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Coordinado por Juan Carlos Galindo

15 buenas novelas negras analizadas y comentadas para la Feria del Libro (y el verano)

El género es la mejor lectura para esta época. La que sigue es una selección que incluye pistas para que el lector se oriente en la avalancha de novedades

La Feria del Libro de Madrid durante el primer fin de semana.SERGIO PÉREZ (EFE)

Ya está en marcha la Feria del libro de Madrid, y en estas fechas otras muchas por toda España, época de libros en la calle, alegría literaria y algo más de tiempo para leer. El verano está cerca y nada mejor que una lista comentada y analizada de libros leídos a conciencia para que orienten sus lecturas negras. Hay de todo porque la cosecha está siendo particularmente rica: clásicos estadoun...

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Ya está en marcha la Feria del libro de Madrid, y en estas fechas otras muchas por toda España, época de libros en la calle, alegría literaria y algo más de tiempo para leer. El verano está cerca y nada mejor que una lista comentada y analizada de libros leídos a conciencia para que orienten sus lecturas negras. Hay de todo porque la cosecha está siendo particularmente rica: clásicos estadounidenses vivos (Michael Connelly, Don Winslow…) se unen a valores muy sólidos de la literatura en español (Aro Sáinz de la Maza, Rosa Ribas), a otras apuestas consistentes (Dolores Reyes o Bernard Minier) y a un libro adictivo que es una sorpresa total. No se pierdan, además, algunas apuestas de editoriales pequeñas. Si quieren leer novela negra, aquí tienen su libro. No hay excusas. Como siempre, habrá mucho más en el mercado, muchísimo, pero esto es parte de lo que he leído y está seleccionado en virtud de un único criterio: que pueda avalarlo. Pasen, lean y compren.

El código Twyford, Janice Hallett (Ático de los Libros). Empezamos con esta, que es inclasificable. Es muy complicado explicar en poco espacio qué es este libro. Olvídense de si la autora es la nueva Agatha Christie o de en cuántas listas británicas de best sellers ha salido (unas cuantas, por cierto). Steve Smith es un expresidiario que ha conocido lo peor de la actividad criminal. De niño, su hallazgo de un libro de la autora Edith Twyford desencadenó una serie de desgracias (sobre todo, la desaparición de su profesora) que ahora intenta reconstruir y comprender. ¿Y por qué? Porque el libro, se supone, tenía las claves del código Twyford, auténtico santo grial de conspiranoicos de todo nivel. La clave que dará, al parecer, acceso al oro robado por los nazis o a los secretos de los viajes en el tiempo (o no sabemos muy bien a qué) está oculta en los libros de esta autora, descarado y eficaz remedo de Enyd Blyton, incluida la parte políticamente incorrecta.

El bueno de Steve es que se lanza a descifrar el código acompañado de una bibliotecaria y de algún amigo de la infancia. Como el protagonista tiene serias dificultades para leer y escribir, que no para encontrar claves recónditas, todo el libro está construido a través de grabaciones de móvil, bien de mensajes que manda a su hijo, bien a su agente de la condicional, o de conversaciones telefónicas transcritas. Los que hayan leído el libro dirán, “ah, pero luego…”, sí, sí, pero eso no lo voy a destripar. El ejercicio de estilo es considerable, pero el libro es muchas más cosas. Una oda a la fascinación que genera la literatura, un misterio perfecto, un relato que engancha a lo bestia y un repaso a la época dorada de los criminales británicos. La traducción corre a cargo de Auxiliadora Figueroa, que hace arte con un libro complejo que llega al lector español de forma brillante. ¡Ah! Se supone que tenemos que resolver el misterio que se esconde dentro del libro de Hallett, no de los de Twyford, claro. Yo he pasado olímpicamente y no me ha hecho falta el juego (que está generando su propia ola de frikis) para disfrutar a tope con el libro.

Pongan una serie (literaria) en su vida

Aquí traemos una serie que está empezando y promete, y dos que iban a acabar pero al final, afortunadamente, no lo han hecho. Y los tres son autores muy sólidos.

