie de « esperpento» a mitad de camino, entre Valle Inclán y García Márquez. Y mientras tanto, el país, despertándose- por horas, se irá movilizando masivamente hacia objetivos reales, a mil leguas de los fantasmas invocados y de las apariencias heredadas ¿Cómo saltar por encima de esa dificultad? A mi entender, llamando a un gran «compromiso nacional» para traer la democracia a España. El objetivo sería la convocatoria de unas elecciones, libres que elijan a una Asamblea o Cortes. Y que éstas elaboren y aprueben una nueva Constitución para nuestro país.( ... )

( ... ) «El hecho de que existan apremiantes circunstancias en nuestra economía que obliguen, por ejemplo, a pensar en una estabilización comportaba disciplinas impuestas desde arriba a toque de corneta y funcionaba, mal que bien, al servicio de los intereses a los que servía. Pero ¿quien piensa hoy en serio, que una congelación puede intentarse siquiera como planteamiento, sin sentar en la mesa de negociación y en las áreas de la decisión a la clase trabajadora y al mundo sindical?".

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