El Madrid y los milagros

Que las temporadas regulares más terribles y descontroladas del Real suelan acabar con Champions tiene tanta explicación como la carta marítima de los restos de Santiago

Bale celebra el primero de sus dos goles al Celta. Octavio Passos (Getty Images)

Cuando escribo estas líneas el Madrid está a 17 puntos del Barcelona, es decir, media Liga. Son esas situaciones tan madridistas en las que el cabeza dice que no y el corazón que sí. Otra vez que pasó algo parecido —todo perdido— fue en Lisboa, cuando los corazones decían que sí y las cabezas que no, menos una. El drama de la Liga es que ocurra tan temprano: el Madrid se ve obligado entonces a jugar por fe, no por razón. Son caminos distintos para el mismo objetivo, pero el primero más tortuo...

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Cuando escribo estas líneas el Madrid está a 17 puntos del Barcelona, es decir, media Liga. Son esas situaciones tan madridistas en las que el cabeza dice que no y el corazón que sí. Otra vez que pasó algo parecido —todo perdido— fue en Lisboa, cuando los corazones decían que sí y las cabezas que no, menos una. El drama de la Liga es que ocurra tan temprano: el Madrid se ve obligado entonces a jugar por fe, no por razón. Son caminos distintos para el mismo objetivo, pero el primero más tortuoso.

En el Museo Gaiás, Cidade da Cultura de Santiago, uno se topa de repente con decenas de palos de madera prensados, unos encima de otros como preparados para una hoguera. Son bastones de peregrinos, algunos más pulidos, otros arrancados directamente de los árboles; con ellos, mujeres y hombres caminan cientos de kilómetros por los más diversos motivos, incluso religiosos. Hace unos años se expuso el supuesto primer bastón, que llegó, según la leyenda, con el cuerpo del apóstol desde Palestina.

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De hecho, tal y como relata el propio museo, como los peregrinos llegaban a Compostela y no veían el cadáver, empezaron a sospechar: sus inquietudes fueron resueltas exponiendo pruebas de que allí se encontraba Santiago, tales como la cadena con la que lo ataron en Jerusalén, el cuerno de un buey con el que el cuerpo se movió por Galicia o el cuchillo utilizado para torturarlo. Es decir, como un secuestro pero al revés: tú recorrías Europa a pie para que te dieran pruebas de que el apóstol estaba muerto. Y aún así volvías medio mosqueado porque el cuerpo, lo que se dice el cuerpo, no lo habías visto.

Pronto eso ya dio igual. Se resolvió con fe: había que creer. Por mucho que se creyese, el cuerpo de Santiago no tenía por qué haber recorrido los mares desde Palestina hasta Galicia, entre otras cosas porque si entra un bulto de semejante tamaño por las rías te digo yo a ti lo que pasa. Pero si se creía funcionaba, y de hecho funcionó y funciona con rendimiento milagroso.

El camino que le espera al Madrid tiene toda la pinta de ser el mismo que el de los peregrinos: van a Santiago no porque esperen encontrarse al apóstol sino para encontrarse a sí mismos. La Liga si no vale para título vale para diván: se juega todas las semanas y ayuda a mantener el control. Que las temporadas regulares más terribles y descontroladas del Real suelan acabar con Champions tiene tanta explicación como la carta marítima de los restos de Santiago. Será que el consuelo, cuando se busca, se encuentra.

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