Karla Sofía Gascón y la noche que no fue: los Oscar ponen el agrio punto final al cuento de hadas
La actriz española finalmente estuvo presente en el teatro Dolby para la entrega de premios, pero sin posar, dar declaraciones ni juntarse con sus compañeros de ‘Emilia Pérez’
La noche era una fiesta, pero nadie dijo que las fiestas fueran fáciles. Nervios, expectativas, preparativos. Y aquí se trata de los Oscar, que generan una atención mediática global desmesurada. Si alguien estaba en el foco esa noche era Karla Sofía Gascón (Madrid, 52 años). Llevaba un mes estándolo, pero la velada cumbre de los premios del cine mundial la exponía más que nunca. Las dudas eran muchas, pero el viernes los César franceses dieron pistas de cómo se resolvería la cuestión: en nada. Y así fue. Gascón perdió la que podía haber sido su noche de oro, estuvo solo a medias. Quizá fue discreción, quizá un escondite.
No es que Gascón fuera a ganar el Oscar, tampoco antes de los tuits. La ceremonia dejó claro que era imposible saber quién se alzaría victoriosa de la categoría reina de la noche —con permiso de la mejor película—, la que lleva meses dando que hablar. Todo, absolutamente todo, apuntaba a Demi Moore; había ciertas esperanzas en Fernanda Torres por parte de brasileños y latinos; los más teatrales, jóvenes y poperos apostaban por Cynthia Erivo, que lo tenía difícil; la gran tapada era y fue Mikey Madison, que se alzó ganadora. Hacía tiempo que había pasado el tren de Karla Sofía Gascón, y sus decenas de mensajes ofensivos en redes terminaron de relegarla como la más improbable de la lista. Pero eso no quitaba que acudiera a la ceremonia, que lo hizo. Otra cosa es que fuera la noche que ella soñó: sin alfombra, sin declaraciones, sin sonrisas, sin fotos con sus compañeros. Una noche difícil.
Cientos de periodistas y de invitados curiosos esperaban a Gascón durante el recorrido de más de 150 metros previo a la ceremonia, pero ella los evitó entrando de tapadillo en el teatro Dolby; dentro, también logró esquivar las preguntas y las fotos, con amabilidad pero distancia. No es lo habitual en esta gala, donde los actores se muestran amables, generosos, se toman fotografías y charlan acodados en las barras del bar. Pero esta noche para la de Alcobendas fue solo un premio de consolación. El premio por mantenerse en silencio en los momentos claves —exactamente del 11 al 18 de febrero, cuando los académicos votaron, lo que le ha dado dos Oscar a Emilia Pérez—, el final de un camino accidentado y con un perdón solo a medias.
Gascón estuvo sentada en el patio de butacas del Dolby, la parte preferencial reservada a los actores, pero no en primera o segunda fila, como Ariana Grande o Timothée Chalamet. Las cámaras no la apuntaban con frecuencia, más allá de tras el chiste inicial de Conan O’Brien, que rompió el hielo al inicio de la gala bromeando: “En Anora dicen la palabra fuck 479 veces. Eso es solo tres veces más que los publicistas de Karla Sofía Gascón”. Y seguía: “Karla, recuerda, si vas a tuitear la gala, mi nombre es Jimmy Kimmel”. Quienes hablaron con ella aseguran que se tomó a bien la broma, que era del todo comprensible y que tenía que haber algún guiño a la polémica que ha copado la conversación en Hollywood durante semanas.
La broma de O’Brien le sentó bien, porque es el texto del único mensaje que ha colgado Gascón en sus redes tras la polémica. “Gracias a los miembros de la Academia por la nominación como mejor actriz protagonista, por la invitación a la gala; me gustó mucho, muy amena y divertida, sobre todo su fabuloso presentador Jimmy Kimmel, él es fantástico, cada día se parece más al gran Conan O’Brien”, bromeaba ella en un post de Instagram el lunes a mediodía (hora de Los Ángeles). “Me encantó abrazar a tantos amigos y compañeros en este regreso. Enhorabuena a todos los vencedores, sobre todo a Zoe Saldaña, Camille y Clement Ducol”. “Gracias a Netflix, Why Not Producciones y Jacques Audiard. Gracias, Emilia Pérez, por haberme enseñado tantas cosas”, concluía.
