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Pequeños detalles de mucha importancia

No hay día sin que algún lector señale un fallo que ha escapado al control de calidad del periódico

Los errores en el periódico se han convertido este año en uno de los asuntos por los que más protestan los lectores. No hay día sin que alguien señale algún fallo que ha escapado al control de calidad. La gran mayoría se refiere a pequeños detalles, como el aviso que dio Segundo Rodríguez el martes, cuando afeó que en la noticia sobre la reactivación del caso residencias de Madrid aparecía escrito “las miles de personas”, en lugar de “los miles de personas”. La falta se corrigió enseguida y no tendría más importancia si no fuera por la reincidencia.

Estos descuidos son peligrosos porque la Redacción los percibe como errores menores; pero cuando el lector considera el periódico en conjunto le chirrían por acumulación. “¡Por favor, cuidad con más esmero la edición!”, reclamaba José Luis Lobo en un correo en noviembre. “Hay días, casi todos, en los que la lectura del diario se hace insufrible por la gran cantidad de erratas y errores ortográficos que salpican noticias, reportajes y artículos. EL PAÍS no se lo puede permitir y sus fieles lectores no lo podemos tolerar”.

El Libro de Estilo dicta que “cuando se comete un error, se reconoce llanamente, sin recursos retóricos” y dispone que el lugar para hacerlo es la fe de errores.

Error numérico. Ignacio Bañeres escribió la semana pasada para señalar que esto no se había cumplido en una noticia sobre el abuso de los contratos de menor cuantía en la sanidad madrileña, donde al redactor se le coló “un gazapo matemático”. Donde debía decir 99 millones, escribió 99.000. El lector lo señaló en un comentario y luego vio que se había corregido. “Curiosamente, no hay fe de erratas que así lo reconozca”, añadió.

En realidad, el error estuvo publicado apenas unos minutos, pues el lector leyó la primera versión de una información que se redactaba en directo. La noticia recogía un informe y, como era extenso, el autor dio un primer golpe informativo y siguió redactando. Al trabajar sobre el texto, se dio cuenta enseguida de que había transcrito mal la cifra y la corrigió, junto a otras ampliaciones.

En estos casos no se suelen incluir fe de errores con todos los cambios —aunque tras el aviso del lector, se hizo—, en el entendimiento de que es una noticia en evolución. Ha ocurrido esta semana, por ejemplo, con la sentencia del fiscal general. En las primeras versiones de la información había fallos que luego se corrigieron.

Naranjo por Navarro. La noticia que relata la acusación de acoso de una edil de Torremolinos (Málaga) contra Antonio Navarro, el ex secretario general del PSOE del municipio, reproduce varias conversaciones entre ambos por WhatsApp. Bajo uno de los retratos repetidos del antiguo cargo socialista, se escribió por error Antonio Naranjo en lugar de Navarro. Para colmo, cuando el equipo de redes publicó esta información en X usó el nombre equivocado en dos ocasiones en el enunciado, porque eran mensajes programados con el mismo texto.

En esta red existen numerosos perfiles que se identifican con el nombre de “Antonio Naranjo”, hasta el punto de que hace falta bajar varias pantallas para verlos todos. Hay un exministro de Ecuador, un reumatólogo de un hospital canario, empresarios, arquitectos, etcétera. De todos ellos, solo uno, el conductor de un programa de Telemadrid y columnista de El Debate se ha sentido aludido al ver su nombre bajo la foto del cargo socialista cuestionado y, tras agitarlo en redes, envió el miércoles una petición de rectificación al periódico, en la que exige una disculpa pública.

El Libro de Estilo señala que “el periódico debe ser el primero en subsanar los errores cometidos, y hacerlo lo más rápidamente posible y sin tapujos”. El fallo fue corregido en la web la tarde del sábado, el mismo día en que se publicó, y el lunes se incluyó una fe de errores y se eliminaron todos los mensajes en redes. Es la manera correcta de asumir la responsabilidad ante los lectores, que es a quienes se debe el periódico.

La Argentina de Milei. Al cumplirse los dos años del primer mandato de Javier Milei en Argentina, se publicó una información con siete gráficos de datos económicos. En el primero, dedicado a la evolución de la inflación entre el Gobierno de Alberto Fernández y el de Milei, al pasar el cursor por noviembre de 2023, el dato se situaba en el lado del actual presidente. Un error, como reportó el lector Alberto Rodríguez, porque aquel no asumió la presidencia hasta el 10 de diciembre de ese año y noviembre “fue el último mes completo del peronismo con Alberto Fernández, Sergio Massa y Cristina Fernández de Kirchner”. Tras el aviso, el gráfico se ha cambiado y figura una fe de errores al pie de la noticia.

Suplemento de Medicina. Otro lector, Carlos García, escribió el domingo para expresar sus objeciones al suplemento de Medicina publicado el día anterior en la edición de papel, pues considera que sus páginas tienen “un fin meramente publicitario y carecen del rigor, metodología y objetividad que caracterizan a los artículos sobre salud y medicina que escriben los periodistas dedicados a estos temas desde hace años en EL PAÍS”.

La publicación, que no tiene regularidad fija, lleva habitualmente bajo la cabecera la siguiente indicación: “Suplemento de promoción de salud. Elaborado por Fundación España Salud, responsable de su contenido”. En los dos últimos números, el del pasado sábado, y el anterior, en junio, no se incluyó este rótulo, sin que la cadena de revisión lo advirtiera.

Conclusión. Son ya muchas las veces en las que he alertado del efecto negativo de cualquier fallo en el prestigio del periódico. Sin dejar de insistir en ello, esta vez tomo la voz de un lector, Vicente Fernández: “La presencia de estas faltas o errores genera una pérdida de confianza que es clave para la labor periodística. Esto, que no es deseable ni se lo merece un medio como el suyo, que ha servido de faro informativo a tantas generaciones y que en cierta medida nos pertenece a todo un conjunto de la sociedad, es un aspecto que les rogaría que trabajasen con más atención. Otro motivo es que es aprovechado por los que cada día intentan desprestigiar, no solo a este medio y a sus periodistas, sino también a los que cada día los elegimos para informarnos y formar nuestra opinión”.

Para contactar con la defensora puede escribir un correo electrónico a defensora@elpais.es o enviar por WhatsApp un audio de hasta un minuto de duración al número +34 649 362 138 (este teléfono no atiende llamadas).

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