Cine en familia (en el Reina Sofía)
La transformación de un antiguo auditorio del museo Reina Sofía en cine actualiza los servicios del centro, refuerza la idea de una arquitectura a capas y defiende un diálogo intergeneracional
Con la ampliación del Reina Sofía (MNCARS), que firmó el arquitecto Jean Nouvel, el museo ganó un gran auditorio con mayor capacidad que el que, en 1987, Jaume Bach y Gabriel Mora habían construido en los bajos del edificio original. Aquel inmueble había sido proyectado por el italiano Francesco Sabatini, con José de Hermosilla, en el siglo XVIII como Hospital general de Madrid.
Cinco años después de la intervención de Bach y Mora, el ya museo fue declarado Bien de Interés Cultural y, por tanto, monumento protegido. A esa historia de cambios, que son servicio cívico, se une ahora la transformación de ese antiguo auditorio en un ejercicio arquitectónico de reciclaje, convivencia y responsabilidad cultural. No se trata de deconstruir para construir, se trata de trabajar con la historia para seguir escribiéndola. Así, hoy ese antiguo auditorio tiene un nuevo carácter, un nuevo acceso y una platea distinta —con mayor inclinación para ganar visibilidad—, pero conserva la sala de proyección triangular —ideada para organizar la entrada—, y el icónico triángulo suspendido —que absorbe la reverberación y esconde ahora los altavoces centrales. No todos los cambios se ven: los juegos plásticos de materiales ocultan elementos para cuidar la acústica y un nuevo sistema de imagen y sonido.
La nueva intervención de aires rossianos firmada por Jaume Bach, su hijo Eugeni y su nuera Anna, de Bach arquitectes, demuestra que la arquitectura, la inclinación, la ornamentación incluso, puede servir como tecnología para mejorar acústica y visibilidad. También que la arquitectura, además de organizar el espacio, es comunicación. Si las densas cortinas de terciopelo que reciben a los espectadores remiten al cine, la serliana pintada de rojo informa del pasado, y de la nueva vida del edificio.
También la bóveda del techo. El juego de objetos geométricos ideado con la bóveda original mantiene la vigencia de un cielo estrellado. Esa bóveda pintada de azul que evoca un cielo nocturno es un apunte cultural: son muchos los cines y teatros proyectados por magníficos arquitectos —del Skandia de Asplund en Estocolmo al Teatro Olímpico de Palladio en Vicenza— que juegan con ese recurso. Es, también, una licencia poética: el cine en exterior sólo puede darse cuando llega la noche.