No hubo fotografías de Gascón con sus compañeras, Zoe Saldaña, que recogió un Oscar, ni Selena Gomez, que presentó dos. Menos aún con su director, Jacques Audiard, con quien las tiranteces quedaron claras en los César franceses. Apenas la enfocaron en la ceremonia, más que en ese chiste. En más de una ocasión la intérprete salió a los pasillos del teatro, donde hay barras que sirven bebida y algo de picar y en las que es habitual encontrarse con los protagonistas de la velada, relajados y charlando. Y ahí se mostró amable, pero distante. La actriz llegó a cruzarse con periodistas del diario EL PAÍS acreditados para la gala, que la saludaron, avanzándole en todo momento que eran reporteros del medio. Ella devolvió el saludo, amable, pero no se detuvo, y con paso muy rápido se marchó hacia la barra. Iba acompañada en todo momento de media docena de personas que le abrían paso, entre ellos escoltas de seguridad, algo que no es habitual en la gala, donde las estrellas se mueven con tranquilidad. Gascón, junto a su esposa, se acercó hasta una de esas barras y pidió una copa de vino blanco, y ahí algunos asistentes le pidieron fotos y vídeos. Amable, pero nerviosa, saludó a los presentes. Por ejemplo, estuvo muy cerca de Adrien Brody, pero no se saludaron.
Otros periodistas españoles también se acercaron a ella en el Baile del Gobernador, la fiesta posterior, pero les rechazó amablemente. Sonrisa, amabilidad, pero no. La agencia EFE le pregunto si había sido una temporada intensa: “Sí, ha sido intenso”, dijo por toda respuesta. No hubo más. Tampoco en fiestas posteriores. El hermetismo era tal que ni siquiera se supo de quién era su vestido; ni ella, ni la marca (la firma de moda Yves Saint Laurent, coproductora de la película y que la vistió durante la temporada, no confirmó que el traje fuera suyo, tampoco otras marcas que la han vestido, como Roland Mouret), ni siquiera los estilistas que solían vestirla quisieron decirlo.
No es difícil, pero ni mucho menos lo habitual, evitar la alfombra roja. El Dolby forma parte de un gran complejo en el corazón de Hollywood. De hecho, muchos visitantes se siente decepcionados cuando ven que el glamuroso teatro es en realidad parte de un centro comercial con tiendas de gorras, ropa interior y cosmética, con hamburgueserías y cafeterías. Tiene pegado un hotel, independiente pero conectado por una serie de galerías y salones. De hecho, en el espacio compartido entre el hotel y el Dolby están muchas oficinas administrativas de los premios, las cocinas del Baile del Gobernador, el estudio donde se retrata a los ganadores o la sala de prensa. Y en él se alojan invitados y sus equipos. Resulta relativamente fácil pasar desapercibido entre la marabunta que entra y sale, y también serpentear por los pasillos para meterse en el Dolby. Eso debió hacer la nominada, que decidió evitar no solo las poses en la alfombra o los encuentros con los periodistas, sino también los posibles encuentros informales pero incómodos que se producen en los pasillos.
Karla Sofía Gascón es amable y divertida en las distancias cortas. Durante toda la temporada, no ha seguido el encorsetamiento de Hollywood. Se siente cómoda ante las cámaras y, aunque no habla inglés, siempre se presta a contestar. De ahí que la de los Oscar haya debido ser una noche difícil para ella. Era la primera de su carrera —y la primera para cualquier intérprete trans— en lograr una nominación al gran premio del cine. El castigo por parte de Netflix, que la sacó de la promoción de Emilia Pérez, parecía dejarla fuera de juego. Finalmente, la redimió. Pero sin alfombra, sin entrevistas, sin chascarrillos, sin poses, sin fotos, sin hablarse con el director o sus compañeros, sin protagonismo. La noche no fue fácil para Karla Sofía Gascón. Quizá, alguna vez, ella misma quiera contarlo.