Nuestros muertos, Rosa Ribas (Tusquets). Iba la autora a acabar con su serie de los Hernández, esa peculiar familia de detectives, pero se dio cuenta en medio de la escritura de esta entrega, la tercera, de que ya los echaba de menos. Así que habrá más novelas y es de celebrar: misterios clásicos muy cuidados, personajes complejos (me fascina esa matriarca, Lola, que controla todo desde la oscuridad de la casa familiar), una Barcelona retratada con mimo y un lenguaje cuidado. En esta ocasión, tenemos a los Hernández muy tocados después de las experiencias de Los buenos hijos, solo Mateo sigue en la profesión, pero por cuenta ajena, y entonces se les cruza un caso que no pueden rechazar: la desaparición de un chico del barrio, de Sant Andreu, un joven emprendedor y triunfador. Como siempre, la trama sirve a Ribas para desplegar todo un arsenal de conexiones y recursos, detalles que los lectores sabrán apreciar.

Lucía, Bernard Minier (Salamandra, traducción de Dolors Gallart). El padre del comisario Servaz (uno de mis personajes preferidos, que demostró en la última entrega, Hermanas, que está en plena forma) abre la puerta a una nueva protagonista de una nueva serie: se llama Lucía Guerrero, es teniente de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil y empieza su andadura mientras maldice la muerte de su compañero, crucificado y pegado con cola en medio de un paraje perdido y bajo una tormenta brutal a las afueras de Madrid. Mientras, un grupo de estudiantes muy peculiar desarrolla en Salamanca un programa para detectar patrones criminales en casos antiguos. Y así se unen con agilidad las dos partes del relato: Lucía llega a Salamanca con su fuerza y su empuje, dispuesta a hacer lo que sea para descubrir quién está detrás de la muerte de su compañero. Un thriller con ritmo, una presencia cautivadora de las calles y las aulas de Salamanca y una nueva aventura del rey del thriller en Francia. Personaje con aristas y de inspiración clásica, Lucía Guerrero sufre y vence, a su manera, en esta novela. Queremos verla en próximas entregas.

Aquí tienen la entrevista que le hizo mi compañera y excelente lectora Silvia Ayuso en París.

Malart, Aro Sáinz de la Maza (Destino). La apuesta de este autor es radical, literaria, muy metida dentro del género. En esta ocasión cierra la tetralogía de los elementos, los cuatro libros protagonizados por Milo Malart, un personaje único en la historia reciente de la novela negra en español, con un triple salto mortal: vemos a Malart a través de los ojos de otros, porque él ha desaparecido. Y cuando aparece, lo hace como principal sospechoso de la muerte de la pareja de pijos barceloneses detrás de la que anda desde la primera novela. Parece que les he contado mucho, pero eso solo es el aperitivo. Quienes no lo conozcan no saben lo que se pierden o la suerte que tienen si al final deciden meterse en su mundo. Esta novela se puede leer sola, pero les doy un consejo: vayan a El verdugo de Gaudí y empiecen por el principio, verán cómo evoluciona el personaje, los ritmos, la arquitectura de las novelas. Porque Sáinz de la Maza tiene un plan y lo está cumpliendo.

Esta es la conversación que tuve con él para EL PAÍS

Cuatro visiones (y tres clásicos) desde EE UU

Para la primera de las cuatro elecciones, dejo el testigo a Guillermo Altares. No porque no me guste Connelly (es el amo), sino porque no me ha dado tiempo a leérmela y él, de cuyo criterio me fío totalmente, lo sabe todo.

Estrella del desierto, Michael Connelly (AdN, traducción de Javier Guerrero). No es nada sencillo que un escritor cree un personaje memorable, con el que empaticen los lectores y que sobreviva durante décadas con la sensación de que la vida lo va haciendo más sabio pero no menos rebelde. Es lo que logró Michael Connelly con el detective Harry Bosch, convertido ahora en investigador privado. Lo que es todavía más difícil es que construya otro personaje con el que pueda medirse (el abogado del Lincoln no cuenta porque se mueve en un territorio literario diferente). El escritor estadounidense lo ha conseguido de nuevo con Renée Ballard, investigadora de homicidios y una de las pocas personas en el planeta Tierra a las que Bosch respeta. Dentro de las novelas de Connelly hay un subgénero apasionante: la investigación de crímenes antiguos, de asesinatos olvidados por todos menos por su personaje. La teoría de Bosch es que “todo el mundo cuenta o nadie cuenta”, que todos los casos merecen ser resueltos porque todas las víctimas tienen derecho a una reparación y porque un asesino suelto puede seguir matando. Aquí Ballard y Bosch investigan el asesinato de una familia ocurrido hace muchos años, en la que se convierte en una de las mejores novelas del prolífico narrador estadounidense.

