Todo por la patria

Maurizio Viroli invita a la izquierda a asumir los valores patrios como prueba de amor por la libertad y denuncia los vicios de los nacionalismos

Lema de 'Todo por la patria', en la puerta del cuartel de la Guardia Civil de Orea (Guadalajara).ALEJANDRO RUESGA

Hace algún tiempo, una asociación de guardias civiles solicitó formalmente que desapareciera de las puertas de sus cuarteles la locución Todo por la patria, argumentando que se trataba de un símbolo franquista, pues fue uno de los generales rebeldes a la República quien en plena Guerra Civil decidió adoptar el eslogan como rasgo de identidad de la Benemérita. No mucho después, la respuesta del mando consistió en ordenar que se ...

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Hace algún tiempo, una asociación de guardias civiles solicitó formalmente que desapareciera de las puertas de sus cuarteles la locución Todo por la patria, argumentando que se trataba de un símbolo franquista, pues fue uno de los generales rebeldes a la República quien en plena Guerra Civil decidió adoptar el eslogan como rasgo de identidad de la Benemérita. No mucho después, la respuesta del mando consistió en ordenar que se recuperara y cuidara ese emblema, y que se instalara en aquellas sedes del cuerpo que no lo tuvieran todavía. La polémica, trufada de emociones, se funda en la confusión creciente que existe entre patriotismo y nacionalismo, patria y nación, términos según algunos colindantes y según otros casi opuestos entre sí. Este último es el punto de vista de Maurizio Viroli, profesor emérito de Princeton, que hace dos décadas publicó un ensayo titulado Por amor a la patria, editado entonces por Acento y recuperado ahora para la opinión pública española.

El patriotismo supone una actitud solidaria en la defensa de la libertad y la paz. El nacionalismo se basa en la exclusión del otro

El libro es un compendio de las diversas interpretaciones y usos que ambos términos, patriotismo y nacionalismo, han merecido a lo largo de la historia, la violación mutua que se ha practicado entre ellos y las diferencias sustanciales que pueden señalarse al respecto, pese a que muchos los consideren casi sinónimos. La tesis fundamental del autor es que el patriotismo, honra o veneración de la tierra de los padres es un concepto que viene de antiguo. Su significado más prístino lo encontramos ya en Roma, y enlaza directamente con los sentimientos de amor a nuestras raíces y nuestro entorno, caracterizados por la solidaridad y la compasión hacia los demás. El patriotismo estaría así en la base de los valores republicanos, defensores de la libertad y la igualdad de los ciudadanos, mientras que el nacionalismo es víctima de su empeño en construir una unidad basada en la homogeneidad cultural, la pureza lingüística, la idéntica étnica y cosas por el estilo. El patriotismo sería, según este argumento, una forma de amor, y el nacionalismo, una ética del egoísmo. No obstante, a lo largo de la historia ambos términos han robado el significado del otro: una especie de patriotismo nacional adquirió preponderancia en la construcción de las naciones-Estado, mientras el nacionalismo se quiso apropiar de la patria y sus símbolos de manera sectaria y excluyente.

En los momentos revolucionarios la idea de patria ha surgido siempre con fuerza: representa un movimiento de solidaridad. “Allons, enfants de la Patrie…” cantan en La Marsellesa los chalecos amarillos a la vez que el presidente al que quieren derrocar. Lo mismo que Bush y Sadam Husein imploraban al mismo Dios de todos en su llamado a la guerra, gobernantes y gobernados franceses, enfrentados violentamente entre sí, recurren al imaginario de la misma patria como motivador fundamental de sus actos. Los radicales ingleses utilizaron el lenguaje del patriotismo republicano lo mismo que los españoles que lucharon contra Napoleón, para crear “un concepto de patria basado en los principios de libertad y buen gobierno”, dice Viroli basándose en los estudios del historiador Pierre Vilar. Pero la absorción del lenguaje patriótico por el ideario nacionalista en el siglo XIX hizo que la patria, “confundida con la nación, perdiera la conexión con la libertad que había mantenido durante siglos”.

Hay un esfuerzo por recuperar el primitivo significado de lo patriótico en la defensa que hizo Habermas del patriotismo constitucional, cuyo enunciado generó no pocas discusiones entre nosotros durante los años de la transición política. Los comentaristas españoles, tan acostumbrados a mirarse a su ombligo a la hora de analizar conceptos y problemas que son universales, olvidaron las dificultades del pueblo para recuperar su orgullo e identificarse con un patriotismo alemán después de ­Auschwitz. Entre otras cosas porque los nacionalistas nazis, como los fascistas o franquistas, se apoderaron del patriotismo de todos, al igual que ahora pretenden los nacionalistas catalanes o vascos, o el nacionalismo español de la ultraderecha: supeditan la búsqueda de la libertad y la defensa de las instituciones democráticas y el Estado de derecho a la homogeneidad cultural, étnica o incluso religiosa. El patriotismo forma parte sin embargo del sentimiento democrático: supone una actitud solidaria con el resto de los ciudadanos en la defensa de la libertad y la paz. El nacionalismo se basa en la exclusión del otro. Pero el uso del lenguaje ha viciado el entendimiento de las gentes al respecto. Los generales franquistas se apoderaron del concepto de la patria para identificarlo con la esencia de la Guardia Civil, como si quienes no fueran nacionalistas, nacionalistas españoles en este caso, no pudieran ser patriotas. Y los sindicalistas de la Benemérita piensan que el patriotismo es algo ligado al franquismo y al fanatismo, cuando desde Cicerón nos habla de solidaridad y de libertad, de compromiso con la historia y de asunción de esta. De toda ella, con los triunfos y los fracasos, la brillantez de unos hechos y lo tenebroso de otros, porque todos forman parte al fin y al cabo de nuestro pasado, y nuestro presente es también fruto de todos ellos.

El libro de Viroli, dedicado a la memoria de Norberto Bobbio, de actualidad indudable en el actual debate político español, es un esfuerzo clarificador. Invita a la izquierda a asumir los valores patrios como prueba insustituible del amor por la libertad y denuncia los vicios y enfermedades de los nacionalismos (cualquiera que sea la nación que pretendan representar) como una seria amenaza para la convivencia y la búsqueda de la felicidad por parte de los ciudadanos.

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Autor: Maurizio Viroli (traducción de Patrick Alfaya McShane).


Editorial: Deusto (2018).


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