Razones políticas impiden el ingreso de España en la OTAN

«Ningún país de la Alianza Atlántica niega la importancia estratégica de España para el conjunto de la defensa occidental, pero el problema de una entrada de España en la OTAN sigue siendo político», comentan en medios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, con sede en Bruselas, cuando se les pregunta por la perspectiva de un mayor acercamiento España-OTAN.

Aunque, al igual que en el caso del Mercado Común, en materia de relaciones con la OTAN España siga pagando el precio de sus cuarenta años de aislamiento político con las democracias europeas, en el caso de la Alianza At...

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«Ningún país de la Alianza Atlántica niega la importancia estratégica de España para el conjunto de la defensa occidental, pero el problema de una entrada de España en la OTAN sigue siendo político», comentan en medios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, con sede en Bruselas, cuando se les pregunta por la perspectiva de un mayor acercamiento España-OTAN.

Aunque, al igual que en el caso del Mercado Común, en materia de relaciones con la OTAN España siga pagando el precio de sus cuarenta años de aislamiento político con las democracias europeas, en el caso de la Alianza Atlántica, la situación española -por motivos estratégicos militares- ha sido siempre distinta.Desde la firma de los primeros acuerdos bilaterales España-USA, Madrid contó con un «abogado» defensor en la OTAN. Si políticamente España contínua ausente de los centros decisorios de la OTAN, militarmente, gracias a sus acuerdos militares con Estados Unidos, el sistema defensivo español está integrado en la estrategia de la OTAN.

Bases a cambio de un padrino

A cambio de sus concesiones territoriales para la instalación de bases norteamericanas, España recibe ayuda económica y militar. Madrid, en época de poca audiencia internacional, intentó en todas las ocasiones posibles un reconocimiento, político por parte de los aliados, en contrapartida a su política pro-atlantista.

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El primer paso importante en ,este sentido lo consiguió en el verano de 1974, con la firma de una declaración bilateral España-USA parecida a la «carta atlántica» que, el 26 de junio de 1974 firmaron en Bruselas los jefes de Estado o de Gobierno de los 15. países miembros de la OTAN.

Desde entonces, siempre a nivel político, en casi todos los consejos ministeriales de la OTAN el «caso» España ha sido puesto sobre el tapete. sobre todo gracias a la sensibilización de parte de los aliadospor los acontecimientos de Portugal.

Dos escuelas de pensamiento, capitaneadas por Estados Unidos, y el bloqueo nórdico respectivamente, se enfrentaron en cada ocasión. Los primeros abogaban por una mención en los comunicados finales de los consejos de la OTAN a la importancia estratégica de.España para la defensa occidental» -¿precio político de Washington a Madrid para rebajar el precio real de las bases?-, mientras que los segundos se mostraban intransigentes a cualquier alusión política sobre un país con un sistema político contrario al respeto de los principios democráticos que figuran en el acta fundacional de la OTAN.

Militarmente las cosas son más simples. Sobre todo después de la firma del «Tratado de Amistad y Cooperación» hispano-norteamencano que, en su artículo sexto decide la creación de «una comisión ad-hoc dependiente del nuevo consejo (hispano -norteamericano), para promover en forma permanente el establecimiento de la ádecuada coordinación con la OTAN».

Tratado que, según el propio Henry Kissinger, secretario de Estado norteamericano, equivale a una fase de transición para la integración de España en la OTAN.

Falta el paso político

Siempre dentro del marco militar hay que recordar que el propio comandante en jefe de las fuerzas aliadas en Europa, es decir de la OTAN, el general norteamericano Alexander Haig, tiene también bajo su mando las bases americanas en España en su doble versión dejefe supremo de las tropas estadounidenses estacionadas en Europa.

Militarmente puede decirse simplificando que España está ya en la OTAN. Falta dar el paso político. Vestir las instituciones políticas españolas con un manto democrático para eliminar los recelos de parte de los estados miembros de la OTAN.

El ministro español de Asuntos Exteriores José María de Areilza fue el primer ministro español que visitó oficialmente la sede de la OTAN en Bruselas el pasado 16 de enero. De su corta entrevista con Joseph Luns, secretario general de la OTAN, y con el almirante Peter Hill Norton, presidente del comité militar, transcendió muy poco. Casi nada. «Es prematuro hablar de una posible entrada de España a la OTAN», dijo Areilza a su salida del cuartel general de la Alianza.

La situación España-OTAN, a medio de paso entre una integración total y una participación práctica en lo militar, inclina a hacer varias consideraciones.

El Gobierno de Madrid deberá decidir en, su momento, si le interesa seguir cobrando de los Estados Unidos, por alquilarles las bases, o prefiere adherirse totalmente a la OTAN y pasar a contribuir en el presupuesto común de Defensa.

Los medios políticos-militares de la OTAN no ocultan su interés por la alternativa de una total adhesión de España a la OTAN por pocaque el país se vistiera de una seudodemocracia. La entrada en un nuevo miembro, en una organización en crisis, sería un éxito para la Alianza Atlántica, cada vez más consciente de la importancia estratégica de la Península Ibérica.

Tampoco se olvida aquí aunque en este punto se, es más discreto, que en una situación de verdadera democracia quizá será más difícil convencer al pueblo español de su interés por entrar en la OTAN.

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