La ciudad de los sueños, Don Winslow (HarperCollins, traducción de Victoria Horrilo). Los aficionados al autor de El cártel asistimos emocionados a cada libro de esta cuenta atrás que se ha impuesto el estadounidense. Este, el segundo de una trilogía que empezó de manera hipnotizante en La ciudad en llamas, es el penúltimo de su carrera, puesto que luego se dedicará a trabajar en política y servir a su país. Seguimos aquí la pista de Danny Ryan, que sigue con su lucha contra sus tinieblas y contra la mafia enemiga. Danny es un mafioso irlandés en medio de una guerra con los italianos, una guerra que ha perdido, un futuro de ruina y muerte del que huye a la desesperada. Winslow entra de lleno de nuevo en el juego de la implicación con un personaje atractivo aunque esté del lado equivocado. Pero no es todo tan sencillo: nada se justifica, pero sí se llena de pliegues y recovecos. Los de Winslow nunca son personajes de una cara, dibujados en blanco y negro. “Madura de una vez. Eres un matón, un ladrón y un asesino. Esas decisiones las tomaste tú. Ahora toma esta”, se dice el protagonista en la página 127, en un giro que lo cambiará todo. Danny Ryan es el mejor personaje de Winslow desde Art Keller. Una novela, en definitiva, mayúscula, que se lee como la continuación perfecta de la anterior (y que se puede disfrutar sola, pero el conjunto le da mucho más empaque) y que hace que lloremos la marcha prematura de un grande de las letras criminales.

Lágrimas como navajas, S.A. Cosby (Motus, traducción de Miguel Sanz). Queda claro que este autor es una de las mejores nuevas voces del noir estadounidense. Con Maldito asfalto (también en Motus) nos sorprendió con una novela potente y dura de la que esta toma sus temas centrales: el racismo que impera en varios estratos de su sociedad y lo complicado que es para ciertos hombres, por mucho que hayan peleado, mantenerse en el buen camino. En este caso gira el argumento de partida hasta límites peligrosos, pero resueltos de maravilla. Dos hombres, dos padres, uno negro y el otro blanco, se juntan para vengar la muerte de sus hijos, que estaban casados. Ninguno aceptaba que fueran gais. El negro, Ike, es un antiguo pandillero muy violento que ha pasado por la cárcel y ahora ha conseguido redimirse y montar una empresa sólida, pero cuya vida se va por la borda tras la muerte de su hijo. El blanco, Buddy Lee, es el paradigma de esa escoria de caravana que tanto abunda en ciertas zonas de Estados Unidos. También ha sido un asesino y es un borracho irredento. Sin embargo, el lector no puede evitar la empatía que siente ante la lucha de estos dos hombres, que harán lo que haga falta por conseguir matar a quienes mataron a sus hijos. Hay un equilibrio impecable entre la acción, la investigación, el tremendismo de la historia y ciertos toques de humor negro. Y muy buena literatura. Celebramos que alguien se haya atrevido a traducir a este autor tan necesario. No esperen un panfleto, pero ciertas ideas recorren con fuerza sus casi 400 páginas. No se la pierdan.

Bret Easton Ellis en Colonia (Alemania) en marzo.picture alliance (dpa/picture alliance via Getty I)

Los destrozos, Bret Easton Ellis (Random, traducción de Rubén Martín). La novela que todos los fans del autor estábamos esperando. Un relato obsesivo sobre su vida y su llegada a la madurez. Es repetitivo, paranoico, circular, a veces innecesario, casi siempre grandioso. Los Ángeles, 1981, el joven Bret vive a lo loco, casi siempre solo (sus padres están viajando o trabajando), con sus amigos de escuela privada, coche caro y novia despampanante. Está descubriendo el sexo (fundamentalmente homosexual), el poder y la escritura (por entonces ya estaba con Menos que cero) hasta que el crimen atraviesa su vida. El gusto por el detalle, por el retrato minucioso de la vida de esos seres privilegiados y tristes es el aderezo perfecto al lado oscuro por el que se precipita la novela en un momento dado. El lector queda atrapado, obnubilado, atravesado por la literatura del autor de American Psycho. Como me decía la escritora Laura Fernández: “Es una lección de escritura”. También es un libro sobre el crimen, atravesado por el terror y la muerte, pero no exactamente una novela negra. Ahora bien, gracias Bret Easton Ellis.

