Fabiana Schneider, la fiscal que hace temblar a los corruptos de Brasil

La lucha contra la deforestación o contra la corrupción olímpica es la misma, dice la mujer que envió a prisión al organizador de los Juegos de Río

Fabiana Schneider, durante su intervención en la conferencia Play the Game.Thomas Søndergaard (Play the Game)

Mientras en Eindhoven, gris y siempre iluminada por las bombillas de su Philips el día pasaba lento, en una de las conferencias de Play the Game, la gran eucaristía de la anticorrupción en el deporte, contaron su experiencia dos fiscales que, conjuntamente, colaborando desde ambos lados del Atlántico, han desentramado uno de los asuntos más espectaculares del lado oculto del deporte, la relación delictiva entre Lamine Diack, expresidente de la federación internacional de atletismo (IAAF), y Carlos Nuzman, presidente del Comité Olímpico Brasileño y del comité organizador de los Juegos de Río 20...

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Mientras en Eindhoven, gris y siempre iluminada por las bombillas de su Philips el día pasaba lento, en una de las conferencias de Play the Game, la gran eucaristía de la anticorrupción en el deporte, contaron su experiencia dos fiscales que, conjuntamente, colaborando desde ambos lados del Atlántico, han desentramado uno de los asuntos más espectaculares del lado oculto del deporte, la relación delictiva entre Lamine Diack, expresidente de la federación internacional de atletismo (IAAF), y Carlos Nuzman, presidente del Comité Olímpico Brasileño y del comité organizador de los Juegos de Río 2016. La fiscal es brasileña. Se llama Fabiana Schneider. El fiscal es francés, Jean-Yves Lourgouilloux.

De Lamine Diack, en arresto domiciliario en París desde noviembre de 2015, y de su hijo Papa Massata Diack, quien no se mueve de Senegal porque si regresa a Francia sería detenido, se encarga Lourgouilloux, quien cree firmemente que “lobby en inglés significa corrupción” y desentraña, muy profesional, muy policía, su relación tanto con la trama de dopaje rusa (cobraban supuestamente a los atletas rusos para tapar sus positivos) como con Nuzman, de quien, piensa la acusación, recibieron al menos dos millones de dólares para comprar entre los miembros africanos del Comité Olímpico Internacional (COI) los votos que en 2009 eligieron a Río para albergar los Juegos de 2016.

De Nuzman, en libertad provisional después de pasar 15 días en prisión preventiva, se encarga Schneider, quien persigue la corrupción tanto por obligación profesional como por elección, por ideología, por convicción.

“La corrupción es una distorsión dentro de nuestra cultura que revela muy dramáticamente cómo nos relacionamos con nuestro medio y nuestro ambiente”, dice la fiscal, una de los más de 20 miembros de la fuerza especial anticorrupción llamada Lava Jato (lava coches) en Río y Curitiba. “La deforestación que se inició ya hace 500 años, con la colonización, es otra forma de corrupción. Es una palabra que, como los griegos nos enseñaron, significa degradación. De cualquier cosa. Es también así la corrupción en nuestra sociedad, entre políticos, poderosos y poderes económicos y también la corrupción del medio ambiente. Trabajar con la naturaleza en Amazonia o con la corrupción en Río es parte de la misma preocupación”.

La descripción de su trabajo, de su acción, el relato de su vida, es un reflejo puro de la construcción de la realidad brasileña. Fabiana Schneider nació en Rondônia, en la Amazonia brasileña, nieta de abuelos japoneses, italianos y alemanes. Y por ahí, cuenta, su amor por la amazonia y la mata. Allí, desde Santarém, trabajó como fiscal de medio ambiente en investigaciones relacionadas con la deforestación, con la corrupción que rodea la construcción en mitad de la selva amazónica de la gigantesca presa de Altamira, la tercera mayor del mundo y su gran impacto ambiental, y con la defensa y la protección de los quilombolas, los descendientes de los esclavos que huyeron de las plantaciones y se refugiaron en los quilombos (poblados) en la selva, donde los indígenas les enseñaron a sobrevivir. “Y estando allí, a comienzos de 2017, me reclutaron para trabajar en Lava Jato, para investigar otra corrupción que, en realidad, es la misma. Defender la sociedad de la corrupción y la naturaleza de la deforestación es parte de la misma cosa. Naturaleza y sociedad son una única cosa. La lucha es la misma, sea por defender la naturaleza sea por combatir grandes grupos de corruptos y corruptores”.

Lava Jato es un trabajo en equipo que investiga decenas de casos en Brasil y ha logrado probar la implicación de más de 200 personas. Comenzó con la detención y el envío a prisión del exgobernador de Río, Sergio Cabral. Fue el comienzo del desenmarañamiento de una tela de araña interminable. A Fabiana Schneider le tocó el hilo Nuzman-Diack porque habla francés y era la persona ideal para coordinarse con la fiscalía francesa. “Los Juegos Olímpicos fueron una plataforma para cometer otros delitos. A través de los Juegos llegó mucho dinero público y privado para construir el metro, para construir carreteras y tantas otras obras que sirvieron de instrumento para ganar más dinero ilícito. En esa parte de la construcción entran los políticos y empresarios. Solo conseguimos investigar este tipo de delito porque investigábamos a los que pagaban sobornos al exgobernador Sergio Cabral. Una de esas personas era un empresario, Arthur Soares, que fue quien dio el dinero para Lamine Diack. Fue una conexión de hechos que permitió llegar a las Olimpiadas”, explica .“Era absolutamente necesario encarcelar a Nuzman, hasta hoy creo que es necesario. Desgraciadamente lo soltaron. ¿Por qué? La práctica de la corrupción ocurrió en 2009, pero la organización criminal continuó actuando hasta la víspera de la prisión de Nuzman. De hecho, sus bienes están desaparecidos. Aún no conseguimos recuperar el oro [13 kilos en lingotes] que encontramos en Suiza y su actividad continua existiendo. Es una persona con gran poder político e influencia. Desde nuestro punto de vista se justifica la prisión”.

La fiscal Schneider se comprometió para un año con Lava Jato y el trabajo en Río. “Y no lo prorrogaré”, dice. “En 2018 volveré a Santarém, a la foresta, a los quilombolas y contra la hidroeléctrica de Altamira”. Volverá a su naturaleza, a seguir siempre luchando contra la corrupción, esa distorsión de la cultura, de la relación de la sociedad con la naturaleza, de la vida.

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