Una enorme sorpresa

Desconozco de la poeta y escritora Margarita Leoz (Pamplona, 1980) su primer libro de cuentos, Segunda residencia. Han pasado ocho años desde entonces y ahora retorna con un volumen también de cuentos, Flores fuera de estación. Enorme sorpresa debo consignar antes que nada. Como la que también me deparó no hace mucho, también de relatos, el libro de la escritora vasca Eider Rodríguez,...

Desconozco de la poeta y escritora Margarita Leoz (Pamplona, 1980) su primer libro de cuentos, Segunda residencia. Han pasado ocho años desde entonces y ahora retorna con un volumen también de cuentos, Flores fuera de estación. Enorme sorpresa debo consignar antes que nada. Como la que también me deparó no hace mucho, también de relatos, el libro de la escritora vasca Eider Rodríguez, Un corazón demasiado grande.

Todo lo que narra Margarita Leoz en su libro, que no tiene geografía precisa, como si el planeta fuera un territorio sin fronteras con sus angustias y penas domésticas a cuestas, alguna vez ya lo hemos oído o leído. Nos ocurrió a nosotros o le ocurrió a alguien que conocemos. O lo hemos visto en el cine. Sin embargo, algo casi milagroso hace que todo suene a inédito.

Una pareja que un día descubre que ya no puede seguir junta, un hombre que sabe que nunca alcanzará la felicidad intacta que alcanzaron sus padres; el retorno a la antigua casa de los padres y de la infancia; la mujer protegida y querida por el hombre que no quiere como quiso al que probablemente no debió. Pongo un ejemplo, la pieza que presta título al volumen, ‘Flores fuera de estación’. Lleva un epígrafe del poeta inglés Philip Larkin que reza: “What will survive of us love”. Este relato trata de la supervivencia del amor visto por alguien que nunca asistirá a la supervivencia del suyo por nadie. Este relato, como ocurre con otros (por ejemplo, ‘Bulbos’, o el también extraordinario ‘Una nueva luz’), es casi una nouvelle.

Quiero indicar con esto que todo discurre en las sinuosidades exactas de su escritura, como si no se pusiera límites, por lo menos los que obliga el género; la frase que registra un comportamiento o una situación no anuncia lo que vendrá, porque lo que vendrá casi no lo esperamos y cuando sucede lo hace como una revelación o una anticipación de lo que no sospechamos. Si el protagonista de esta pieza se resigna o se revuelve contra su triste destino cotidiano, no lo sabremos hasta el final. Así funcionan estos cuentos-nouvelles, con la sencillez de las expectativas vitales, alcanzadas o malogradas. En resumen, una maravilla.