Costumbrismo cordobés o siciliano

Aquí van dos novelas muy distintas pero unidas por una ambientación y ciertos objetivos comunes.

La lógica de la luz, Cristina Casar Scalia (Duomo, traducción de Montse Triviño). Ya saben que las comparaciones son siempre complicadas y de esta autora se ha dicho ya que puede llenar el hueco dejado por el inconmensurable Camilleri (de quien, por cierto, Salamandra ha rescatado ahora seis relatos de Montalbano inéditos. Albricias). No hace falta ir tan lejos para afirmar que nos encontramos ante novelas con buenas tramas y un sólido elenco de personajes, capitaneados por la subcomisaria Vanina Grassi, que maneja a su equipo con las más diversas artes (en la parte final, manda a dos subalternos a una misión sin decirles ni qué buscan ni qué tienen que encontrar. Pero funciona porque conoce el alma de los suyos). Además, se come de maravilla en esta novela, pero de maravilla. Y el final anticipa más Vanina, a la que la vida parece que no le da respiro. ¿El argumento de esta entrega? Bueno, mejor lo buscan. Les va a gustar. Esperamos la siguiente.

  • Les gustará si aman las historias sencillas y llenas de gente interesante del maestro Camilleri

El santo de Villalobos, Pascual Martínez (Siruela). Esta novela se basa en dos virtudes. La primera, el personaje que ha construido el autor en torno al sargento de la Guardia Civil Ernesto Pitana (qué espectáculo asistir a su proceso mental, lleno de sentido común y buen humor); la segunda, un sólido conjunto de secundarios y diálogos ágiles que equilibran bien algunos personajes que a veces hablan como si fueran un manual forense o de historia. El ambiente, el crimen sin grandes pretensiones y un desarrollo clásico de la investigación del principio al final completan esta entretenida novela. ¿El caso? Un santón popular muere de un disparo en un pueblo. Parece claro que ha tenido que ser alguien de la zona, y no hay tantos candidatos, algunos muy claros. Pero, ya saben, cuando se escarba no siempre se llega donde uno esperaba antes de coger la pala. Habrá que ver cómo sigue el bueno de Pitana.

Tres ‘thrillers’ para tres estilos

Cincuenta, cincuenta, Steve Cavanagh (Roca, traducción de Ana Momplet). El autor de 13 (esa novela en la que la protagonista manipulaba a los miembros de un jurado y el autor, a su vez, hacía lo mismo con cientos de miles de lectores) vuelve ahora con otra de juicios a la altura de la anterior. Una prosa rápida, muchas sorpresas bien integradas y un tono acorde con la trama, que gira sin descarrilar en torno a una apuesta arriesgadísima y de la que no diremos nada más. En este caso, dos jóvenes se acusan mutuamente de la muerte de su padre, exalcalde de Nueva York y hombre muy poderoso y rico. Eddie Flynn, el abogado que ya vimos en 13, ese antiguo timador que se ha pasado al otro lado de la ley, defiende a una de ellas en este thriller judicial en el que de verdad no sabes qué está pasando hasta el final y en el que se disfruta mucho con todo el rollo de abogados, jueces, mentiras, polis corruptos, etc. Notable denuncia, a través de la historia, de un fuerte machismo presente en ese mundo.

Púa, Lorenzo Silva (Destino). Un amigo y antiguo compañero encarga una misión fuera de la ley a un actor discreto de la guerra sucia de años atrás. Ese es Púa, al que vamos conociendo desde su extinta vida de librero a su época en la Compañía, luchando con malas artes contra el terrorismo, que tocó su vida de lleno. Silva se esmera en construir un personaje del que vemos el pasado y cómo siempre nos alcanza (técnica usada ya con notable éxito, por ejemplo, en El mal de Corcira) y su entrega presente para espantar de la vida de la hija de su compañero, ahora moribundo, la sombra de un depredador. El tono sigue siendo el que el autor ha usado siempre con la serie de Vila y Chamorro, que tan merecida fama le ha dado, pero en este caso entra de lleno en la guerra sucia. El argumento y la trama, como siempre en Silva, de factura impecables; la arquitectura, alicatada; y las implicaciones morales, bien expuestas.

