El deporte se complica para las mujeres trans
Varias federaciones internacionales cambian sus normas para dificultar el acceso de estas personas a la competición
La halterófila neozelandesa Laurel Hubbard se convirtió el año pasado, en Tokio, en la primera atleta trans que compitió en unos Juegos Olímpicos. No ganó. Ni siquiera llegó a la final en su categoría (+87 kilos). A pesar de ello, su participación generó “controversia”, como describió ella misma. Hubbard agradeció al Comité Olímpico Internacional (COI) haber podido participar en la competición: “Reafirma el compromiso con los principio...
La halterófila neozelandesa Laurel Hubbard se convirtió el año pasado, en Tokio, en la primera atleta trans que compitió en unos Juegos Olímpicos. No ganó. Ni siquiera llegó a la final en su categoría (+87 kilos). A pesar de ello, su participación generó “controversia”, como describió ella misma. Hubbard agradeció al Comité Olímpico Internacional (COI) haber podido participar en la competición: “Reafirma el compromiso con los principios del olimpismo: el deporte es para todas las personas, inclusivo y accesible”, dijo entonces. No ha pasado ni un año de esas palabras y la Federación Internacional de Natación (FINA) acaba de aprobar un cambio en su normativa que veta a las nadadoras trans de las categorías femeninas si no han realizado su transición antes de los 12 años. La razón: considera que tienen ventaja competitiva respecto a las mujeres cis (cuyo género coincide con el sexo asignado al nacer). Su homóloga de rugby (World Rugby) ha anunciado una medida similar, mientras que la FIFA (fútbol) y World Athletics (atletismo) han iniciado sendos procesos de revisión de sus políticas respecto a las personas trans.
“No debe asumirse que las mujeres trans tengan una ventaja sobre las mujeres cis”, afirma el COI. El organismo recomienda que ningún atleta sea excluido de una competición en base a una supuesta ventaja competitiva. Son unas directrices alineadas con las demandas del colectivo LGTBI y que forman parte de la propuesta marco para la inclusión y la no discriminación, aprobada por el organismo a finales de 2021. En esa ponencia se retiró cualquier requisito para que las mujeres trans compitiesen (antes se estudiaban sus niveles de testosterona en sangre o en algunas disciplinas se les exigía haberse realizado una vaginoplastia, al menos, dos años antes de la competición). También dejaba a las federaciones internacionales de cada deporte que estableciesen sus propios protocolos con respecto a las personas trans. “El COI se ha lavado las manos”, critica David Guerrero, periodista y presidente de la asociación Deporte y Diversidad. “Han justificado su decisión en una falta de potestad para regular todas las disciplinas deportivas. Pero la realidad es que, al no hacer nada, están tolerando la lgtbifobia: la expulsión de las personas trans solo por serlo”, agrega Guerrero, autor del ensayo Corres como una niña (Dos Bigotes), donde analiza los estereotipos de género en el deporte.
“El deporte busca establecer un campo nivelado entre los contrincantes, y para ello segrega por categorías basadas en características objetivas como la edad, el sexo o, a veces, por peso”, resume la asesora deportiva Irene Aguiar en su ponencia Deporte femenino y personas transexuales: una aproximación a la situación actual, presentada en el último Congreso Español de Derecho Deportivo, en noviembre de 2021. Aguiar considera que las mujeres trans cuentan con ventaja competitiva: “La testosterona es una diferencia clara. A partir de la pubertad, esta hormona aumenta su presencia en el cuerpo masculino hasta mostrar concentraciones en sangre 20 veces superiores a las de una mujer. La testosterona produce mayor masa, mayor densidad muscular y ósea, mayores pulmones y corazón, menor grasa, mayores niveles de hemoglobina, hombros y tórax más anchos, o caderas más estrechas”, asegura.
“Se da por hecho que todas las mujeres trans son altas, musculosas y eso es estereotipar”, dice Guerrero. “No estamos hablando de los hombres trans, sino solo de ellas: subyace el machismo porque se perpetúa la idea de que las mujeres son peores en los deportes y, por lo tanto, nunca serán una amenaza para un hombre. Pero sí al revés. Es una concatenación de estereotipos”, continúa.
“Me gustaría saber cuáles son las ventajas trans: nunca las he visto”, replica Nora Gómez, de 64 años, comercial y deportista. Empezó con 14 años en el hockey hielo y con Txuri Urdin consiguió varios triunfos. A los 26 se casó (casi tres décadas de matrimonio), tuvo un hijo y con el paso del tiempo entró en los veteranos. “Dejé de jugar cuando comencé mi proceso de transición: necesitaba tiempo para mí”, explica.
