La mujer gana poder en el tenis: Amélie Mauresmo, directora de Roland Garros
Con el nombramiento de la exnúmero uno como primera mandamás del torneo parisino, dos de los cuatro grandes ya tienen un encabezamiento femenino
Además de ganar dos grandes y de celebrar 25 títulos, de alcanzar el número y de conquistar el trofeo maestro, Amélie Mauresmo (Saint-Germain-en-Laye, Francia; 42 años) trasciende como toda una pionera en el tenis. Ella fue, hace tres años, la primera mujer que accedió a la capitanía del equipo francés de la Copa Davis, recogiendo el testigo de Yannick Noah y asumiendo poco después que se había equivocado porque no podía compatibilizarlo con la tutoría a uno de esos hombres, Lucas Pouille; ella fue, también, ...
Además de ganar dos grandes y de celebrar 25 títulos, de alcanzar el número y de conquistar el trofeo maestro, Amélie Mauresmo (Saint-Germain-en-Laye, Francia; 42 años) trasciende como toda una pionera en el tenis. Ella fue, hace tres años, la primera mujer que accedió a la capitanía del equipo francés de la Copa Davis, recogiendo el testigo de Yannick Noah y asumiendo poco después que se había equivocado porque no podía compatibilizarlo con la tutoría a uno de esos hombres, Lucas Pouille; ella fue, también, la primera fémina que ocupó el banquillo de una estrella del circuito masculino, cuando en 2014 se alió con el escocés Andy Murray en un vínculo tan transgresor como criticado desde los reductos machistas; y ella es, desde que lo anunciase la semana pasada la Federación Francesa de Tenis (FFT), la primera mujer que pilotará el torneo más importante de su país, Roland Garros.
Es decir, Mauresmo continúa derribando barreras. “Y ahora salgo de mi zona de confort”, decía la exjugadora en el comunicado emitido por la organización, al frente ya de la dirección del major parisino y protagonista de otro importante paso de la mujer en el tenis, donde hasta hace nada los despachos eran coto casi exclusivo para los hombres. Hoy día, sin embargo, ya son dos al mando, luego llega el equilibrio en el territorio de los Grand Slams. Sucedió el curso pasado en Nueva York, donde la Federación Estadounidense de Tenis (USTA) designó a Stacey Allaster como sucesora de David Brewer –tras nueve años de este último en el cargo– y se repite el avance en París, escenario en el que a partir de mayo se seguirán las directrices de Mauresmo.
A la francesa, campeona del Open de Australia (2006) y Wimbledon (2006), le acompaña un formidable currículo. Ella fue la primera y única mujer de su país que alcanzó la cima del circuito (en septiembre de 2004) y la que más semanas (39) lo ha defendido; ella elevó trofeos de todos los colores, desde la Copa de Maestras (2005) hasta la plata olímpica de 2004, al margen de los 25 títulos individuales y la Copa Federación que conquistó en 2003; y ella cumple el perfil que deseaba la federación francesa, en busca de nuevos vientos tras el paso del exjugador Guy Forget –mandamás desde 2016, bajo el mandato de Bernard Giudicelli– y con la idea de potenciar la presencia femenina durante la presidencia de Gilles Moretton.
“A los cuatro años me senté frente al televisor y decidí que quería ser tenista por este torneo”, expresa la nueva directora en una entrevista publicada por la organización. “Me alojé aquí, en el Centro Nacional de Entrenamiento, y acabó convirtiéndose en mi patio del recreo. Lo gané como juvenil y después he sido comentarista, espectadora y telespectadora; no sé si alguien lo ha visto desde más ángulos que yo…”, bromea Mauresmo.
“Está claro que estoy muy orgullosa de ser la primera directora de Roland Garros, pero también creo que es necesario destacar por qué estoy aquí, más allá de mi género”, prioriza la francesa, que ha firmado un contrato de tres años, según el diario L’Èquipe, e ingresó en el Salón de la Fama del Tenis en 2016 tras retirarse en 2009; “me gustaría que esta cuestión dejara de ser relevante hoy día. Tenemos que apuntar y avanzar hacia algo más igualitario, independientemente del género. No importa el género, sino las habilidades que tengas”.
Mauresmo sigue los pasos de la estadounidense Allaster, la primera mujer situada en la primera línea organizativa de un Grand Slam, y en Wimbledon también se produjo un avance significativo hace dos años, cuando el tradicional club británico designó a Sally Bolton como primera CEO (directora ejecutiva) y, por tanto, mano derecha del presidente Ian Hewitt.
“El aspecto deportivo es, por supuesto, mi principal preocupación, pero también quiero implicarme en temas como el aspecto responsable y filantrópico del torneo, el tenis y su relación con la salud y el medio ambiente... Estos temas son muy importantes para mí, y ya los he planteado en nuestras conversaciones porque quiero implicarme en todo eso”, adelanta Mauresmo, quien al sexto año como profesional (1999) logró progresar hasta la final del Open de Australia.
Entonces, con 19 años, dejó una imagen para la historia en la penúltima ronda del torneo, cuando batió a la número uno del momento, la norteamericana Lindsay Davenport, y lo celebró dirigiéndose a la grada para estampar un beso a su novia Sylvie delante de todas las cámaras. Posteriormente cayó en la final, frente a Martina Hingis, y a la suiza no le gustó que reconociera abiertamente su homosexualidad. “Es medio hombre”, le calificó la vencedora, que recibió una respuesta rotunda de la rival, de físico poderoso: “Y ella es una estúpida. Eso está fuera de lugar”.
Madre feliz de Aaron y Layla, la extenista ya ejerce en Roland Garros y adelanta: “He aceptado este puesto mostrando claramente grandes ambiciones. Las defenderé con la exigencia, la libertad y la pasión que siempre me han impulsado”.
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