Crisanta, José Ramón Biedma (Alianza). Podríamos decir que esta novela, ganadora del premio de la VLCNegra, es un thriller histórico, pero nos quedaríamos cortos en la definición. Empieza como tal, pero enseguida mete elementos de novela negra, de aventuras e incluso una historia de fantasmas (que aguanta bien dentro de todo esto porque se basa en los anhelos de los buscadores, no en lo que puedan o no encontrar). Sevilla, octubre de 1936, una ciudad ocupada por el bando de Franco y a la que empiezan a llegar alemanes en un ambiente opresivo y violento insoportable. Una mujer que trapichea con objetos robados y se mueve entre dos mundos, Crisanta, recibe un encargo: encontrar un retablo de Van Eyck perdido durante los pillajes. De esa manera, podrá salir de esa España, un lugar en el que no hay sitio para una bruja como ella. Bruja y ladrona. Y más cosas; un personaje fascinante. Otros secundarios, como ese cura del Tercio con pasado oscuro o el capitán Díaz Mayordomo (que es de los malos, pero a veces nos gustaría que no) o ese antihéroe conocido como Chacón Carter, completan un fresco vívido y sórdido de una época violenta y funesta… El contexto de represión y lucha por la supervivencia está muy bien descrito, porque Biedma sabe lo que se hace y se nota desde la primera página. Ya lo demostró en el pastiche holmesiano Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado o con El sonido de tu cabello.

La escritora argentina Dolores Reyes, en septiembre de 2022, en Querétaro (México). Sergio Adrián Ángeles (EFE)

Potentes, distintas

Miseria, Dolores Reyes (Alfaguara). De la creadora de Cometierra (una novela que nos agarró y no nos ha soltado), de la mujer que escribe a las cuatro de la madrugada porque la vida no le deja hacerlo en otro momento, llega esta novela con todo el poder de un lenguaje único, de un imaginario sorprendente y cruel. “Miseria es pura exterioridad y vida. Es un personaje que me cruzaba siempre, esas chicas descarnadas a las que les pasó de todo, con una historia terrible y que a la vez son un encanto, un imán para todos. Son también las pibas más violentadas”, comentaba en Babelia la propia autora sobre su personaje. Pero no se crean: aquí sigue Cometierra, que ha prometido no volver a usar sus poderes pero no puede evitarlo. Y se ha cambiado de barrio. Todo esto tendrá sentido en cuanto se ponga en marcha la maquinaria procedimental, que también la tiene esta novela extraña y poderosa, pura Dolores Reyes. ¿Que si esto es una novela negra? Muy negra.

W, Steve Sem- Sandberg (Impedimenta, traducción de Carmen Montes). La apuesta más compleja de esta selección. Un preso acusado en 1821 de asesinato trata desde la celda de reconstruir sus últimos años. Reconoce el crimen, pero no termina de entenderlo. Una novela que es a la vez una confesión, un diario de guerra, una reflexión sobre los límites de la cordura en la que se ve muy bien cómo se fueron sembrando las semillas culturales y políticas del desastroso siglo XX. A quien la tenga entre sus manos, y no es una lectura para llevarse a la playa, no le dejará indiferente. Es irregular a ratos y punzante y brillante a otros como solo pueden ser algunos libros.

Coda: dos despedidas y más recomendaciones

No aprendemos, porque no se puede, a despedirnos de quienes se van demasiado pronto. Sin embargo, se les puede echar un poco menos en falta a través de los libros. Lean todo Alexis Ravelo, no se arrepentirán, y lean todo Domingo Villar. Si ya lo han hecho, no se pierdan el volumen que Siruela le dedica en colaboración con el Congreso de Novela y Cine Negro de Universidad de Salamanca. Se titula Domingo Villar, artesano de la palabra. Y está lleno de buenos textos de gente que lo quería y acompañado de las ilustraciones de Carlos Baonza.

En los últimos meses, han salido algunas rarezas en las fronteras del género. Aquí analicé dos de ellas, que pueden servir de postre a este menú negro-criminal.

También hicimos un ejercicio parecido a este antes de Semana Santa. Sus títulos siguen siendo igual de recomendables. ¡¡A leer!!

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