David Cronenberg: “Todo el mundo debería rodar una película sobre su propia muerte, es muy revelador”

El realizador canadiense, que recoge el Premio Donostia, bromea sobre su cuerpo: “Uso audífonos y desde que me operaron de cataratas, ya no llevo las gafas de siempre. Ahora soy biónico, soy el futuro”

David Cronenberg, con el premio Doniostia en la mano el miércoles por la noche. Foto: JAVIER HERNÁNDEZ | Vídeo: EFE

Desde que con Agnès Varda se abriera la posibilidad de entregar premios Donostia no solo a intérpretes, sino también a directores, el festival de San Sebastián ha ganado en posibilidades de galardonar a maestros del cine actual. Y en esta 70ª edición le ha tocado a David Cronenberg (Toronto, 79 años), un artista indiscutible.

Con los años, Cronenberg ha devenido en un cineasta clásico. Tras más de una veintena de largos y haber dado un ...

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Desde que con Agnès Varda se abriera la posibilidad de entregar premios Donostia no solo a intérpretes, sino también a directores, el festival de San Sebastián ha ganado en posibilidades de galardonar a maestros del cine actual. Y en esta 70ª edición le ha tocado a David Cronenberg (Toronto, 79 años), un artista indiscutible.

Con los años, Cronenberg ha devenido en un cineasta clásico. Tras más de una veintena de largos y haber dado un revolcón al cine de ciencia ficción en cualquiera de sus subgéneros, la mirada de Cronenberg o, mejor aún, sus intereses impregnan cada plano y cada una de sus decisiones narrativas. Siempre, además, sorprendiendo. Cuando el Zinemaldia anunció la concesión del Premio Donostia, explicó en el comunicado que era el “maestro del horror biológico, de las atmósferas turbadoras y de un universo tan personal como intransferible”. Han pasado, por ejemplo, 25 años del estreno de Crash y pocos han igualado su planteamiento.

David Cronenberg saluda a los fotógrafos antes de la rueda de prensa del miércoles por la tarde en San Sebastián.Javier Hernández

La rueda de prensa previa a la entrega este miércoles por la noche del galardón, a la que ha acudido con puntualidad, empezó con retraso tras la petición del cineasta de que la traducción se hiciera en persona a su lado. Nada de técnica, una decisión que valdría como eco a una carrera en la que los cuerpos humanos han sido fundamentales. Minutos después, cuando le han preguntado por su futuro, ha bromeado sobre por qué ha rechazado usar auriculares para escuchar al traductor: “Uso audífonos y desde que me operaron de cataratas ya no llevo las gafas de siempre. Ahora soy biónico, soy el futuro”.

Léa Seydoux, Viggo Mortensen y Kristen Stewart, en 'Crímenes del futuro'.

En 2014, Cronenberg publicó la novela Consumidos, y a través de esa referencia ha viajado a sus inicios. “De joven quería ser escritor, como mi padre. Iba a hacer novelas; es más, publiqué la primera con 20 años, y he tardado medio siglo en escribir la siguiente. El cine me raptó. Hace un tiempo pensé que ya había acabado con el cine, y la producción de Crímenes del futuro [que es estrenó en Cannes, se proyecta en San Sebastián en la gala del premio Donostia y se estrena comercialmente el viernes] fue una sorpresa, porque lleva escrita 20 años. Si escribiera ahora un guion difícilmente producible, lo pasaría a novela. Para mí, escribir un libro es todavía un impulso primario”.