Diferencias de velocidad
Tras cuatro meses de terapia hormonal, las mujeres trans muestran valores similares de testosterona en sangre que las mujeres cis. Esta es una de las conclusiones que extrajo Joanna Harper, científica y deportista trans, en un estudio pionero que realizó en 2015. Harper, médica y asesora del COI, publicó después otro informe sobre la hemoglobina en el que evidenciaba un comportamiento similar. Además, la investigadora constató en su propio cuerpo que nueve meses después de empezar su tratamiento corría un 12% más despacio que antes. Una diferencia de velocidad muy similar a la que muestran hombres y mujeres cis corriendo una maratón (11,1%), según un estudio de 2020 realizado por Run Repeat y la asociación internacional de ultrarunners (IAU).
Otro de los descubrimientos de Harper fue que después de tres años de hormonación se produce un descenso de la masa muscular, aunque menor que en los casos mencionados. “La elegibilidad [en el deporte] debería basarse en algún biomarcador”, plantea Harper, que pide no ceñirse exclusivamente a las categorías binarias de hombre o mujer. “Se va a necesitar tiempo para tener datos certeros sobre las mujeres trans en los deportes de élite”, agrega.
Cuando culminó su transición, Nora Gómez decidió organizar una comida con sus antiguos compañeros del equipo de hockey sobre hielo. “Solo faltó uno porque le resultó imposible. Fue maravilloso”. Sus amigos le plantearon que jugase de nuevo, ahora en el equipo femenino. “Fui al primer entrenamiento y estuvo bien”, rememora. “Antes de empezar, el entrenador me comentó que me tenía que cambiar en un vestuario aparte. Sola. No le di mucha importancia”. Sus compañeras, sí: en el siguiente encuentro, varias se fueron a cambiar con ellas. “Acabamos todas en el vestuario grande, juntas”.
Regresar a la práctica de su deporte favorito fue muy gratificante para ella: “Soy la única persona en el hockey sobre hielo que ha jugado en el equipo masculino y femenino de la liga nacional”. “Me hubiese gustado llegar a la selección española”, prosigue la mujer que actualmente juega con el Milenio Panthers y que también es fundadora de la organización Dekumas LBT para mujeres lesbianas, bisexuales, cis y trans. Considera que ha tenido suerte: “Siempre he sentido el deporte como un ambiente seguro. Pero hay muchos otros casos en los que las cosas son distintas”.
Efecto contagio
“No cuelgo las botas, me las cuelgan”. La futbolista trans Valentina Berr, de 29 años, acaba de anunciar que se retira del deporte profesional. “Llevo cuatro años sufriendo en silencio el odio y la violencia estructural contra las mujeres trans por parte de instituciones, medios de comunicación y de mucha gente que se dedica acosar a personas que se salen de la norma”, explicó la que era la segunda jugadora trans federada de fútbol de España al anunciar su marcha del club barcelonés CE Europa.
Para muchos expertos, este señalamiento a las deportistas trans de élite tiene un perverso efecto cascada, pues fomenta que sean expulsadas de otros espacios dentro del deporte base. “El debate sobre la competición puede ocultar una discriminación cotidiana en la práctica deportiva que sufren las personas trans”, avisan desde el Ministerio de Igualdad, que acaba de aprobar el anteproyecto de la denominada ley trans. Esta norma no prohíbe regulaciones similares a las aplicadas por la FINA, “pero se debe hacer de manera proporcionada, justificada y con la perspectiva de respeto a los derechos humanos, como indica la última directiva del COI”. Por su parte, el Tribunal Constitucional español acaba de declarar en una sentencia que toda discriminación de las personas trans es ilegal. En Igualdad preocupa que [con el veto a competir] “se esté reforzando el estigma sobre menores, adolescentes y jóvenes trans”.
En la asociación Deporte y Diversidad confirman que han atendido varios casos en ligas juveniles de vetos a niños y niñas trans con ocho años por una supuesta ventaja competitiva. “Es una excusa para ser tránsfobos”, dice el presidente de la asociación: “Están obviando que el desarrollo diferenciador no ocurre hasta la pubertad, dejan de lado los valores inclusivos y saludables del deporte. Las federaciones que excluyen a las personas trans influyen en otras organizaciones y competiciones de corte recreativo o amateur. Pocas personas llegan a la élite. Menos si son trans. Y todas las que lo hacen son espectaculares”, continúa Guerrero. Por eso lamenta que se cuestione cada éxito visible de las mujeres trans: “Lo hemos visto con Laurel Hubbard, con Lia Thomas o ahora con Valentina Berr. Con estos antecedentes, ¿qué mujer trans va a querer competir?”, se pregunta.
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