Alcaraz homenajea al agasajado Federer
El número uno deslumbra en su puesta de largo en el torneo (6-0, 6-2 y 7-5 a Chardy), el día en el que la Catedral rinde tributo al legendario campeón suizo
La lluvia sigue haciendo de las suyas en Londres, pero no empaña el gran día del tenista que elevó el juego a otra dimensión. Eso sí, entre que se cierra el techo de la pista central y se toma asiento, bien ordenadito todo el mundo porque esto es Inglaterra, esto es Wimbledon y el protocolo obliga hasta límites insospechados, la ceremonia se retrasa casi media hora. El genio se hace de rogar. Van accediendo las celebridades al Royal Box, todos en pie cuando la princesa Kate Middleton entra en escena y palmas y más palmas conforme se adivina en la bocana la silueta de Roger Federer, impe...
La lluvia sigue haciendo de las suyas en Londres, pero no empaña el gran día del tenista que elevó el juego a otra dimensión. Eso sí, entre que se cierra el techo de la pista central y se toma asiento, bien ordenadito todo el mundo porque esto es Inglaterra, esto es Wimbledon y el protocolo obliga hasta límites insospechados, la ceremonia se retrasa casi media hora. El genio se hace de rogar. Van accediendo las celebridades al Royal Box, todos en pie cuando la princesa Kate Middleton entra en escena y palmas y más palmas conforme se adivina en la bocana la silueta de Roger Federer, impecablemente trajeado en tono pastel, con su chapa de orgulloso socio en la solapa, raya a un lado y sin un solo pelillo al azar. La perfección, hecha deportista. Le acompañan en el palco sus padres y su esposa Mirka.
El suizo, a apenas un mes de cumplir 42 años y retirado desde septiembre, cuando al tenis no le quedó más remedio que digerir lo irremediable, da un apretón de manos al presidente del club, el risueño Ian Hewitt, y durante dos interminables minutos de nostalgia los presentes observan, contienen la lágrima y viajan emocionalmente al pasado. Miran hacia abajo, al césped, e imaginan por unos instantes, fantaseando con una última vez: ¿Por qué no un baile más? También lamentan: ¿Qué pudo pasar en aquella tarde de 2019 contra Novak Djokovic? ¿Cómo demonios se el esfumó al suizo esa doble oportunidad de ganar un noveno título en la Catedral? Y de repente caen a plomo sobre la realidad, y despiertan: el pasado, pasado es.
“Sus golpes se deberían guardar en un museo”, afirma la tunecina Ons Jabeur a través del clásico videomarcador de la central. “Él es una inspiración”, sintetiza el australiano Alex de Miñaur. Discreto, sencillo y sentido. Muy protocolario. A la inglesa, sin estridencias. Así se resuelve el homenaje al gran campeón, al mago que inventó una nueva e inigualable forma de jugar, de crear, flotando en otra esfera, en su jardín. Él, y luego el resto. Los demás, los mortales. Ya no volverá el aficionado (no con él) a disfrutar de una de esas deliciosas tardes de julio frente al televisor, zapeando: de Wimbledon al Tour, y a la inversa. Prohibido pulsar el botón si en ese momento estaba jugando Federer, eso sí. Maravilloso recuerdo, tesoro a guardar.
Esto sigue, se dice, y queda al menos el consuelo de que por ahí ya asoma otro jugador especial, diferente, distinto a todo lo que viene produciéndose en la última década. No mide dos metros ni es el más alto; tampoco responde a una mezcolanza genética de nacionalidades; viene de una pedanía de 23.000 habitantes y sigue esmerándose para chapurrear cada vez mejor el inglés; no pretende acaparar la atención por declaraciones altisonantes o episodios fuera de lugar, sino por méritos propios; y si alguien tiene números reales y puede recoger de verdad el testigo de lo subversivo en medio de la planicie del tenis actual es él, Carlos Alcaraz. “Alcatraz…”, se confunde en un instante el locutor que anuncia el horario de las comparecencias de prensa.
Subversivo y transgresor
Sigue lloviendo a jarros en el exterior y mientras en la Centre Court se agasaja a Federer, a cincuenta metros y también a cubierto porque en la Court 1 se instaló la estructura hace cuatros años, al espectador le deslumbra la fastuosa puesta de largo del español, que aborda al veterano Jeremy Chardy (36 años y desde ahora retirado, según anticipó) como si hubiera estado encerrado durante un mes y sin jugar, como si tuviera prisa por demostrar que puestos a comparar y a buscar un relevo digno del suizo (tarea probablemente inútil, dicho sea de paso), ahí está él, veinteañero pero con mil trucos ya en la raqueta. Un elemento subversivo y hasta cierto punto transgresor en el encorsetado paisaje actual, donde se impone la pedrada y el no pensar, sin excesiva imaginación la mayoría y con la velocidad como vía única hacia la resolución.
Le sobra al murciano la potencia, pero lo suyo es otra historia. Desmarcado rápidamente, el joven rey del circuito compite por primera vez como firme candidato al título de Wimbledon, que descubre a un jugador con el colmillo mucho más afilado que en sus dos apariciones previas. Hace un par de años, Alcaraz sucumbió ante la jerarquía de Medvedev, y el pasado se encogió ante el poderoso embrujo de la Catedral, contra Sinner. En esta ocasión todo parece diferente. Londres recibe a un campeón hecho y derecho, con ganas de comerse el mundo y que pese a su temprana edad (20 años) ya hace maravillas. Creativo y decidido, acomete contra Chardy sin el más mínimo miramiento. Da igual que el francés, devorado por las lesiones y el covid, esté de salida y experimente su último día como profesional.
Vuela Alcaraz, dejando tiros y detalles de toda factura, y en 1h 53m cierra el estreno en esta edición. Por si el éxito reciente en Queen’s no era suficiente, lanza otro aviso para navegantes: 6-0, 6-2 y 7-5. Aquí está él, pulcro y afilado en este primer día, sin mayor contratiempo que ese tercer parcial en el que el rival coge algo de oxígeno fruto del afloje momentáneo del ganador, citado el jueves con otro francés, Arthur Rinkdernech o Alexandre Müller. La hoja de servicios es impecable: 38 ganadores, 10 saques directos y 14 errores no forzados. Décimo rosco (6-0) en el circuito profesional. Hay escorzos, hay guiños de genialidad. Ningún susto físico, todo luces.
“He jugado muy bien al principio, pero en el tercer set él subió su nivel”, introduce a pie de pista. “Estuve un poco en problemas, pero me gusta jugar puntos largos, las batallas. Estoy muy feliz por haber estado a un gran nivel. El último set ha sido apretado, pero estoy contento por superar esta primera ronda”, prosigue. “No cambia mucho para mí”, se refiere al hecho de jugar bajo techo. “Trato de no pensar en ello. Con sol es mejor para mí y para todos, pero tengo que estar centrado y no pensar en ello. Mostrar mi mejor nivel, pase lo que pase. El sonido de la pelota con el techo cubierto es muy bonito. Es muy bonito jugar aquí, tengo grandes recuerdos del año pasado y estoy feliz por tener a mucha gente apoyándome. No solo en España, sino en todo el mundo. Soy un chico con suerte”, cierra el, para muchos, heredero técnico del gran caballero.
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