El arte en esencia es criminal, y los artistas somos criminales, dije hace años basándome en la concepción freudiana de que la civilización aplasta y acalla el impulso animal”

¿Ha jugado Cronenberg con el público a lo largo de su carrera? Al director, siempre sonriente y de maneras corteses, esta pregunta le ha dolido algo y ha dedicado una pormenorizada disertación para explicarse: “Yo no empujo al límite al espectador, sino a mí mismo. E invito a la audiencia a que me acompañe. Hitchcock se describía como un maestro de marionetas, porque manipulaba a la audiencia. Yo no lo veo así, ni me veo así. Una película es un viaje creativo en el que invento y exploro por mí mismo. Y luego al estrenarla le digo a los espectadores: ‘Este ha sido mi viaje, a ver qué pensáis vosotros”. Por eso, nunca ha tenido líneas rojas ni temas tabúes. “Sencillamente, si no hago algo es porque no le veo el valor. Por ejemplo, nunca he filmado una película sobre perros [bromea]. El shock per se nunca me ha interesado”. Acerca del Donostia, recibido de manos del director francoargentino Gaspar Noé, Cronenberg se ha definido como un hombre con suerte: “He recibido numerosos premios en mi carrera en lugares muy cinéfilos, como San Sebastián. Siempre pensé que estos honores servían para decir basta al homenajeado, y ahora sé que en realidad te animan a hacer más cine”. Aunque a continuación ha confesado: “Si no hago otra película, a nadie le va a preocupar. Es una ventaja de no vivir en Hollywood, no sufro productores que me presionen. Algunas de mis películas han sido comerciales, cierto, cuando esa nunca ha sido mi intención”.

¿Y tiene consejos para las nuevas generaciones? “Es muy difícil dar consejos porque los tiempos han cambiado mucho. No me siento con la suficiente sabiduría. Tal vez: sé fuerte, acepta tus limitaciones y prepárate a sufrir”. Y ha añadido: “Me satisface que la gente diga que soy un ejemplo a seguir. No hago por eso cine. Y es bonito tener como contemporáneos a directores como Julia Ducournau, autores de distinta edad a la mía, con los que comparto una misma intensidad creativa”.

El año pasado, Cronenberg dirigió el corto The Death of David Cronenberg, en el que encara su propia muerte. De forma risueña ha explicado el proceso de creación y, en especial, el por qué: “Todo el mundo debería rodar una película sobre su propia muerte, Es muy revelador. En este filme, que no dura más de un minuto, me meto en la cama con mi cuerpo. En realidad ese cuerpo procedía de la serie Slasher, en la que había encarnado a un villano que acababa muerto en un congelador. Pedí quedármelo y lo metí en la cama de mi hija... que ya no vive en casa, claro. Como se estaba deteriorando, decidí no dejar pasar más tiempo, y usarlo para una película que nos aproxima a la muerte”. Más serio se ha puesto cuando ha reflexionado sobre el calentamiento global y la ingente producción de basura de los seres humanos, uno de los temas de Crímenes del futuro. “Me preocupa si tendremos éxito en encarar el cambio climático con lo que hemos ensuciado el mundo. Ojalá avancemos, pero a esta lucha le acompañan otras locuras, como la guerra de Ucrania. El ser humano tiene un impulso increíble por destruir. No soy muy optimista”.

David Cronenberg abandona la sesión de fotos del festival de San Sebastián.ÁLVARO BARRIENTOS (AP)

En lo que sí se ha mostrado esperanzado es en su siguiente proyecto y en el uso de la tecnología en el cine. “En The Shrounds contaré con Vincent Cassel y Léa Seydoux, con los que ya he trabajado previamente. Es un proyecto muy personal con partes autobiográficas, como descubrirán quienes me conozcan. Espero rodar en primavera. Y desde luego, me sigue fascinando la tecnología. Soy su gran defensor. Yo empecé en los sesenta, cuando triunfaba el underground neoyorquino, que apostaba hacer cine fuera de Hollywood. En Toronto nadie hacía cine, y eso fue una revelación: cualquiera, de repente, podía dirigir un filme. Hoy, si posees un buen móvil, puedes hacer una buena película”.

Aunque el arte está en otro lado, y a ello dedicó otra larga respuesta: “El arte en esencia es criminal, y los artistas somos criminales, dije hace años basándome en la concepción freudiana de que la civilización aplasta y acalla el impulso animal. Sigo creyendo en ello. El arte se alimenta de las partes de nuestro subconsciente que están prohibidas y ocultas, y que desde luego se tienen que expresar. Espero cometer más crímenes en el futuro haciendo más películas”.

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